Artículo de colaboración para Borroka garaia da! Autor: Gagarin
El marxismo se desarrolló bajo una visión estrictamente europea de la realidad, y como herramienta critica de análisis capaz de ver más allá de realidad subjetiva que percibe cada individuo. A lo largo de los siglos XIX y XX el Marxismo fue el contrapoder que seccionó el mundo occidental en dos grandes hegemonías, la socialista y la capitalista. La revolución Rusa de 1917 demostró que la unión del proletariado podía eliminar las relaciones de poder ancladas en nuestra historia. Permitió, al menos en una fase prematura, destruir la estructura de desigualdad social que legitima la diferencia en términos de opresión. En resumidas cuentas, creó una alternativa estructural nunca vista hasta entonces.
No fue en la década de los 60-70 y posteriormente con la caída de la URSS cuando las políticas y luchas ideológicas de identidad se acentuaron cuando el término de interseccionalidad surgió de los EEUU de mano de la feminista negra K. Williams Crenshaw. Ramas del Marxismo veían con preocupación cómo estas nuevas políticas de identidad sustituían la lucha de clases, vinculando con la izquierda académica burguesa. Pudiera ser que la universidad del siglo XX y anteriores supusieran centros de contrapoder que cuestionaran (no siempre) el sistema en sí. De hecho, muchos de los revolucionarios que intentaron romper esa inercia de dominación o simplemente cuestionaban el status quo de las cosas se les consideraban insurgentes y de peligrosas ideas. A partir de los 60 ese eje contrahegemonico fue desplazándose y la universidad y todo el saber que se generaba de ella, al menos a nivel más institucional, se acercaba y brotaba de los intereses burgueses y capitalistas.
.“La clase dirigente la ha utilizado (universidad) para promover el avance de los elementos carismáticos de la pequeña burguesía que son incorporados fácilmente en el sistema capitalista” (Kevin B. Anderson 2014)
¿Esto significa que todo el conocimiento que ha surgido de las universidades durante las últimas décadas no ha hecho más que servir a unos intereses concretos?. Es evidente que no. Pero es cierto que la universidad ha perdido en cierta medida ese carácter revolucionario que le ha caracterizado en anteriores épocas y se acerca más a un centro imperialista capaz de generar un saber específico que apuntala el sistema capitalista.
Tampoco es cierto que todas las políticas de identidad que se han debatido y generado en la universidad estén ligadas a la izquierda académica “burguesa”, y más concretamente la interseccionalidad, como afirman muchos marxistas dogmáticos. Acercarnos demasiado a una realidad y focalizar toda nuestra atención en una doctrina nos hace perder perspectiva, e incluso Marx criticaba esta dogmatizacion. La interseccionalidad atiende a una necesidad concreta de lucha correspondiente a muchos colectivos minorizados por los grupos hegemónicos dentro de la lucha de clases. Y no es cuestión baladí. Es más, el propio Marx señalaba en sus obras esta necesidad para poder desarrollar acciones emancipadoras correctas y completas. La interseccionalidad describe y pone de manifiesto las múltiples formas y superpuestas de opresión.
Es importante relacionar ambas ideas para poder comprender como superar estas barreras sociales que distancian ambas ideas emancipadoras. Creo que es realmente interesante trabajar esta cuestión para poder crear inercias emancipadoras y nexos de unión que puedan crear dinámicas contrahegemonicas anticapitalistas. Si bien es cierto que ninguna opresión se puede ser superada aisladamente, la interseccionalidad no pone en duda dicha cuestión. Es falsear las luchas planteadas por muchos colectivos que consideran que estas trabas deben superarse para equiparar la lucha de clase.
El socialismo debe ser el sistema socioeconómico, político y cultural para romper los vínculos dominantes creados por los sistemas imperialistas a lo largo de la historia. Y en esta lucha engloba todas las luchas, colectivas e individuales, que pongan de manifiesto los incongruencias del sistema capitalista. Ergo, la interseccionalidad y el marxismo son aliados naturales que deben ir en una misma dirección, y no enfrentados. Una no sustituye a la otra. El socialismo, comunismo, comunitarismo… no ha sido sustituido por los nuevos estudios sociales. Debemos trabajar para unir esa fractura que no ayuda a crear esa sociedad intercultural libre de cualquier mecanismo de dominación creada por el capitalismo. Debemos identificar esas tensiones y cuestionarlas, abriendo un debate necesario para superar esas barreras.
“En un mundo imperial/capitalista/colonial, la raza constituye la línea divisoria transversal que atraviesa las relaciones de opresión de clase, sexualidad y género a escala global. Esto es lo que se ha conocido como la “colonialidad del poder” (Quijano, 2000). La “interseccionalidad” de las relaciones de poder de raza, clase, sexualidad y género, concepto desarrollado por las feministas negras (Crenshaw, 1991),” (“Escobar, 2002)
Es evidente que la colonialidad del poder se está dando en las sociedades modernas. Este fundamento ideológico postmarxista o postmoderno no debiera entrar en conflicto con el Marxismo. Esta es la primera tensión. El marxismo no obvia esta cuestión. El mismo Marx identificaba esta diferencia dentro de la lucha de clases.
“la esclavitud directa es un pivote alrededor del cual gira nuestro actual industrialismo como lo hacen la maquinaria, el crédito, etc. Sin esclavitud no habría algodón, sin algodón no habría industria moderna “(Marx y Engels, 2012)
Podemos identificar como Marx y Engels, en este caso, y siempre tomando con cautela y ubicando su posición dentro de esta colonialidad de poder, la referencia explícita de la esclavitud (cuestión de raza y clase) para sustentar la industria moderna, británica en este caso. La jerarquización dentro del capital es evidente en el análisis. El capitalismo en el siglo XVII-XVIII se basaba en la esclavitud de la población negra africana. Después vendría la explotación industrial asalariada de los grupos de trabajadores blancos que sustentaban las familias económicamente donde la mujer se encargaba del trabajo reproductivo. Todo esto para mantener las posiciones privilegiadas de los grupos de poder. Podemos observar que en su raíz, ambas cuestiones defienden el análisis crítico y sus contradicciones para la superación de la misma.
“En los Estados Unidos de América, todo movimiento de trabajadores independiente fue paralizado mientras la esclavitud desfiguraba una parte de la república. El trabajo en piel blanca no puede emanciparse donde se estigmatiza el de piel negra. Sin embargo, una nueva vida surge inmediatamente de la muerte de la esclavitud “(Marx, El Capital I, Fowkes trans, 1977)
Se hacen evidentes las distintas alusiones del propio Marx en su obra a las distintas relaciones de poder que se dan en el capital. Por tanto es lógico entender que Marx ya proponía un esquema interseccional en la lucha de clases. No es más que la desfiguración de la crítica de Marx la que trata de obviar esa interseccionalidad. El capitalismo estudiado por Marx creaba esas herramientas que permitían dividir de una forma macabra las distintas capas de opresión que sufre el proletariado, a través de las herramientas burguesas de diferencia
“la raza, la clase y el género eran categorías concretas que se cruzaban en diversas formas -y, a veces se unieron en una moda revolucionario- a través de los modos de producción históricos que analizó.” (Kevin B. Anderson,2014)
Poner el énfasis en el cómo piensan los individuos y priorizar la lucha emancipadora del individuo por encima de la lucha colectiva es tal vez un error fomentado por las teorías postmodernistas que pueden llevar a la confusión de la sociedad en la lucha contrahegemonica. La practicidad de la acumulación de las luchas debe tener un objetivo claro, la transformación de la sociedad, y más concretamente la clase obrera (desde un punto de vista marxista) para la transformación total de la misma. No hay otra forma revolucionaria de cambiar las conductas hegemónicas actuales, refundando y reestructurando las bases sociales y los vínculos que surgen de ella.
Ciertamente podemos encontrar discrepancias entre ambas corrientes que pueden impedir este objetivo. Crenshaw defendía que la aprobación de una nueva minoría protegida dentro del sistema judicial para las mujeres negras cambiaria estructuralmente la justicia con base capitalista. Existe una tensión en esta cuestión. Aunque la interseccionalidad más allá de esta cuestión es cierto que muchos académicos defienden esta tesis como última instancia. Yo creo que puede estar aquí el quid de la cuestión. Defender los derechos individuales ha de ser una estrategia dentro de una lucha más compleja y fundamental, la defensa de los derechos colectivos.
“Se podría crear un número infinito de categorías dentro del sistema judicial para reflejar todas las intersecciones posibles a la opresión” ( Jessica Cassel, 2017)
Esta afirmación no condiciona la interseccionalidad de nuestra sociedad. Esto es, no debemos fijarnos en una distopia para negar la realidad. Muchos de los marxistas que arremeten contra esta realidad pecan de una estrategia vertical que no permite la inclusión total de las diversas luchas, al inflexibilizar el objetivo final. Creo que una estrategia inteligente es leer más alla de las posturas hegemónicas que se dan dentro de ambas corrientes. Como sugiere Boaventura de Sousa, crear esa alternativa ausente que pueda superar estas tensiones para poder crear inercias más propositivas hacia la masificación de la lucha.
La segunda de las tensiones que podemos encontrarnos ligado a este enfrentamiento tiene que ver con el término “privilegio”. Hay mucha discrepancia en torno a este status jerarquico. Gramsci consideraba que el individuo reproduce las ideas dominantes, la hegemonía cultural. Aun no siendo consciente de ello. Por lo tanto, esta tensión ya ha sido trabajada por autores marxistas. En un plano idealista, los grupos de poder marxistas (obreros blancos europeos y heterosexuales) deberían de no contribuir activamente a la utilización de los privilegios adquiridos por formar parte de este grupo de poder. Pero la realidad es distinta. Y Gramsci hace una crítica de ello. Como herramienta de análisis el marxismo pone de manifiesto el peligro que conlleva las ideas hegemónicas que puedan surgir incluso de las luchas anticapitalistas y por tanto antihegemonicas. Por contradictorio que parezca. Como concepto idealista los grupos “privilegiados” no deberían tener interés en mantener estos privilegios sobre otros, pero no debemos hacer un exhaustivo uso de la capacidad analítica para observar esta contradicción. El privilegio debe ser en un plano histórico un derecho humano equitativo. Derecho ejercido fuera de los ámbitos jurídicos burgueses de poder.
Debemos valorar y tomar en serio el poder que surge de estos colectivos desfavorecidos. Romper esa perspectiva europeísta y eurocéntrica que niega la participación activa sistémicamente con su inercia de liderazgo de lucha. Tal vez la emancipación no vendrá de Europa, y se debe comprender y respetar esto. Por qué es “burgues” el feminismo o la interseccionalidad cuando son acciones revolucionarias que hacen tambalear el capitalismo y permiten igualar en privilegios a todas las capas sociales oprimidas. Dentro de la estrategia emancipadora no tiene cabida esta irracionalidad. Cuando acercan a estos grupos subalternos, concepto Gramsciano y marxista, a la igualdad de privilegios en la lucha de clases.
La tercera de las tensiones se puede concretar en término o concepto “aliado” que formula la interseccionalidad, en lugar de la solidaridad de clase que plantea el marxismo. Algunas ramas del marxismo promulgan que dicho termino o esa forma de identificar individuos afines a esas luchas, sugiere que diferentes sectores de la clase proletaria y oprimida tienen intereses de clase distintos, amén de organizaciones distintivas entre ellas.
La interseccionalidad equivale a solidaridad de clase. Es falso que el concepto aliado pretenda distorsionar la lucha de clases bajo ningún pretexto de interés opuesto. La interseccionalidad no se detiene en las luchas individuales ni colectivas minoritarias. Reconoce ampliamente la opresión de toda la capa social proletaria, pero a su vez reconoce las opresiones dentro la misma. Cuando Crenshaw y las mujeres negras vislumbraron las diversas experiencias de vida que tenían comparadas con las mujeres blancas, rompieron esa homogeneidad dentro de la lucha feminista para enriquecerla con la diversidad de luchas que contempla el feminismo en la actualidad. Transversal, empoderador, liberador…
Esto ha conseguido volver a homogeneizar la lucha, pero desde la diversidad que debe de contemplar una lucha transnacional. Romper esa homogeneidad no hace perder la perspectiva de clase ni la solidaridad de la lucha de clases. Es más, acerca al colectivo a dicho objetivo. Ningún movimiento mundial es ahora tan emancipador como lo es el feminismo. Es transgresor por que la lucha no se ha reducido a las reivindicaciones occidentales de las mujeres blancas, que también son en un fin la de las mujeres negras, u otros colectivos de mujeres doblemente oprimidas, si no que ha adoptado la diversidad de su lucha para formar una masa revolucionaria y contrahegemonica. Siguen existiendo las opresiones entre los distintos grupos feministas, pero eso no impide articular una respuesta a todo aquel que atente contra su lucha.
Seguirán existiendo las actitudes discriminatorias dentro de estas luchas, por supuesto, están arraigadas sistemáticamente por la estructura capitalista globalizadora, que se nutre de la escasez para fortalecer los nudos, pero la respuesta se dará cuando las condiciones sean críticas y el estado del “bienestar occidental” se tambalee dejándonos observar más allá de Occidente. Cuando nuestra escasez, la escasez de Occidente, nos permita empatizar realmente con los pueblos oprimidos, oprimidos por nuestras sociedades modernas, para garantizar nuestros privilegios.
Ciertamente, el marxismo defiende que ningún grupo oprimido se puede emanciparse individualmente mientras el resto de colectivos o grupos continúen oprimidos. Es aquí donde vuelvo a defender la estrategia de fases antes planteada. Veamos como el feminismo, a través de su evolución a lo largo de las últimas décadas, sobre todo, ha conseguido superar ese mito. Validar las opresiones, tomarlas en serio, como propone De Sousa, crea sentimiento de pertenencia. No es suficiente como dicen algunos marxistas con reconocer la discriminación y la opresión de estos colectivos o grupos. Es una visión paternalista del problema. Una imposición sutil que aleja a las masas oprimidas.
Para ello, es un factor importante la importancia de la masa para crear la inercia. No se puede apoyar en líderes de barro las luchas emancipadoras. Esto es, no todo vale en relación a las luchas interseccionales. Es importante saber identificar que los burócratas o los colaboradores burgueses utilizan sus herramientas para fragmentar y desunir la lucha revolucionaria. Voces y líderes que concluyen estar a favor de las mujeres, del feminismo burgués, no radical, pero desoyen a sus compañeras cuando es el sistema capitalista el que se pone en entredicho. Es una estrategia desmovilizadora, no nueva, que pretende aburguesar todas las luchas.
Por lo tanto, superadas estas tensiones, podemos esgrimir una estrategia que pueda unificar y crear inercias inequívocamente emancipadoras, abogando por el nexo de unión del marxismo y la interseccionalidad para desarrollar la contrahegemonia antiopresora, que finalmente trasladara el eje hasta volverse hegemónica.
Para ello debemos establecer como punto de partida la educación no burocratizada que promueve la perspectiva intercultural, sin demonizar la creatividad y fomentando el pensamiento y estudio crítico para concretar la parte teórica que promueve la praxis antiimperialista que debe hegemonizarse en la transmisión educativa. Alejándolos de la cotidianeidad, de la realidad subjetiva, de las experiencias con su connotación sociopolítica implícita. Esta visión nos permitirá crear lazos de unión que sean difíciles de romper, evitando los errores dogmáticos que nos alejan cada vez más de la realidad, tanto de las propuestas emancipadoras del marxismo como de la interseccionalidad. Lo contrario, debemos acercarnos a la practicidad de dichas experiencias subversivas.
Por lo tanto, es importante tratar de realizar esta labor de estabilizar una fuente de saberes alternativos que puedan generar ese pensamiento y lenguaje, fundamentándose en el materialismo histórico, para superar estas tensiones. Tanto el materialismo dialectico como la sociología de las ausencias nos invitan a superar estas discrepancias teóricas, a alterar nuestro pensamiento para fortalecer nuestros argumentos, nuestras condiciones históricas para y por la lucha de clases. Pensar más allá de la realidad conocida, de nuestra percepción de la realidad. Dar validez al conocimiento “ignorante”.
Vivimos en sociedades muy injustas en relación a las cuales no podemos ser neutrales” (De Sousa,2006)
Esta premisa debe darse para convertir la lucha de clases en hegemonía. Esto puede ser determinante en nuestro objetivo. ¿Cómo podemos revertir esta cuestión? Como un individuo puede tener una conciencia teórica que este en oposición a su actividad. . Y esto ejemplifica de una manera directa y cruda el enfrentamiento estéril del marxismo vs interseccionalidad. No existe tal enfrentamiento, y no debemos buscarlo. Hemos de establecer fases, como medida lógica, para obtener unos resultados cortoplacistas (por ejemplo, el asalaramiento del trabajo reproductivo, el empoderamiento de los colectivos minoritarios, la luchas raciales…) con otros a largo plazo; Esta conciencia teórica debe ser la que nos permita romper la inercia dominadora. Reafirma, sin ser esencialista, que no pueden ser dos posturas ideológicas enfrentadas,que no pueden ocasionar experiencias discordantes la una con la otra, teniendo en una misma línea de acción emancipacipadora, objetivos compartidos, tanto en el plano teórico como en el plano practico. Despertar esa conciencia teórica, romper esa actividad contraproducente aletargadora, sea con un martillazo o con un bomba, es igualmente efectiva y difícilmente podremos aunar una estrategia eficiente que asuma todas las peculiaridades de todos los movimientos emancipadores. Por lo tanto asumamos que las diferentes virtudes de la diversidad teórica nos permiten acercarnos más a esa victoria en la lucha de clases en todo su amplio concepto.