Evaristo sí, guardia civil no

Concierto  en la cárcel de Basauri 1983 “sin que la dirección de la prisión tuviera nada que ver”  con el grupo Eskorbuto  “porque llevan nuestra sangre”

Autor: Borroka garaia da!

La trikitixa fue el rock radical vasco de su época, allá por el siglo XIX, cuando se empezaron a extender las panderetas y los trikitilaris por Euskal Herria. Aunque lo cierto es que no era rock, y vasco en principio tampoco. Fue traído hace 150 años por currelas especializados que vinieron a construir la línea ferroviaria entre Zumarraga y Altsasu desde Italia. Caló hondo en el pueblo humilde trabajador porque se integraba muy bien en el circuito de sagardotegis y tabernas, al ser un instrumento fácil de llevar y transportar. Sin embargo, tanto desde la iglesia vasca como desde los diferentes dignatarios y ayuntamientos fue considerado “el fuelle del infierno” debido a que incitaba al “desenfreno” y a diversos bailes censurados por la moralidad cristiana. De hecho, muchos recitales fueron prohibidos y en algunos casos se llegaba a detener a gente que bailara tal música o a músicos que la tocaran. En el primer ambiente abertzale que surgió estaba muy mal vista, y no sería hasta varias décadas después que fue finalmente aceptada y acogida.

Si el pueblo trabajador vasco adoptó la trikitixa y la hizo suya, un siglo después haría lo mismo con el rock, especialmente de base punk. Muchos dicen que el ya extinto MLNV de alguna manera intentó influenciar o hacer suyo eso que se llama rock radical vasco (a muchos artistas implicados no les gusta esa etiqueta pero a mi que no lo soy me parece muy simpática). Y yo creo que a parte de equivocados esos planteamientos, es un poco de ilusos. Fue precisamente al contrario. La izquierda abertzale es la que se influenció de ello. Y le hizo imprimir un carácter libertario que fue imposibilitando junto a otros factores la momificación de la izquierda que asolaba Europa entonces (proceso de socialdemocratización). El RRV también caló hondo porque no es solo que se integrara bien en el circuito de gaztetxes , bares y jaias sino que respondía a un hecho orgánico no externo al movimiento juvenil rebelde siendo la banda sonora de una realidad (o de varias realidades), y no un producto de consumo artificial. Por eso las raíces son tan fuertes y llegan hasta hoy, hasta la era del consumismo artificial.

Si bien la trikitixa fue en su tiempo censurada y perseguida por propios y extraños, con el RRV no habría llegado nunca un final a tal persecución y censura debido al fuerte contenido político-social que le caracteriza. Y así, si en 1983 ya era aplicada la “ley antiterrorista” a grupos como Eskorbuto en el 2018 esta semana la guardia civil denuncia a cantantes como Evaristo. Sería larga la lista de denuncias, ataques, conciertos reventados, censurados y prohibiciones de todo tipo en todas estas décadas en Euskal Herria. Algo que están empezando a exportar también ahora a grupos del estado y raperos. Y mientras que la música siga manteniendo un mínimo de dignidad, así seguirá siendo. Eso o el triunfo de la mordaza.

De darse cambios profundos, estos son precedidos también por paradigmas culturales que se insertan en ellos y lo acompañan en todos los ámbitos. La música es un factor que también explica la revolución o su falta de ella. No se quién dijo aquello de que “los punkis tenían la razón” y por supuesto que la tenían y la siguen teniendo, lo fundamental ahora es el “nuevo punk” que necesitamos como banda sonora para terminar el trabajo, ya que seguimos sin estar en tiempos de “techno pop”.

La clave conceptual en Euskal Herria sigue siendo parecida, Kortatu al centro y a un lado La polla y al otro Eskorbuto (aunque los grupos pueden ser intercambiables por otros). Así la bandera roja no se destiñe, la bandera negra antítesis de la bandera blanca nos recuerda la oscuridad y también se le puede poner una calavera y dos tibias. Mientras la bandera morada se abre hueco. No sopla el viento en la ikurriña sin buena compañía.