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Artículo de colaboración para Borroka garaia da! Autor: Moldizgin Gorria

Escribía recientemente José Antonio Gutiérrez D. un artículo titulado: “Jesús Santrich, advertencia de lo que se viene”, del que me gustaría destacar la siguiente reflexión: “En medio de la desmovilización, en medio del aislamiento en el que quedó esta nueva-vieja fuerza política, hay que buscar la manera de practicar la solidaridad con Jesús Santrich…”.

Recojo cuatro términos que menciona José Antonio Gutiérrez en el pequeño párrafo extraído y que condensan lo que está sucediendo en América Latina de un tiempo a esta parte, desmovilización, aislamiento, “nueva-vieja” y por supuesto solidaridad. Cuatro términos que van de la mano, que se perpetúan peligrosamente y acompañan, como una constante histórica, a las derrotas de las clases subalternas frente al sistema capitalista. Cuatro términos desde donde pretendo comenzar a razonar sobre qué es lo que pueden estar haciendo las fuerzas revolucionarias realmente existentes en Latinoamérica y si el camino escogido es el mejor de las posibles opciones.

Quien busque en este escrito una crítica al Imperialismo para volver a repetir lo que ya sabemos no la va a encontrar. Damos por hecho a qué se dedican los enemigos de la clase trabajadora, qué misión tienen en la lucha de clases. Voy derechito pues a cuestiones que rodean y atañen a las fuerzas y países que defienden proyectos y procesos de transformación social, procesos que debieran avanzar hacia el socialismo y que en ese trayecto parece repetirse la historia, primero como una tragedia y luego como una farsa parafraseando al viejo zorro de Tréveris. También me dirijo sin rodeos especialmente a los intelectuales y economistas de izquierda que en diversos foros se retroalimentan continuamente defendiendo posiciones que finalmente nos conducen a despeñaderos de los que no es fácil reponerse. Pareciera que para muchos de ellos “el ser social NO determina la conciencia”.

COEXISTENCIA PACIFICA A LA CUBANA, VENEZUELA Y LAS FARC

La coexistencia pacífica es una forma peculiar de la lucha de clases, que se lleva a cabo por medios pacíficos, con la particularidad de que el principal campo de batalla entre socialismo y capitalismo radica en la emulación económica, en la cual el socialismo, gracias a las ventajas que le son inherentes, alcanzará la victoria.

Diccionario soviético de filosofía

El sempiterno debate en el campo socialista acerca del desarrollo de las fuerzas productivas, las contradicciones que ello genera en las relaciones de producción, en la construcción de un socialismo a la defensiva, cercado, resistencial, contradicciones que se trasladan por supuesto también al plano ideológico. No acabamos de salir del bucle en esta cuestión y por ende, de las políticas de Estado, tanto en el nivel interior como en el de política exterior, y las políticas de los partidos y fuerzas revolucionarias, la relación entre internacionalismo y los intereses diplomáticos de un Estado Antiimperialista, todo insuficientemente tratado sin dejar de producir contradicciones y muchas tensiones. Veamos como fluye la realidad imperante:

Raúl Castro, calificó hace poco de compleja la situación económica cubana y no descartó que puedan presentarse afectaciones a la población, aunque consideró que el país está en condiciones de enfrentarlas sin que haya una vuelta atrás, dijo, a la crisis del pasado siglo, tras la desaparición de la Unión Soviética.

El presidente del gobierno cubano informó que “la agudización de restricciones financieras externas motivadas por el incumplimiento de los ingresos por exportaciones, unido a las limitaciones que afrontan algunos de nuestros principales socios comerciales, debido a la caída de los precios del petróleo”. Añadió que a lo anterior, se une “una determinada contracción en los suministros de combustible pactados con Venezuela” lo cual “ha ocasionado tensiones adicionales en el funcionamiento de la economía cubana.”

Es evidente que las declaraciones de Raúl Castro se realizan en un contexto de “reforma y apertura” inscrito en un calendario nacional e internacional a seguir, en un programa de planificación interna y externa llevado adelante por el gobierno de la isla y que significa en muchos aspectos la ruptura con el modelo de la Revolución creado por Fidel. Una etapa nueva ¡qué duda cabe! facilitada por la irrupción del socialismo del siglo XXI en Venezuela, una reforma y apertura cubanas que deben afrontar definitivamente la salida de la isla de las grandes penurias a las que está sometida y afrontar una modernización de su tejido económico antes de que sea demasiado tarde. Se trata pues de una transición semejante a la que ocurrió en la URSS en el año 56 pero esta vez en el referente revolucionario caribeño.

Puede parecer llamativo pero fue el propio Fidel, quien inició la época post-soviética en su famoso discurso de la Universidad de La Habana (2005) tras haber atravesado la isla, un durísimo “período especial”, cuando dijo que, los directores de las empresas estatales trabajaban sin disciplina. Fidel hizo objetivamente un juicio severo al Partido y a sí mismo, porque era el Partido Comunista el que nombraba a los directores y el máximo responsable del PCC era Él. El discurso de Fidel apuntaba a que el modelo económico implementado, de características soviéticas a la cubana, estaba estructuralmente agotado. En septiembre del 2010, el mismo Fidel afirmó públicamente a un periodista estadounidense lo que debía haberse planteado años antes: “El modelo cubano ya no funciona ni para nosotros”. Le ha tocado pues a Raúl tratar de salvar el barco que sigue aún en peligro de hundirse y tras su retiro, dejarlo todo atado para que el nuevo presidente del país, Miguel Díaz Canel, pueda abordar la crítica situación con garantías.

Por otro lado, al igual que ocurrió con la URSS, los intereses de Estado, aun los de un Estado tan admirable como el cubano, no siempre coinciden con los intereses revolucionarios de otros procesos nacionales, del proceso continental americano y mundial. Quien mejor que los cubanos para entender acerca de la incomprensión externa respecto a ellos, sobre todo tras la crisis de los misiles y posteriormente con la muerte del Che en Bolivia y sus causas.

Ya desde la época del gobierno de Uribe en Colombia, la política de Estado, aun de los Estados que representan procesos revolucionarios, no siempre armoniza con el internacionalismo revolucionario. Chávez en su momento utilizó la liberación de Betancourt para abrazar a su “enemigo” Uribe y distanciarse más de las FARC en particular, y de los movimientos populares de Colombia, así como para construir puentes hacia una presidencia estadounidense post-Bush. El socialismo del siglo XXI se desmarcaba así por entonces de la “pesada carga” que suponía la lucha guerrillera para el nuevo-viejo proyecto bolivariano y reafirmaba una nueva posibilidad de llegar al socialismo por “vías pacíficas” tras el intento de la UP en Chile. Para muchos eurocomunistas, lo que el golpe militar de Pinochet enterró, Chávez lo volvió a recuperar en mejores condiciones históricas. Atrás quedaba la Operación Cóndor con todo el dolor y sufrimiento que conllevó aquella política de contrainsurgencia en el continente americano.

La guerrilla colombiana seguía molestando. El Comandante venezolano se congració con los medios de comunicación recibiendo comentarios favorables del candidato presidencial estadounidense republicano, quien “esperaba que las FARC aceptasen el consejo de Chávez de desarmarse”. Cuba, o al menos Fidel Castro, también utilizó la liberación de Betancourt para manifestar su hostilidad hacia la lucha armada, que se remonta por lo menos a 1990, ya que éstas obstaculizaban su política de reconciliación con el régimen colombiano (No olvidemos que el año 1989 supuso también la cancelación de la insurgencia en El Salvador).

Por eso, a la luz del verdadero impacto social que ha supuesto, supone y supondrá, el abandono del monte por parte de las FARC, deberíamos reflexionar sobre la necesidad de que un Estado que representa una revolución como la cubana busque la manera de separar y diferenciar sus intereses particulares del quehacer político revolucionario internacional y de los intereses de la revolución en otros países. Esto es también válido para Venezuela y su proceso bolivariano, donde existen más razones para manejar con prudencia las relaciones con su vecina Colombia, con su Estado, su gobierno y la política interna venezolana.

“El MODELO CUBANO YA NO FUNCIONA NI PARA NOSOTROS”

Tanto la Revolución cubana como el Socialismo del siglo XXI se juegan definitivamente su supervivencia en el terreno económico. Cualquier proyecto que contemple como centro de su construcción económico-social a la clase trabajadora necesita de avances para su consolidación. El enemigo lo sabe y desde la Revolución de Octubre de 1917 ha puesto en práctica distintas formas de contrarrevolución. ¿Acaso los revolucionarios no lo sabíamos?

Parece ser que sortear el frente externo imperial sin que exista contagio puertas adentro no resulta fácil. Pero como decía la abuela de un buen amigo: “…y no mires pa´los laos, que la vaina es contigo”. Hay sectores de la izquierda que equivocadamente a mi entender vienen sistemáticamente negando las contradicciones en el seno del proceso venezolano (que ya están arrastrando a Cuba en lo económico), y sólo ubican a todo lo que pasa en Venezuela como parte de un acoso imperialista, tapándose los ojos ante los hechos inocultables que muestran el desastre que ha traído el rentismo petrolero, el socialismo de subvención y el inexplicable desaprovechamiento de las oportunidades que tuvo el país para su despegue con la ayuda de China (que se presume ha enviado a Venezuela el 50 por ciento de todos los préstamos que ha hecho a América Latina) y Rusia. Resulta además hiriente para cualquier revolucionario, más si cabe, seguir en la permanente negación del fracaso económico aludiendo de una manera torticera al derrocamiento de Allende en Chile o al bloqueo contra Cuba como justificación a lo que viene ocurriendo en el País sin preguntarse cómo es posible que tras casi veinte años de gobierno chavista con unos ingresos petroleros espectaculares no se haya podido aumentar la producción nacional de distintos insumos tras diversas nacionalizaciones de sectores estratégicos, conquistar la autosuficiencia alimentaria o tener una red de distribución y transporte que pueda suplantar al comercio privado.

El gobierno de Maduro habla del necesario tránsito hacia un nuevo modelo productivo. Difícil misión con una PDVSA quebrada prácticamente, con una corrupción alarmante y una inflación galopante. Respecto a la cuestión inflacionaria resulta sorprendente que una economista del PSUV como Pascualina Cursio, en algunos de sus artículos plantee que ya éramos conocedores de la existencia de una hiperinflación inducida. Escribió sobre la Alemania de la República de Weimar y de la Nicaragua de 1988. Es decir, lo que es conocer, somos conocedores de la capacidad de nuestros enemigos de clase. Y si somos conscientes de la historia la pregunta entonces se formula de la siguiente manera: ¿Falló una vez más la revolución o acertó el imperialismo?

Pascualina se contesta a ella misma afirmando que las hiperinflaciones son armas imperiales y muestra de ello el caso de Nicaragua: “En 1990, la burguesía asumió la presidencia. Aplicó el Plan Mayorga. Endeudó al país por 300 millones de dólares para promover e incentivar la inversión privada, especialmente norteamericana, y para importar bienes desde EE. UU. Privatizó las empresas, dolarizó la economía bajo la figura de una caja de conversión con referencia a las limitadísimas reservas de oro. En resumen, entregó la soberanía a quien durante años los hubo atacado”.

En resumen, Pascualina Cursio, siendo del PSUV, acaba de sentenciar al gobierno de Maduro.

CIERRE DEL CICLO DE OCTUBRE EN LATINOAMÉRICA

Todos somos conscientes de que la desaparición del denominado “campo socialista” y la desintegración de la URSS hace más de veinticinco años, con todas las profundas implicaciones de índole geopolítica que estos acontecimientos históricos trajeron consigo, crearon las condiciones para una ofensiva del capital en toda regla, en todos los aspectos y en todas las esferas de la vida y a lo ancho de todo el planeta.

Las pocas conquistas que aún mantenía la clase trabajadora en los distintos países, tanto de Oriente como de Occidente, y que había logrado por el influjo y al calor de la revolución de 1917, han sido sobre las que el capitalismo sigue resarciéndose y mantiene un recordatorio claro, una losa sobre nuestras espaldas: la derrota histórica de la clase trabajadora como clase revolucionaria, el fracaso de trascendencia histórica del comunismo como ideología y de la clase obrera como clase social con un proyecto político propio. Fue en este punto realmente, cuando se pudo perder la última herencia que todavía quedaba de la Revolución de Octubre, esto es, el mensaje vivo de esperanza para los oprimidos y humillados de la Tierra. La idea de que su lucha podía depararles algo mejor, la esperanza de que, después de todo, tal vez el destino todavía estuviera en sus manos.

Constituye un grave error considerar o pretender que aquella debacle sólo afecta a unas determinadas corrientes del movimiento comunista internacional y que, por el contrario, otras que se apartaron antes o después de la matriz de ese movimiento no se han resentido. Esto supone no comprender el carácter de nuestra época, época abierta precisamente por aquella debacle. Y es que lo que está en crisis no es una corriente, un sector o una determinada tradición dentro del movimiento comunista, lo que está en grave crisis es el movimiento comunista en su conjunto.

El ciclo revolucionario que inauguró la Revolución de Octubre está agotado, ha sido clausurado definitivamente. Lo cual significa que casi todas las premisas políticas y muchas de las premisas teóricas de las que partía el movimiento revolucionario entre 1917 y 1990 han caducado, no sirven, no rigen completamente la realidad o no están a la altura de las necesidades que imponen las tareas revolucionarias en la actualidad.

La tesis del ciclo revolucionario nos obliga a tomar conciencia de que nos hallamos en una etapa histórica de transición, en un interregno, entre dos ciclos de la Revolución Mundial. Debemos alejarnos de la entelequia de la ya vieja idea de la revolución en proceso de maduración o de la revolución inminente que se nos aparece como un espectro cada vez que se produce una crisis económica o se oye hablar de revueltas populares en tal o cual país.

Más allá de la enumeración de los logros conseguidos en el camino hacia el Comunismo en el siglo XX, es necesario conocer los aspectos negativos del legado revolucionario, porque solo el conocimiento de estos y su crítica revolucionaria permitirán no volver a repetirlos y levantar un Movimiento Comunista que permita iniciar una nueva ofensiva contra la burguesía que esta vez termine con la victoria de la clase trabajadora y de la humanidad.

2 thoughts on “¿Santrich o la punta del iceberg?

  1. Excelente análisis. Es necesario tomar conciencia de la situación real que atravesamos, aplicarnos el acertado consejo de la abuela de tu buen amigo: “…y no mires pa´los laos, que la vaina es contigo”.

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