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Autor: Borroka garaia da!

etorkizunaEste mediodía en Amaiur se ha puesto una piedra más en el muro popular anti-represivo. Mientras tanto, en Iruñea la policía española practicaba tres nuevas detenciones. Ya son nueve en Nafarroa Garaia los arrestos producidos en los últimos días. Una operación de castigo a modo de caza de brujas desatada a raíz de que se vieron desbordados gracias a la iniciativa popular en los pasados sanfermines. Sus planes de acallar con violencia diversas reivindicaciones llegaron hasta el ridículo internacional.

Si ya de por sí es de canallas perseguir la enseña nacional vasca, la solidaridad con los presos y presas políticas y la disidencia política a un sistema plagado de ladrones , vividores y corruptos, lo es más que ante su impotencia de que no  tengan éxito sus ruines planes de silenciar al pueblo se ensañen con la juventud vasca de una forma tan gratuita y cobarde. La juventud vasca tiene un código ético a años luz de los delincuentes que la persiguen. Que no son más que mercenarios a sueldo de esa casta de ladrones antes mencionada.

Euskal Herria sigue estando en un estado de excepción poco encubierto donde la represión y la amenaza son moneda de cambio.

¿Cuándo se acabará esto?. Lo cierto es que no lo hará. La represión y la amenaza son estructurales. Lo que se ha construido con esa violencia, la necesitan para sobrevivir en tanto que no se pueda instaurar la convivencia de la paz romana y la normalización de la injusticia. Difícil lo tienen en ese sentido debido a que las necesidades de la clase hegemónica hoy pasan más que nunca por un incremento de la injusticia para equilibrar a su favor los “desajustes” de la crisis estructural del sistema. Todo esto hace reducir hasta el extremo su cintura política y esto se traduce en el caso español en un proceso de re-centralización y del cierre de toda vía negociadora. El cierre de toda vía negociadora no solamente se da en el aspecto político del conflicto y sus consecuencias sino que también en el aspecto “económico”. La desintegración del falso “estado de bienestar” socialdemócrata en realidad tiene una lectura profunda y ésta es que al contrario de las necesidades del capital en pasados años, se descartan todo tipo de acuerdos intermedios. Y no como mera opción táctica sino por supervivencia de privilegios.

Esto puede traer la frustración, sobre todo si aún se mantienen puntos de vista antiguos que no toman en cuenta la aceleración de contradicciones producidas en los últimos años.

Sin embargo y pese a la apariencia inflexible y cerrada, el punto de vulnerabilidad se hace evidente. Este no reside ya en los acuerdos tras sufrir erosión y presión pese a que ésta junto al enfrentamiento, la confrontacción y conflictividad sean extremadamente necesarias hoy,  ni en la “política”,  sino en la ruptura. En una finta que logre quebrar esa escasa cintura. El estado sabe que esa carta es difícil de jugar para el oprimido que siempre tendrá tendencia a hacerlo sobre terreno seguro aunque tenga que arrastrar cadenas.

La estrategia fuera del marco legal como prioritaria, por encima de las leyes, llevando acabo procesos que las superen, hoy tienen mejores perspectivas de éxito que ayer por todo lo mencionado. El estado es más susceptible que nunca a un proceso de ruptura que desate un fallo en cadena de su “legitimidad” impuesta. Lo que se negó a hacer el PNV en el tramo final de Lizarra-Garazi ha sido el planteamiento más serio hasta el momento en ese sentido.

El estado también sabe que hay mimbres en Euskal Herria para ese salto de iniciarse y que desataría energías no controlables para ellos y la mayoría de ellas aún replegadas y a la espera de la señal.

La represión cesará cuando ese proceso llegue hasta el final. Mientras exista, que le produzca la mayor erosión posible al estado es vital pero no fundamental para acabar con ella ya que va unida intrínsecamente a nuestra dependencia nacional.

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