Kurd@s en Siria, ¿revolucionarias o títeres de Estados Unidos?

Artículo de colaboración para Borroka garaia da! Autora: MMA

Encerradas en viejos esquemas anclados en la Guerra Fría que impiden ver las complejidades de la política internacional más allá de la oposición entre Rusia y Estados Unidos, las críticas al proyecto político liderado por las fuerzas kurdas en el norte de Siria arrecian cuando el conflicto bélico en el país (una III Guerra Mundial por delegación en la que las treguas son acordadas por grandes actores geopolíticos y no por las partes contendientes) entra en una nueva fase, acentuada por el desmoronamiento del Estado Islámico y el declive y la disensión de las fuerzas islamistas opositoras a Al Assad. Si bien estos dos retrocesos pueden estancarse prolongadamente, las alianzas internacionales y el abandono de algunas milicias por sus sponsors (como el caso de los opositores en la frontera con Jordania), acercan la conflagración siria a un nuevo estadio, no necesariamente mejor, pero sí distinto.

Es en este contexto en que las descalificaciones a las SDF y a sus impulsores/as kurd@s han tomado nuevo vigor, bajo la acusación principal de ser proxies* de Estados Unidos y fracturar la integridad territorial del país.

El proyecto kurdo, un invitado inesperado.

Tanto si los detractores de Al Assad están en lo cierto, esto es, que las hostilidades en el país fueron el resultado de una estrategia de la tensión del gobierno que mediante provocaciones y masacres condujo a las protestas civiles a una escalada militar que derivó en guerra civil, como si los defensores más fervientes del gobernante baasista tienen razón -es decir, en Siria no se dieron resistencias civiles significativas, sino un golpe de estado patrocinado por potencias mundiales y regionales- hay una evidencia palmaria: las organizaciones kurdas eran convidados de piedra en los planes de unos y otros.

Ello no impidió, sin embargo, que bajo el impulso del PYD, las zonas de hegemonía política kurda evitarán unirse a opositores y leales, y trataran de permanecer neutrales y fieles a sus intereses. De modo que no se unieran a una oposición que no reconocía sus reivindicaciones históricas, ni a un gobierno que mantenía sus organizaciones en la ilegalidad y reprimía sus aspiraciones.

Así las cosas, nos encontramos con otro enigma que cambia de versión según la parte interpelada, eso sí, de resultados incontestables. Sea por un acuerdo o porque l@s kurd@s los expulsaron, o debido a necesidades militares como afianzar sus posiciones en Damasco, las fuerzas militares assadistas abandonaron casi todos (salvo Qamislo) los enclaves del Norte de Siria.

Esto dio paso a que los grupos kurdos tomaran el control político de muchas localidades, impulsaran la creación de un territorio autónomo dividido en cantones (de este a oeste; Cezire, Kobane y Afrin), implantarán el confederalismo democrático y comenzaran a denominar el experimento como Rojava (este del Kurdistán).

De la orfandad a acaparar la atención mundial.

Tal y como le ocurrió a los amazig en Libia, las organizaciones kurdas no recibieron ningún apoyo internacional en sus pretensiones, de modo que no tuvieron más ayuda que la proporcionada por el movimiento de liberación kurdo afín al PKK y pequeños grupos de extrema izquierda (comunistas y anarquistas) de Turquía, pues no olvidemos que Barzani, presidente de la región autónoma kurda iraquí, cerró sus fronteras y ahondó en el bloqueo yihadista y turco.

En mitad de la lluvia de armas y financiación que inundaba Siria, l@s kurd@s tuvieron que defenderse como pudieron con los medios a su disposición (el caso más extremo quizá se dio en Sheik Maksud, barrio de Alepo, donde se vieron obligados incluso a recurrir a las armas blancas para detener a los islamistas).

Esta actitud de autodefensa que duró varios años (la extensión de los territorios controlados era bastante más modesta entonces que en la actualidad) sufrió un punto de inflexión con la fulgurante y arrolladora irrupción del Estado Islámico.

En la medida que su califato wahabita ambicionaba todos los dominios posibles, y que las YPG (unidades de autodefensa populares), y las HPG (brazo militar del PKK) tuvieron la osadía de inmiscuirse en el genocidio que los yihadistas estaban cometiendo en Sinjar contra el pueblo yazidí -creando un corredor humanitario a tiros- las poblaciones kurdas pasaron a estar en el punto de mira de los islamistas.

Así pues, en los últimos estertores del verano de 2014, tras apoderarse de numerosos enclaves en Siria e Irak -Mosul entre ellos- ISIS avanzó hacia Kobane y comenzó la batalla por esta ciudad fronteriza con Turquía.

Desde el principio, los yihadistas progresaron con mucha mayor dificultad de la esperada sobre el terreno, y algunas combatientes kurdas alcanzaron en estos choques grados de heroísmo dramáticos (como la comandante que se inmoló con explosivos contra un tanque).

Frente al desinterés fatalista de la comunidad internacional, las resistentes presentaron una batalla feroz ante un enemigo que llegó con la vitola de imbatido y logró traspasar las puertas de la ciudad. Aún así y pese a la superioridad técnica, las conquistas islamistas eran más lentas de lo anticipado y las hostilidades se daban palmo a palmo y calle por calle.

Lejos de paliar el empuje yihadista, Turquía se conjuró con el ISIS cerrando a cal y canto la frontera con Kobane, evitando la solidaridad del movimiento kurdo y aguardando con impaciencia que el lugar cayera en manos del Daesh.

In extremis, cuando ya el califato se había hecho casi con la mitad del municipio, Estados Unidos se vio obligado a intervenir, no tanto por filantropía como por la intercesión de sus aliados kurdos-iraquíes y las movilizaciones internacionales (en Estrasburgo, en la frontera turca y en numerosas ciudades del mundo, población kurda y personas solidarias se lanzaron a la calle y protagonizaron manifestaciones que no pocas veces acabaron en choques violentos con la policía).

Como ya ha quedado apuntado, en ningún caso entraba en los planes de EEUU ayudar a las fuerzas kurdas, pero la cruzada contra el ISIS no solo hubiera parecido ridícula por su apoyo a otras organizaciones islamistas sirias, sino también cínica tras cruzarse de brazos ante una nueva masacre del califato en expansión.

Pactar con el diablo

Efectivamente, en el cantón de Kobane, con el objetivo de hacer retroceder al Estado Islámico, las fuerzas kurdas han encontrado un aliado inesperado, los Estados Unidos, sin cuyos bombardeos posiblemente hubieran sucumbido heróica y esterilmente en luchas callejeras. Igualmente, sin el apoyo militar recibido, la expansión de su proyecto hasta Mambij o Raqqa, mayoritariamente árabes, hubiera sido inimaginable o, cuanto menos, mucho más difícil.

Aún así, no se les puede reprochar a l@s kurd@s haberse lanzado en brazos de la Coalición Internacional, habida cuenta de que nadie se prestó a ayudarlos en los momentos más críticos de enfrentamiento con el EI. El alto precio por su autonomía fue pagado en sangre mientras la izquierda mundial, los organismos oficiales internacionales y el gobierno sirio presenciaban indolentemente su destrucción e ignoraban deliberadamente la matanza que acechaba. Solo haciendo acopio de un cinismo irreconciliable con los escrúpulos morales antiestadounidenses se puede afear el comportamiento kurdo, cuya única alternativa era la muerte o la alianza con EEUU.
De hecho, acusar a las fuerzas kurdas de títeres de Estados Unidos supone un exceso verbal notable por numerosas razones.

En primer lugar, exige pasar por alto la reiterada negativa de USA a respaldar los proyectos políticos soberanistas en Kurdistán; completamente en Rojava (Siria), y en mucha menor medida en Basur (Irak). De hecho, hasta que Barzani no ha decidido emprender el referéndum independentista, el apoyo de Estados Unidos ha sido total (también de Turquía o Israel).

Este desentendimiento de la dimensión política kurda se plasma también en el veto que se ha mantenido en las conversaciones de paz de Astana y Ginebra hacia el PYD, con aval americano, sea por acción u omisión, y pese a las objeciones rusas.

Por otra parte, el movimiento kurdo ha mostrado una inteligencia y habilidad diplomática notable, revelándose un agente político diestro en la guerra de Siria, pese a su intrascendencia inicial. Esta cintura política y sentido de lo táctico y pragmático lo ha llevado a coordinarse con el gobierno de Assad en la crucial batalla de Alepo contra las milicias islamistas, a establecer salas de operaciones conjuntas contra el EI en Raqqa o a acordar fuerzas de interposición frente a los islamistas patrocinados por Turquía con americanos, rusos y gubernamentales.

Concretamente, con Rusia y Assad en el oeste de Mambij y este de Afrin y con EEUU en el sur de Jarabulus y en la frontera turca, todo ello con la intención de disuadir a los islamistas del Escudo de Éufrates y al ejército turco de invadir territorio bajo bandera de las SDF.

Para comprender este esfuerzo diplomático hay que recordar que en algunos lugares la convivencia entre assadistas y kurdas no ha sido sencilla y han ocurrido choques armados (en Alepo o en Hasaka, por ejemplo) con milicias y en alguna ocasión, incluso con el ejército árabe sirio. Pero, ¿qué sentido tienen estas frágiles alianzas para un pueblo atrapado en las fronteras postcoloniales? El único sentido de semejante derroche de sangre y vidas se resume en un proyecto político; el confederalismo democrático.

Confederalismo democrático: del independentismo a la autonomía comunitaria.

Aunque las acusaciones de secesionismo e independentismo siguen siendo arrojadas sobre las SDF (milicias de la Federación del Norte de Siria lideradas por las YPG), lo cierto es que el movimiento kurdo afín ideológicamente al fundador del PKK Abdullah Öcallan descartó hace años la idea de la construcción de un estado-nación kurdo. El origen marxista-leninista-maoísta del partido fue sometido a crítica por Öcallan y, si bien en muchas de sus dinámicas orgánicas persisten vestigios maoístas en el PKK (la existencia de cuadros, la práctica de la autocrítica o tec mil…), su propuesta política ha virado ostensiblemente.

Esta superación o evolución del marxismo-leninismo clásico bebe con ansia del municipalismo libertario, el feminismo o el ecologismo, pero muy apegado a la realidad material, cultural e histórica kurda.

Así pues, la renuncia expresa al estado-nación proviene de varias reflexiones y de la propia experiencia. Tras décadas de enfrentamientos armados, el confederalismo democrático ve en el estado una institución represiva y militarista, que trata de imponer una sola lengua, una cultura y una etnia para homogeneizar y dominar el territorio administrado. En contraste con este orden, la apuesta política kurda propone la disolución de las instituciones centralistas y la construcción de otro orden social (para unos la negación del estado, para otros otra forma de estado como modo de relación social), basada en las comunas y su autonomía. Un andamiaje social lo más horizontal posible, cimentado en la libre determinación de cada comuna y la posibilidad de no acatar lo acordado en órganos de coordinación (un ejemplo es el de las comunas que se han negado a permitir a las fuerzas de autodefensa patrullar armadas su territorio, de manera que deben desarmarse para acceder a ellas).

Esta conclusión teórica se engarza con la situación del pueblo kurdo, dividido en 4 estados (Iraq, Irán, Siria y Turquía) y “obligado” a convivir con otras comunidades (árabes chiís y sunís, drusas, asirias, caldeas, arameas, circasianas, chechenas, alauítas…). Teniendo en cuenta, en primer lugar, el poderío de los 4 estados y la imposibilidad de fracturarlos, pero también reconociendo que la cuenca del Éufrates y el Tigris es la cuna y el hogar de numerosas identidades ancestrales, el confederalismo resuelve trabajar con todas ellas desde el comunitarismo.

Una voluntad que se refleja en la obligatoriedad de otorgar representación al resto de comunidades, por minoritarias que sean, en las asambleas de las comunas, para lo cual se fijan cuotas. Igualmente, la representación política de las comunas y de las estructuras de coordinación superiores deben ser multiétnicas, en ningún caso se pueden ver acaparadas por una comunidad. Esta organización interétnica, además, permite a cada comunidad expresarse en su propio idioma y desarrollar su sistema educativo en ese mismo idioma.

Otro de los aspectos más promocionados por los propios medios occidentales es el protagonismo de la mujer, no solo en el frente, sino en todos los espacios políticos, públicos y privados. En el ideario de Öcallan, la mujer -esto es, más de la mitad de la sociedad- viene a convertirse en el recambio del proletariado industrial como sujeto histórico. Dado el carácter patriarcal y machista de las sociedades tribales árabes y kurdas, el confederalismo estima imprescindible liberar a las mujeres de la esclavitud doméstica, la invisibilidad y el resto de lacras machistas.

Esta tarea empoderadora posee numerosas líneas de acción de la que vamos a señalar solo algunas:

-La obligación de que las asambleas de las comunas estén compuestas de al menos un 40% de presencia femenina.

-La prohibición de la violencia de género en todas sus manifestaciones, la poligamia (por supuesto, siempre en perjuicio de las mujeres), los matrimonios concertados, los casamientos de menores de edad y los crímenes de honor.

-La fundación de casas de mujeres para ayudar a resolver problemas específicamente femeninos en las comunidades y acoger a mujeres (por ejemplo, menores que no desean contraer matrimonio con hombres impuestos por la familia).

-La creación de tribunales de mujeres para tratar los delitos contra su libertad.

-Fundación de cooperativas de mujeres para procurar su independencia económica.

-La obligatoriedad de la correpresentación. Esto es, cada cargo electo tiene un representante masculino y otro femenino (alcalde y alcaldesa, delegado y delegada…).

-El impulso de organizaciones específicas de mujeres, no mixtas, como los grupos de autodefensa de la mujer YPJ o los Asayish-Jin (encargados de mantener el orden comunitario a través, principalmente, de la justicia restaurativa) para crear espacios de poder femenino.

En el ámbito económico, si bien las propuestas son algo más difusas y limitadas, la aspiración confederal es la creación de un sistema socialista cooperativo, que si bien se ha iniciado, convive con el capitalismo. Hay que tener en cuenta dos condicionantes históricos que juegan, paradójicamente, en favor de la asunción de un sistema socialista en el Kurdistán de Siria. Por una parte, las políticas centralistas y discriminadoras de los Assad hicieron de Rojava, a lo largo de los años, un territorio subdesarrollado económicamente, desde el punto de vista industrial. El granero sirio (la mayor parte de la producción de cereal para abastecer el resto del país se daba allí) es kurdo y, aunque no es un lugar ajeno a la extracción de resursos fósiles, el baasismo no construyó infraestructuras para tratarlo en espacio kurdo, sino que esos combustibles eran conducidos a otros lugares donde la administración central es más fuerte.

Por otra parte, el régimen de appartheid baasista convirtió a parte de la población kurda en “maktum” o “ajanib”*2, es decir, en personas sin nacionalidad siria, lo cual les vetaba el acceso al pasaporte, pero también a la propiedad privada (viviendas, por ejemplo). Este handicap ha derivado en que la medida de transformar las propiedades gubernamentales en comunitarias para su explotación colectiva mediante cooperativas haya sido bien acogida (seguramente, es mejor una propiedad compartida que ninguna). Las cooperativas son impulsadas por la comunidad, pero deben demostrar su rentabilidad en un período de tiempo concreto.

Además, la producción colectiva no solo se destina a las comunidades, sino también a los numerosos refugiados que ha acogido Rojava, los cuales pueden vivir en campos, o si poseen un “patrocinador” local, en las casa de esos sponsors.

El desarrollo económico, aún así, posee sus cortapisas. La principal es la ecológica. Heredero de las teorías de Murray Brookchin, el confederalismo presta especial atención a la cuestión ambiental, de modo que tratan de no acumular industria contaminante e intentan acercarse al movimiento agroecológico mundial (recientemente han solicitado su ingreso en Vía Campesina). Esto implica la transición del modelo de monocultivo y de explotación ganadera y agrícola intensiva impuesto por el régimen a otro respetuoso con el medio ambiente, basado en el policultivo y la diversidad.*3

A todo lo descrito, hay que sumar la creación de un nuevo sistema de justicia intracomunitario que busca resolver los conflictos con el acuerdo de las partes en conflicto y que trata de remitirse lo menos posible a los juzgados (tribunales especiales formados por miembros técnicos y representantes de la sociedad civil) o la expansión del concepto de autodefensa en toda la sociedad para poder prescindir en el futuro de ejército y policía.

Todo este ambicioso experimento político y social se enfrenta al gran reto añadido de establecerse en zonas de mayoría árabe, aunque por el momento los consejos civiles y militar de Mambij, por ejemplo, parecen funcionar.

La traición venideraa

El pueblo kurdo expresa su experiencia histórica y política en la frase, “solo las montañas son amigas de los kurdos”. Este proverbio significa que durante sus revueltas, Kurdistán ha encontrado un único aliado fidedigno; el abrigo de las montañas.
Más allá de estos apoyos, todos los compañeros de viaje kurdos les han hecho pagar muy caro ser la mayor nación sin estado de Oriente. Desde la Republica de Mahabad -abandonada a su suerte por la URSS- hasta los numerosos alzamientos en los distintos lados de las fronteras, el pueblo kurdo ha sido abundantes veces azuzado hacia el combate, solo para ser usado como carne de cañón y moneda de cambio barata entre estados. Tanto Irán como Iraq se han valido de ellos para desestabilizarse mutuamente, pero una vez que sus relaciones han retornado a los cauces normales, los movimientos de protesta e insurgencia kurdos han sido aplastados sin piedad.

Igualmente, Siria recurrió al PKK para apaciguar a su población kurda y desestabilizar a los turcos al mismo tiempo, dado que en la década de los 80 el partido participó en la resistencia armada a la ocupación israelí de Líbano (apoyada por Assad). No obstante, cuando en los 90 Turquía amenazó con invadir suelo sirio para destruir las bases del PKK, sus campos fueron desmantelados. Öcallan tuvo que huir del país y durante su odisea fue capturado.

Con este bagaje desalentador, la primera verdad del pueblo kurdo es que no posee más aliados que los que le proporciona la fugaz coincidencia de intereses, algo extremadamente difícil al enfrentarse al estado turco, iraní, iraquí y sirio, que han encontrado en la negación de las aspiraciones nacionales kurdas un recurrente punto de unión. Assad les ha negado la ciudadanía y oprimido, Saddam los gaseó, Erdogan los reprime obsesivamente y el régimen teocrático iraní persigue y ejecuta muy a menudo activistas kurdos bajo la acusación genérica de “enemigos de dios” (para no tener que dar cuenta de ello ante organismos internacionales de derechos humanos).

En este medio hostil, ayudan a la incertidumbre las disensiones y rivalidades fratricidas entre facciones kurdas (especialmente entre el PDK, partido del clan Barzani, y las demás), y hay que agregar la amenaza yihadista del ISIS y otros grupos armados apoyados por Turquía en el propio territorio sirio. No es de extrañar, por tanto, que el desfavorable equilibrio de fuerzas haya conducido a las organizaciones kurdas a una alianza táctica con EEUU.

Sin embargo, es estúpido pensar que Rojava se engañe respecto a las posibilidades que le otorga su unión con la Coalición Internacional. Es más, como un militante kurdo sugirió a su paso por Euskal Herria, no se trata de si Estados Unidos los abandonará o no, sino de cuándo lo hará. Para entonces, el proyecto político kurdo espera haber sido capaz de movilizar 100.000 efectivos en sus unidades de autodefensa, como única garantía frente a posibles agresiones.

En todo caso, su futuro sigue sin estar en sus propias manos, y quienes en nombre del antiimperialismo irónicamente se aferran a las fronteras diseñadas por los poderes coloniales del acuerdo Sykes-Picot, tendrán que hacer frente a sus propias contradicciones a medida que el conflicto sirio se acerque a su resolución, en la medida en que Irán, Turquía o Rusia tendrán tanto o más que decir que EEUU en el desenlace del proyecto confederal.

De facto, es probable que si Rusia mantiene una gran influencia en Siria, el proyecto confederal sirio pueda ver la luz con alguna clase de arreglo entre la Federación Norte y Damasco, cosa bastante improbable en caso de que la hegemonía chií de Irán se afiance y se coaligue con Turquía para sofocar las ambiciones kurdas. En este panorama, tendrá algo que decir Hezbolah también, que si bien en Líbano se muestra como una fuerza bastante laica (como resultado de una composición étnica, comunitaria y confesional más equilibrada) puede acabar como ejecutor de los planes sectarios iraníes. Todo ello si Turquía no materializa antes la invasión con que amenaza desde hace un año.

*Se denomina proxy a aquellas fuerzas armadas locales o en parte extranjeras que en un conflicto son patrocinadas y mantenidas por potencias extranjeras mundiales o regionales, lo cual les evita a éstas los problemas de trasladar sobre el terreno tropas invasoras.

*2 El origen de esta discriminación data de 1962. El gobierno sirio llevó a cabo un censo de la población y a la comunidad kurda se le obligó a demostrar que vivía en territorio nacional sirio desde, al menos, 1945. Quienes no pudieron acreditar esa antigüedad fueron tratados de “ajanib” (extranjeros). También existían los “maktoumeen”, que tampoco habían podido ser inscritos oficialmente. En 2004 la suma de unas y otras ascendía en torno a 300.000 personas que no podían solicitar pasaporte, poseer tierras, trabajar en la Administración Pública, acceder a la sanidad, poseer tierras…

*3 Uno de los escollos más notables que este empuje ecológico está encontrando, más allá del bloqueo económico, es la falta de estaciones depuradoras y una serie de graves deficiencias en lo tocante al agua (las restricciones que impone Turquía con sus sistemas de presas faraónicas, la reducción del caudal de los ríos, la catastrófica gestión de las basuras, la falta de conciencia ambiental, la contaminación de los acuíferos…).