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Artículo de  colaboración para Borroka Garaia da!.  Autor: Koldo Durreit –
Fundación Pakito Arriaran

En el nuevo contexto en el que se mueve la política vasca, mucho se está utilizando el tema de las víctimas y casi siempre con claros motivos de entorpecer y desvirtuar el proceso que paso a paso se ha de ir abriendo en la sociedad vasca para que de una vez ya definitiva sean los vascos y las vascas los que definan de manera libre y soberana el futuro de Euskal Herria.

Pese al volumen de declaraciones y artículos aparecidos, llama la atención la casi nula presencia del Estado francés en un tema donde lejos de haber jugado un segundo papel ha sido y es protagonista destacado en el sufrimiento que el conflicto político ha acarreado a ciudadanos y ciudadanas de nuestro pueblo. Pareciera, una vez más, que el Estado francés hubiera perdido la memoria en cuanto a su relación con Euskal Herria. Y decimos una vez más pues esa ha sido su tónica histórica y basta con recordar los “papelones” colonialistas y genocidas que el Estado francés jugó en Argelia, Indochina y casi en toda África donde los asesinados, torturados, desplazados, detenidos, maltratados y despreciados se pueden contar por millones. Pero en la conciencia oficial francesa todos esos casos ni siquiera existen, no hace falta siquiera negarlos pues en su historia oficial jamás existieron, y si alguien pudiera probarlos siempre se justifican en una pretendida ignorancia de su existencia, cuando no justificados por el interés real de Francia y su Imperio. Claro, también eran otros tiempos, donde podrían ser “normales ” cosas que hoy en día no se justificarían, pero ello nos remite a que las prácticas quizá varíen, pero les guste o no, se transmiten en las mentalidades y el Estado francés, nos lo ha probado hasta la saciedad a los vascos, sigue conservando en su mentalidad mucho de aquellas prácticas. Ahí van algunas páginas gloriosas de la historia reciente.

Podríamos remitirnos a los días de la Primera Guerra Mundial para recordarle al Estado francés la leva obligatoria que decretó en Iparralde para llevar al matadero de su conflicto inter imperialista a centenares cuando no miles de jóvenes vascos. O que entre los miles de refugiados republicanos que huyendo de las tropas franquistas, de los nazis y de los fascistas italianos fueron encerrados en los campos de concentración en 1939 también había numerosos vascos y vascas, quienes a pesar de todo se enrolaron después en las filas de la Resistencia para luchar, quede claro, no por el Estado francés sino contra el nazismo y el fascismo.

Y si el referente histórico es ya de por sí bastante esclarecedor sobre la relación que se va a dar entre el independentismo vasco y el Estado francés, podríamos decir que las últimas décadas han sido las más duras. Basta con recordar una foto, la de la refugiada vasca Izaskun Rekalde a finales de los años 80, mientras era detenida por la policía francesa con una de sus hijas gemelas en los brazos mientras con la mirada buscaba a la otra sin saber qué había sido de ella para hacernos una mínima idea del terror que las fuerzas de seguridad francesas imponían entre la Comunidad de Refugiados y Refugiadas de Iparralde amenazada siempre de detenciones, deportaciones, encarcelaciones, cuando no de ser entregados a la tortura española en cualquier momento. Los ojos de Izaskun revelan ahí el horror, el miedo y la presión producidos por quien pretende ser aún un notable defensor de los derechos humanos.

En los años del GAL, qué papel jugó el Estado francés? Podría alguien creerse que todo el aparataje parapolicial español hubiese sido posible sin el consentimiento y tantas veces la complicidad de los servicios de seguridad y de los responsables políticos franceses? Cuantas de las informaciones que conllevaron el asesinato de refugiados políticos vascos o de ciudadanos de Iparralde no salieron del exhaustivo trabajo de los Renseignements Generaux (Policía de Información) franceses en Iparralde? Acaso el Estado francés tomó alguna vez en cuenta o consideración a los familiares de los refugiados o de los ciudadanos de Iparralde asesinados, o más bien entorpeció e incluso envileció, los intentos de aquellos por homenajear a sus deudos, y hasta de trasladarlos a Hegoalde a sus pueblos de origen?

Resultado del terror impuesto por la policía francesa contra la Comunidad de Refugiados y Refugiadas en Iparralde son los cientos de miles de días de auto encarcelamiento al que se sometieron varias centenas de ciudadanos y ciudadanas vascos y vascas en casas de amigos y personas solidarias para evitar caer en las manos de los uniformados franceses. Situación que se prolongó, y se prolonga, a veces tantos años que las personas encerradas llegan al límite de sus facultades mentales y hoy pagan consecuencias incluso psíquicas en muchos casos. Como “topos” de nuestro tiempo, los “enchupinados” veían y ven pasar los días lejos del contacto con sus familiares y amigos, enterrados en vida cumpliendo una condena sin plazo de vencimiento y estresados al extremo por la lógica de la clandestinidad y el siempre presente miedo a delatar su presencia y ser detenidos. Situación que se complica aún más cuando es necesario tratar alguna enfermedad o acudir a un médico.

El sistema carcelario francés tiene una deuda pendiente enorme con el pueblo vasco, no solamente y principalmente por “albergar” aún a varias decenas de militantes vascos y vascas en sus prisiones, sino también por la estrategia que sus autoridades han empleado con los vascos y las vascas. Estrategia que desde siempre ha impuesto a los vascos y las vascas la lógica de la dispersión en cárceles alejadas de Euskal Herria, dificultando las visitas de amigos y familiares en un intento de quebrar la resistencia y la voluntad de los presos alejándolos de su entorno. Un sistema carcelario que ya por ser vasco declara al preso o a la presa como DPS (Preso Particularmente Vigilado), clasificación que impone un régimen de visitas, movilidad en la cárcel que a veces llega hasta el aislamiento. Cómo olvidar así los largos años de aislamiento total carcelario al que fue sometido, entre otros, Filipe Bidart como castigo añadido a un hijo de Euskal Herria por su voluntad abertzale inquebrantable? El mismo aislamiento que llevó al suicidio al abertzale bretón Jean Groix, después de una infame campaña mediática en su contra por su solidaridad con Euskal Herria.

Situación carcelaria que hace de la desasistencia médica un arma contra los militantes vascos y llegó hasta el punto de dejar morir de desidia a Peio Marinalarena, enfermo de SIDA pero sobre todo enfermo de abandono por las autoridades penitenciarias de La Santé. Situación que aún se prolonga al día de hoy y haya presos que tengan que declararse en huelga de hambre para exigir una asistencia médica que la ley obliga y que el Estado francés, a través de las autoridades carcelarias niega a los militantes vascos. O las humillaciones, malos tratos e insultos a los que son sometidos los presos y las presas por parte de la gendarmería móvil a la hora de ser trasladados a los Tribunales, donde la vejación, el encadenamiento y los zarandeos, por no decir algo más, son moneda corriente en la mayoría de los casos. Y qué decir de la judicatura francesa que coloca siempre a sus miembros más retrógrados en los sumarios que tengan algo que ver con Euskal Herria, tan celosos siempre a la hora de dictar órdenes de prisión cerrada, tan tacaños a la hora de otorgar libertades provisionales, o tan severos al condenar a largos años de prisión a los militantes vascos y vascas, equiparándose a sus colegas españoles de la Audiencia Nacional.

Al Estado francés los vascos y las vascas le exigimos también que haga memoria y nos diga dónde está Popo Larre, “desaparecido” después de un supuesto enfrentamiento con la Gendarmería y ahora dado ya definitivamente por muerto en un intento de cerrar un caso incómodo para el poder francés. Por solidaridad con sus familiares pero sobre todo por respeto a nosotros mismos, se lo exigimos de igual manera que lo hacemos con Naparra, y con Pertur, cuyas familias aún los buscan como la sociedad vasca. Y de paso que nos aclare qué sucedió realmente con Ion Anza.

También es de derecho que algún día los militantes de Iparretarrak muertos sean considerados como víctimas de un conflicto que enfrentó a Euskal Herria con los Estados, en este caso claramente con el francés, así como el sufrimiento de los amigos y familiares, de la sociedad de Iparralde en general por todo el aparataje represivo que desde París se organizó para combatir a esta organización abertzale. El reconocimiento a los detenidos, encarcelados, amenazados, vilipendiados que sufrieron en carne propia el “savoir faire” del Estado francés.

La deuda francesa se extiende aún en nuestros días cuando la juventud vasca se ha convertido en el objetivo principal de las autoridades galas, pagando un fuerte tributo a la libertad de Euskal Herria en un sinfín de detenciones, presiones, arrestos masivos que semejan castigos colectivos y un torrente de medidas de excepción que colocan en la mira represiva a la juventud como una estrategia de cortar la continuidad de la lucha. Piensa París que es una inversión a futuro desanimar a los jóvenes vascos y vascas a luchar por no tener que emigrar de su tierra en busca de un trabajo, por exigir el derecho a tener una vivienda digna, por poder vivir en su propia lengua y en su país, y sobre todo, por ser lo que son y heredaron de sus antepasados, miembros de un pueblo que se resigna a desaparecer y que hará todo lo que esté en su mano por ser libre y soberano.

La deuda histórica que el Estado francés tiene con las víctimas del conflicto que lo enfrenta con Euskal Herria es inmensa. Su reparación no podemos esperarla de ninguna manera de la buena voluntad de Paris, gobierne ahí quien gobierne. Sería ingenuo pensar que semejante cosa pueda suceder. Pero el pueblo vasco en su conjunto, tanto de Hegoalde como de Iparralde, tampoco puede permitirse la desmemoria y debe exigir siempre su reparación. Simplemente porque nuestro futuro como pueblo dependerá de ser conscientes de dónde queremos llegar, pero también sin olvidar de dónde venimos y cómo llegamos. Y en esos tortuosos nudos que constituyen nuestro pasado reciente el sufrimiento de muchos y muchas hicieron posible las alegrías y las victorias del futuro que están por venir. A ellos y ellas quienes dieron todo, mucho, algo o un poco les debemos pues el estar donde estamos, y si fuésemos capaces de olvidar nos quedaríamos sin lo mejor de nosotros mismos, pues eso es precisamente lo que nos legaron de mayor valor, su entrega y su conciencia. No permitamos que el Estado francés mire algún día para otro lado y diga “yo no fui”, “yo no estaba ahí”, sino que sienta que si bien la sociedad vasca es capaz de perdonar siempre y cuando se respete su derecho a ser libre y soberana, no estamos dispuestos a olvidar pues en ello se diluiría nuestra esencia.

France, prend soin de ta mémoire et rappelle-toi que un jour, nous, le peuples que confrontons ton orgueil qui nie même notre existence ferons du mieux pour que les nouvelles générations ne doivent plus savoir de toi comme pouvoir oppresseur ni de la terreur qui gère ta relation avec les autres. (Francia, ocúpate de tu memoria y recuerda que un día, nosotros, los pueblos que enfrentamos tu orgullo que niega incluso nuestra existencia haremos lo que esté en nuestras manos para que las nuevas generaciones no sepan más de ti como poder opresor ni del terror que rige tu relación con los otros).

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