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Nota: Este borrador corresponde a un trabajo no terminado de GITE-IPES, que al parecer no debía ser publicado aún. Disculpas a todos los afectados.


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(Borrador )

APUNTES SOBRE LA ESTRUCTURA CLASISTA DE EUSKAL HERRIA

EUSKAL HERRI LANGILEA

1. PRESENTACIÓN

2. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN EUSKAL HERRIA

3. LA ESTRUCTURA DE LA EXPLOTACIÓN DEL TRABAJO. Las clases en Euskal Herria 18

3.1. La clase dominante. La gran burguesia

3.2. La burguesía media

3.3. La pequeña burguesía

3.4. Las franjas intermedias

3.4.1 Categorías sociales

3.4.2 Fuerzas intermedias de mando.- Directivos y cuadros

3.4.3 Profesionales, intelectuales y científicas-os

3.4.4 Técnicas y técnicos

3.4.5 Fuerza de trabajo en la Administración

3.5. Trabajadoras y trabajadores asalariados

3.5.1 La clase trabajadora

3.5.2 El proletariado o clase obrera

3.6. Los grupos sociales. Género y edad ejes vertebradores del Euskal Herri Langilea

3.6.1 Edad

Las y los jóvenes

Las personas mayores

3.6.2 Las mujeres trabajadoras como eje vertebrador de Euskal Herri Langilea 40

3.6.3 Los hombres trabajadores como eje vertebrador de Euskal Herri Langilea 42

4. EUSKAL HERRI LANGILEA

5. ALGUNAS CONSIDERACIONES

6. ¿QUÉ SOCIALISMO EN EUSKAL HERRIA?

6.1. El socialismo del S. XXI no puede dar lugar a una sociedad estatista.

6.2. El socialismo no es populismo.

6.3. Una sociedad socialista no puede ser totalitaria.

6.4. El productivismo

6.5. Y una fuerte disposición a luchar contra la lógica del capital.

6.6. El tema de la economía centralmente planificada

6.7. Romper las cadenas del “otro pensamiento único”

6.8. Sujetos de ese proyecto

6.9. Pueblo trabajador

6.10. Partidos y movimientos sociales

6.11. Conciencia revolucionaria

1. PRESENTACIÓN

En nuestra lengua, el decisivo concepto de Euskal Herri Langilea hace referencia a cuatro acepciones vitales para comprender el método que aplicamos en estos apuntes al análisis de las clases sociales en Euskal Herria.

Uno es el que incluye a toda la población femenina o masculina que ha de someterse a la explotación de su fuerza de trabajo porque no tiene otros medios para vivir en la sociedad capitalista.

Otro, además, indica que es un concepto «neutro», «asexuado», es decir, es incluyente, no excluye a las mujeres sino que las integrar como parte esencial del todo explotado y explotable, muy especialmente en la decisiva dialéctica de la producción y reproducción.

Por otra parte, también es un concepto que incluye el valor productivo/reproductivo de la identidad lingüístico-cultural en cuanto componente subjetivo de la fuerza de trabajo social que piensa en lengua vasca y se autodefine como tal. Y por último, o en primer lugar, como se quiera porque forman un sistema dialéctico, hace referencia a una territorialidad material, geográfica, que si bien ha evolucionado a lo largo de los siglos en el capitalismo actual abarca un territorio delimitado por los resultados de guerras y otros conflictos sociopolíticos y clasistas.

Esta realidad objetiva y subjetiva geográficamente delimitada, está presente en la conciencia de sectores concretos de la población explotada y explotable, y va transformándose en una fuerza material objetiva conforme arraiga en la conciencia popular. Se trata de un proceso abierto e incierto, inseguro, no mecánico ni automático, que puede ser paralizado, abortado y derrotado. Es una dialéctica de permanente unidad y lucha de contrarios, por lo que es un criterio teórico básico para entender el concepto de liberación nacional. Y lo es tanto más según el imperialismo mercantiliza lo identitario-cultural y lo subsume como valor de cambio en el proceso de reproducción ampliada del capitalismo. En la medida en que la industria de la cultura y de las identidades mercantilizadas es una rama político-económica cada vez más rentable a nivel mundial, en esa medida adquiere importancia correlativa su contrario antagónico: la conciencia de las naciones trabajadoras.

Euskal Herri Langilea es un término pertinente en el análisis de la estructura de clases en Euskal Herria. Contextualiza la explotación capitalista en las condiciones de una nación oprimida. Apunta a asumir que la explotación de clase y la opresión nacional son inseparables. Al tener como centro del análisis a la población explotada y explotable en un territorio dado, invita a atender y articular el conjunto de opresiones, dominaciones, discriminaciones a que se ve sometida.

El capitalismo ha convertido el sexo-género, la etnia-nación, la edad, en marcas biológicas que naturalizan la explotación y clasifican seres humanos por lo que producen (hijas e hijos, fuerza de trabajo fuera de la producción de plusvalía en el caso de las mujeres explotadas en el «dulce hogar»; o si entran en el mercado laboral o la explotación asalariada, mano de obra barata o sumergida, indefensa ante los abusos de toda índole incluidos los sexuales; las mujeres de la clase trabajadora que hacen trabajo doméstico no existen para los cálculos del capital, su trabajo se otorga por naturaleza). En el caso de la etnia o nación, (pertenencia cultural y nacionalidad), algunas mujeres serán consideradas proveedoras de pura y simple fuerza de trabajo bruta gratuita o barata (cuando no de mera mercancía: tráfico de personas, esclavismo actual…), fracción de clase trabajadora más explotada de la que se extrae más plusvalía. Destinada a ocupar los puestos inferiores de la cadena productiva.

La edad también interviene en la posición social que se ocupa y marca desigualdades basadas en diferencias generacionales naturalizadas (la infancia, adolescencia, adultez, senectud), a las que se asigna determinadas capacidades en función de lo que se espera de ellas (de manera que la senectud será socialmente parásita, no productiva, mientras que la juventud supondrá una inversión para el capital). (La edad se pasa como hombre o mujer, vasca -española o francesa-, europea o no).

En este texto se abordan estas cuestiones en el apartado dedicado a los “grupos sociales”, sectores de población que estas variables diferencian en cada clase social y cómo se articulan en la dinámica de la explotación.

De momento sólo aclarar que el análisis de clases no puede obviar el sistema sexo-género que hace que las mujeres puedan ser consideras como categoría o grupo social específicamente oprimido. Podemos decir que el capitalismo es necesariamente patriarcal al desigualar en lo económico, político e ideológico lo que corresponde hacer, decidir, pensar, a hombres y mujeres moldeadas en una relación de poder “natural”. Así el capitalismo separa lo productivo de lo reproductivo, lo público de lo doméstico, lo masculino de lo femenino. El patriarcado será entendido como el sistema sexo-género que actúa en cada modo de producción y formación social como conjunto de dispositivos (económicos, políticos e ideológicos) por los que una sociedad establece y gestiona las diferencias de género por la marca biológica y las hace productivas.

Iremos viendo cómo la cuádruple característica esencial del concepto Euskal Herri Langilea –explotación de clase, patriarcal y nacional espacialmente localizada- genera un potencial heurístico que desborda las estrecheces de las llamadas «ciencias sociales», facilitando acceder de manera radical a las contradicciones materiales y espirituales de nuestro pueblo. Más aún, este concepto engarza directamente con el método dialéctico marxista.

En efecto, sabemos que el método dialéctico marxista se mueve en dos niveles simultáneos: el análisis de lo concreto y la síntesis de lo general, el de lo histórico-genético y lo genético-estructural, lo histórico y lo lógico, etc. 1

Sobre la lucha de clases práctica, el primer nivel aparece desarrollado con sofisticada minuciosidad en los textos mal llamados «menores» de las dos primeras generaciones de marxistas, los de análisis político, social, histórico, militar, etnografía, etc., en donde las clases sociales, las condiciones socio-ecológicas, la explotación de la mujer y de la infancia, y hasta los pueblos y naciones, son desmenuzados con mucha precisión y detalle.

Sobre la lucha de clases teórica los mal llamados textos «mayores» aportan la visión sintética de la unidad y lucha irreconciliable entre el Capital y el Trabajo a escala mundial dentro del modo de producción capitalista en cuanto abstracción que reúne en una serie de conceptos lo que es común, esencial y regular a todas las sociedades capitalistas al margen de sus peculiaridades. O sea, lo que relaciona internamente lo universal, lo particular y lo singular.

La sociología burguesa, que impera en todos los planes de estudios de nuestras universidades e instituciones privadas y públicas, trata por todos los medios de dificultar cualquier trabajo de investigación que, aplicando el marxismo, pretenda desentrañar las causas objetivas de la explotación social, dominación patriarcal y opresión nacional. Y uno de los medios con los que cuenta es la manipulación de la información, cuando no de su monopolio. La ignorancia siempre es un arma del poder.

Por ello, la forma en que los organismos oficiales presentan los datos estadísticos que podríamos utilizar para nuestro análisis es oscura y muchas veces fragmentada e inconexa. El objeto de esto es ocultar aquellos datos o referencias que nos permitan profundizar en el conocimiento del proceso de producción/reproducción y, por tanto, de las relaciones sociales de producción. Por ejemplo, el dato relativo a “población activa”, engloba tanto a la población “ocupada” como a la desempleada; y en la población “ocupada”, incluye tanto a los trabajadores asalariados como a los empresarios, con o sin asalariados, trabajadores independientes, etc.2.

Debemos saber que las mujeres somos sistemáticamente ocultadas en estos métodos analíticos. Para conocer y transformar la realidad, necesitamos sacar a la luz la explotación, opresión y dominación consustanciales a la realidad, y la importante plusvalía directa e indirecta que generamos, así como nuestra función imprescindible en la supervivencia de la formación y de las personas que la componen, las personas que trabajan sin recibir un salario -trabajo doméstico y voluntariado necesario-, así como a las personas que trabajan en economía sumergida.

Gracias a nuestra lucha (se ha incorporado a las estadísticas oficiales la variable género), se empieza a saber que a escala mundial las mujeres cobramos el 24% menos que los hombres aunque trabajamos un 52% más, y que nuestra presencia en la administración y dirección apenas llega al 25% de los puestos. El poder de veto, marginación y exclusión del patriarcado es tal que esta participación tan pequeña se reduce aún más en el llamado «mundo intelectual», académico y científico, el que hace el grueso de las investigaciones sobre la explotación de las mujeres. Más en concreto, utilizando estadísticas oficiales más recientes, las de 2012, LAB muestra que las trabajadoras vasca cobran un 36,2% menos que los trabajadores.

Generalmente también se ocultan, de forma sistemática todos aquellos datos que hagan referencia al número de personas propietarias de empresas, de tierras, etc. Además, muchas veces, resulta difícil contrastar los datos procedentes de distintas fuentes, al no estar referidos unos y otros a un mismo periodo o también por existir diferencias terminológicas y/o conceptuales a la hora de efectuar la clasificación de dichos datos. También suele ocurrir que no coinciden las cifras ofrecidas por unas fuentes y otras, aún cuando todas ellas se refieran a un mismo periodo.

Eso ocurre incluso hasta con algunos organismos oficiales. Por ejemplo, los datos sobre Población Activa (ocupada y/o desempleada) proporcionados por el EUSTAT. Directorio de Actividades Económicas, no coinciden con los de la Encuesta de Población en Relación con la Actividad (PRA) del propio EUSTAT, y tampoco con los de Afiliación a la Seguridad Social, presentados por LANBIDE para un mismo periodo. Podríamos seguir citando más ejemplos que nos llevarían a la misma conclusión crítica, y a otras dos más que remarcar. Una, que no debemos seguir analizando el tema, ni a nivel territorial, ni socio-político, ni cultural-identitario –euskaldun- bajo las premisas tradicionales de analizar tres provincias de Hego EH + los apéndices de Nafarroa y Ipar EH. EH en una formación social (dividida políticamente en 3/4 administraciones -3 en Hego EH y 2 en Ipar EH-, en la que la división económica más adecuada es la de costa/interior/alta montaña/llanada; incluyendo la dualidad ciudad/pueblo). Otra cosa es cómo y dónde se buscan los datos.

Y otra, como síntesis, que la imagen que proyectan de la economía los datos oficiales (amparados en la “objetividad” cuantitativa) distorsiona la realidad también cuando el cálculo del PIB no refleja la riqueza real producida (si tenemos en cuenta el trabajo producido gratuitamente que no entra al mercado laboral), no corresponde al valor real del trabajo, oculta la plusvalía tras la lógica del ahorro-beneficio, reduce la fuerza de trabajo a medio de producción, mera mercancía que se oferta y demanda en función del consumo de los bienes materiales producidos. Hay que decir que el PIB fue creado por economistas burgueses en el mismo proceso de creación de los famosos tres sectores económicos –primario o agricultura, secundario o industria, y terciario o servicios- durante los llamados «treinta gloriosos» de expansión capitalista que ya acabaron para no volver. Mientras que el marxismo emplea el Sector I o de producción de bienes de producción; el Sector II o producción de bienes de consumo, y el Sector III o producción de bienes de destrucción, la tríada burguesa confunde, mezcla y oscurece no sólo el PIB, limitado en sí mismo, sino toda la economía en su conjunto.

Hasta tal punto es engañoso el cálculo económico que hace el capital de sí mismo, que induce a pensar que hay personas que deben contribuir al beneficio del capital sin esperar reconocimiento alguno. La peor consecuencia de esta imagen del modo de producción capitalista reside en la separación de la esfera de la producción y de la reproducción como ámbitos uno económico, el otro no (la reproducción en lo doméstico aparentemente no regida por el capital ni por el mercado).

Si bien en otro momento habrá que estudiar a fondo las formas en que se genera plusvalía en la realidad, más la producción directa de bienes y servicios (tanto dentro del apartado economía doméstica en sí, como de apoyo a ella, dentro de la economía de mercado de trabajo no regulado), ahora es urgente decir que la atención a la esfera del ámbito doméstico de producción biológica y social de fuerza trabajo útil para el capitalismo aunque no genere plusvalía, se debe a la aportación teórica del análisis del patriarcado desde las teorías feministas marxistas, que puso sobre la mesa la necesidad de abrir una reflexión acerca de la “reproducción” ya que en el capitalismo la separación de lo doméstico del ámbito productivo había hecho emerger una esfera (la doméstica, privada, familiar) adjudicada en función del sexo biológico a las mujeres, que aparente e interesadamente nada tiene que ver con la explotación económica.

Si por un lado toda formación social se reproduce a sí misma, es decir, reproduce el sistema de relaciones sociales de dominación, garantizando así la perpetuidad en nuestro caso del capitalismo en Euskal Herria; también dispone que las tareas socialmente necesarias para ello (reproducción biológica, socialización, mantenimiento, salud, contabilidad doméstica…) no sean plenamente asumidas (se niega sistemáticamente su valor económico y social) por el modelo de producción capitalista (salvo en el trabajo doméstico remunerado) y recaigan sistemáticamente en las mujeres (como trabajo gratuito obligatorio naturalizado). Aquí radica la aportación feminista materialista al análisis de las clases sociales.

Resaltamos que estas teorías no contradicen en lo fundamental el análisis de clases (la posición en el proceso de producción y las relaciones sociales que configura). Pretende articular la explotación económica de las mujeres con la de clase y pertenencia étnica y/o nacional. La cuestión no estaba en justificar si las mujeres conforman una clase social y cuál es su enemigo principal, tampoco en definir el “modo de producción doméstico”, sino en incidir en la división sexual del trabajo. (Si entendemos un modo de producción como la forma de organización social de la producción de lo necesario para reproducirse biológica y socialmente, Engels, no sé si mola). El capitalismo es necesariamente patriarcal.

Estas consideraciones previas son necesarias para sustentar lo que sigue, que es la definición de la lucha de clases en general, sin precisiones ahora sobre la realidad nacional de la formación económico-social y patriarcal en la que se libra. Hablamos de definir primero la lucha de clases y no la clase social en sí, porque la segunda depende de la primera, está subsumida en ella. La lucha de clases en la realidad objetiva fundante y las definiciones concretas de la burguesía y del proletariado se sostienen gracias a la anterior definición de lucha de clases, y no a la inversa, al menos en el método marxista. Ambas se necesitan, pero la lucha, la acción de oprimir y de resistirse a la opresión, es la basal, la que sostiene a las características antagónicas pero unidas en su misma contradicción de la clase de los capitalistas y de la clase de las trabajadoras.

No obstante, hemos de constatar que en la realidad las opresiones están imbricadas, no pueden separarse (más que a nivel abstracto, académico) En la vida real las tres opresiones se dan a la vez, al mismo tiempo: ser mujeres trabajadoras euskaldunes en EH, implica tres marcas de opresión que no se superponen, sino que se dan juntas, se autoinfluyen y se autodeterminan.

Desde que se dispone de datos históricos, la minoría propietaria de las fuerzas productivas existentes en cada modo de producción basado en la propiedad privada, ha vivido bien gracias a la explotación de la mayoría. Las mujeres fueron las primeras explotadas e inmediatamente después los pueblos esclavizados, para extenderse esa dinámica infernal a las clases trabajadoras empobrecidas de los pueblos libres. La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases desde que se tienen registros históricos. Y la lucha siempre ha girado sobre las condiciones de explotación, sobre el tiempo de explotación, sobre la propiedad privada o pública de las fuerzas productivas, y sobre la posesión del aparato de Estado.

En el capitalismo la lucha de clases adquiere su máxima dureza, y se libra entre dos grandes, unidos y contrarios conjuntos de personas consideradas en relación con el proceso de producción de bienes materiales (y servicios –imprescindibles dentro del mismo proceso de producción y relacionados dialécticamente-). Todas ellas contraen entre sí unas determinadas relaciones (relaciones de producción) en función de cual sea la posición que ocupen en el proceso productivo (que es, asimismo y en sí, también reproductivo) y, más en concreto, en la relación que mantienen con los medios de producción y en cuya base se encuentran las relaciones jurídicas de propiedad de los mismos. Los grupos sociales así definidos son lo que llamamos clases sociales.

Las clases sociales no son conceptos, son la realidad del capitalismo. Quienes sostienen la creencia de la supuesta desaparición de las clases, lo hacen sólo respecto a la clase trabajadora, no respecto a la burguesa, a la que no atacan; tal creencia sobre todo va a negar la existencia de las contradicciones de clase. En nuestra nación han querido convertir al Euskal Herri Langilea en clase media aspirante a pequeña y media burguesía, a pequeños autónomos. Por otra parte, el capital no es un ente, sino una relación social de explotación que se basa en la apropiación privada, la reproduce y se reproduce a partir de ella: es valor que se autovaloriza.

Algunas teorías burguesas pretenden que con el desarrollo del capital financiero, la propiedad privada de los medios de producción (y con ello la propia existencia de las clases sociales) ha quedado oscurecida y no se puede delimitar con exactitud quién o quiénes son sus propietarios. En este sentido, argumentan que al adoptar la mayoría de las empresas la forma jurídica de “sociedades anónimas” y extenderse la posesión de acciones entre amplios sectores de la población, en los que se incluyen los “pequeños ahorradores” (trabajadores-as, pensionistas, etc.), consideran que todas las personas que poseen acciones (independientemente de su porcentaje en el capital total de la sociedad anónima) son copropietarias/-os y perceptoras-es de ganancia (rentistas), con lo cual, según afirman, se habría “democratizado” o “socializado” la propiedad de los medios de producción. Este fenómeno se ha visto ampliado en las últimas décadas, con la aparición de los fondos de pensiones y de los fondos de inversión.

Pero, nada más lejos de la realidad. En primer lugar, hay que decir que tanto las sociedades por acciones como los distintos tipos de fondos, no responden a una “dispersión” de la propiedad, sino a necesidades del propio sistema capitalista de desarrollar y profundizar el proceso de concentración y centralización del capital, captando los pequeños ahorros de los trabajadores y trabajadoras y de otros sectores populares, para efectuar sus inversiones en las empresas, sectores y/o ramas de la economía, donde más les interese.

Y, en segundo lugar, que las y los pequeños inversores no tienen la propiedad ni la posesión (control) de los medios de producción, sino que estos se encuentran en manos de los principales accionistas de las empresas (los capitalistas). Por tanto, aunque con sus pequeños ahorros hayan contribuido al acrecentamiento del capital, no por ello han modificado su condición social ni su posición en la estructura de clases.

En cuanto a la definición del concepto de clase social, nos ajustamos a la dada por Lenin, por parecernos la más objetiva, clara y concisa, pero advirtiendo que se mueve en el nivel arriba expuesto de lo genético-estructural, lo que es común, esencial y regular a todas las sociedades, aunque en el grado actual de desarrollo marxista debemos corregir a Lenin diciendo que, como mínimo, «…las clases son grandes grupos de hombres y mujeres…»:

«… las clases son grandes grupos de hombres 3que se diferencian entre sí por el lugar que ocupa en un sistema de producción históricamente determinado,4 por las relaciones en que se encuentran frente a los medios de producción (relaciones que las leyes fijan y consagran), por el papel que desempeñan en la organización social del trabajo y, por consiguiente, por el modo y la proporción en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen. Las clases sociales son grupos humanos, uno de los cuales puede apropiarse del trabajo del otro por ocupar puestos diferentes en un régimen determinado de economía social»5.

Como podemos ver, aquí se definen las clases sociales con relación al proceso de producción/reproducción (como dos caras de un mismo proceso) y no con el de distribución, porque es precisamente en el primero de ellos donde se crean las condiciones que determinan el desarrollo del segundo, ya que es en la esfera de la producción donde tiene lugar la explotación de los trabajadores y trabajadoras (objeto de una doble explotación en su mayoría) por parte de los propietarios de los medios de producción, mientras que las desigualdades en la distribución tienen su origen, precisamente en la existencia de dicha explotación.

El tomar como factor esencial para definir las clases sociales, los distintos niveles de renta y las desigualdades retributivas, como hace la sociología burguesa, contribuye a ocultar el elemento esencial de la explotación capitalista que es la apropiación privada del producto del trabajo social por parte de los propietarios de los medios de producción.

Como dijo Marx:

“La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y esta es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí sólo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual”6

Aquí, a Marx se le debe hacer la misma corrección que le hemos hecho a Lenin en su cita anterior: debería haberse referido a las «propias obreras y obreros». Pero en realidad en esta cita y en todo la Crítica del Programa de Gotha, hay que introducir una doble reflexión sobre: en ese texto Marx asume que durante la revolución socialista y el tránsito al comunismo seguirán vigentes todavía los principios jurídicos e ideológicos capitalistas, aunque decreciendo y retrocediendo bajo la presión del Estado de la clase trabajadora y de su democracia socialista.

Aun así, y en base a la experiencia acumulada desde 1875, fecha de su redacción, ahora debemos ser mucho más precavidas y vigilantes sobre la fuerte supervivencia y hasta recuperación del sistema patriarcal dentro del socialismo, lo mismo que sobre la supervivencia del racismo y de la opresión nacional. Es por esto que debemos añadir una dosis de inquietud sobre los efectos negativos de la explotación de sexo-género en el procedo de distribución socialista. La otra reflexión es que la Crítica… es sólo un borrador de uso interno muy restringido, no redactado para ser editado como texto «oficial», atenuante que debe ser tenido en cuenta ya que Marx podría haberlo reescrito con más precisión en años posteriores. Pero murió al poco tiempo.

En este trabajo estamos empleando, únicamente a modo de referencia, la distinción que establece la economía burguesa entre los distintos sectores económicos, a los que denomina como sector primario (agricultura, ganadería y pesca), sector secundario (industria y construcción) y sector terciario, o de servicios (administración pública, transportes, banca y seguros, comercio, etc.). Ya hemos referido arriba que tales sectores son una invención arbitraria de la economía vulgar burguesa en la época de la expansión keynesiana y socialdemócrata, cuando se inventó el concepto del PIB. Incluso aunque dentro de estos sectores incluyéramos la relación dialéctica entre mercado regulado (oficial) y no regulado (economía sumergida), así como el trabajo doméstico, de cuidados y el de voluntariado socialmente necesario (socialización), incluso así, esta división tiene un contenido profundamente ideológico, ya que su objeto fundamental es precisamente ocultar la apropiación privada de la plusvalía, que se basa en la propiedad privada patriarcal de los medios de producción.

Además, esta división (que tiende a presentar una economía “terciarizada” en la que la clase obrera y el proceso de producción tienen una importancia cada vez menor en el conjunto de la economía y que es únicamente el sector “terciario” el que tiene una importancia real) no se corresponde con la realidad.

Esto es así, porque una serie de trabajos relacionados generalmente con el proceso de circulación (comercialización y venta, publicidad, etc.) pueden ser asumidos por las empresas industriales, a pesar de que sigan siendo trabajos no productivos. Por otra parte, algunos tipos de trabajo considerados como no productivos y realizados por empresas comerciales acrecientan el valor de cambio de las mercancías y, por tanto, son trabajos productores de plusvalía (tal es el caso de la industria del transporte, almacenamiento y distribución de mercancías), que pueden ser considerados como “procesos de producción persistentes dentro del proceso de circulación”. Interesante ver que mientras el mantenimiento de la maquinaria sí genera plusvalía, no se admite como generador de plusvalía el trabajo que conlleva “la producción, el almacenamiento y el mantenimiento de la fuerza de trabajo”, que ni siquiera reciben la consideración de trabajo.

A otra escala del estudio que realizamos ahora, y para completarlo, deberemos analizar el lugar básico que ocupa en el modo de producción capitalista el trabajo productivo y reproductivo no remunerado (trabajo doméstico, de cuidados y de voluntariado social), que supone sistemáticamente un 200% de plusvalía al capital (por los salarios y recursos que no pagan y por los servicios sociales que no generan). De la misma forma que, en su nivel preciso, también deberemos intentar descubrir cómo la opresión étnica y/o nacional facilita y amplía los beneficios imperialistas del trabajo no remunerado realizado por las mujeres de los pueblos oprimidos.

Si del nivel de lo general, genético-estructural y lógico en el que nos hemos movido hasta ahora, pasamos al nivel de lo concreto, histórico-genético e histórico, vemos que el análisis citado enriquece los del modo de producción, propiedad de los medios de producción, relaciones sociales de explotación/opresión, división del trabajo en función del sexo, definición del mercado y la generación del plusvalía, si se incluye la variable sexo (mujer/hombre) dentro de la clase social. No es lo mismo ser obrera que obrero, trabajadora o trabajador (sectores y empleos feminizados, sueldos, categorías, sexismo, agresiones sexuales…), ya que la dominación del sexo-género femenino implica opresión, dominación y explotación. Y en los pueblos oprimidos nacionalmente estas y otras investigaciones son decisivas porque no es lo mismo ser trabajadora vasca sin derechos nacionales que trabajadora con derechos nacionales aunque sean burgueses.

Es básico el análisis de la pérdida de la euskaldunidad. Cómo se concreta la opresión identitaria y cómo se llega adquierir la identidad opresora ¿Qué somos si no somos euskaldunes? De qué Euskal Herria hablamos si no hay gente euskaldun?

Antes de iniciar el estudio de la estructura social en Euskal Herria, es preciso hacer algunas consideraciones:

En una determinada formación económica y social, las relaciones de producción que enfrentan a la clase dominante con la clase dominada no se sitúan sólo en un nivel económico sino que también abarcan los niveles económico, político e ideológico. Ello se debe a que para mantener y reproducir la explotación de una clase por otra, a través del tiempo, la clase dominante necesita extender también esa dominación a los planos ideológico y político.

Dado que la clase dominante, para mantener su dominación, recurre a la difusión de su ideología (para tratar de que asumamos como “normal” su explotación) por medio de sus aparatos ideológicos, y a la utilización de formas políticas de dominación (la más sofisticada de las cuales es la democracia parlamentaria burguesa); la lucha de clases no se puede circunscribir única y exclusivamente al terreno socioeconómico, es decir, limitarse a la que la clase trabajadora desarrolla a nivel de la base económica de la sociedad, por sus reivindicaciones más básicas, sino que debe desarrollarse también a nivel de la superestructura, extendiéndose tanto a la esfera ideológica como a la jurídico-política.

No debemos concebir la estructura social como algo estático e inmutable, sino dinámica y cambiante. Las clases sociales existen en lucha y, por medio de la lucha de clases, se modifica su posición relativa (dominante o subordinada) en el conjunto de la sociedad. Dentro del análisis de las clases, y sobre todo en la lucha de clases, es imprescindible introducir la variable sexo-género para analizar de forma rigurosa cada una de las clases sociales en sus procesos internos de reproducción dentro del sistema capitalista. Por ejemplo, el papel de la mujer trabajadora alienada que, además de padecer y aguantar pasivamente la explotación patriarcal, la refuerza generacionalmente al educar a sus hijas e hijos en esos mismos valores. Hablamos del poder adulto dentro de la familia patriarco-trabajadora, por citar un solo caso de un problema muy complejo e interrelacionado. Dentro del poder adulto, la dominación descarada o sutil de los padres explotan y dominan a sus compañeras-esposas-hijas, considerándolas su propiedad, reproduce en la cotidianeidad familiar la estructura de sexo-género, nacional y de clases dominante.

Por otra parte, también hay que tener en cuenta que el análisis de la estructura social se puede desarrollar a dos niveles de abstracción. Uno, más general, que hace referencia al modo de producción capitalista-patriarcal, que podríamos calificar de más “teórico”; y otro, más particular, que se puede utilizar como elemento de análisis político de la realidad y que hace referencia a una formación económica y social concreta, como es el caso de la vasca (*). Ambos niveles de análisis están relacionados entre sí de forma dialéctica y no se puede prescindir de ninguno de ellos ya que sólo su utilización conjunta, resaltando en unas ocasiones lo general o lo particular, nos permitirá tener una visión objetiva y científica de la realidad social.

Significar, asimismo, que la lucha de clases, al concretarse en una formación social concreta, Euskal Herria en nuestro caso, se configura bajo la forma de una opresión nacional y cultural-lingüística identitaria (euskaldun izatea), lo que está suponiendo una doble opresión para la clase trabajadora: de clase y nacional.

Señalar, también, que cada clase social está compuesta por mujeres y hombres, y que la dominación patriarcal sexo-género determina cómo se ocupa el lugar en las relaciones de producción, que define ese modelo (o modelos) de relaciones y que cumplen diferentes papeles jerarquizados en la organización social del trabajo. Esta dominación determina asimismo el modo y la proporción jerarquizados en que perciben la parte de la riqueza social de que disponen (feminización de la pobreza), dándose la circunstancia de que son sus propios compañeros de clase quienes tienden a apropiarse de su trabajo, utilizando la violencia si es necesario.

Dicho lo anterior, ahora y en primer lugar, nos vamos a referir al proceso de desarrollo y posterior consolidación del modo de producción capitalista ha seguido el modelo “clásico”, a partir de la revolución industrial que se inició tras el final de las Guerras Carlistas, y que tuvo lugar a lo largo de la franja costera, desde El Abra hasta Baiona (Bokale), entre el último cuarto del siglo XIX y principios del XX, y que dio lugar a la creación de una estructura social propia y la posterior industrialización en algunas zonas de Araba y Nafarroa

2. LA REVOLUCIÓN INDUSTRIAL EN EUSKAL HERRIA

En zonas de Bizkaia, Gipuzkoa y Lapurdi ya se daban, desde la Baja Edad Media, una serie de condiciones favorables para el posterior proceso de industrialización.

Desde comienzos del siglo XIV, ya se tiene conocimiento de relaciones comerciales entre los puertos vascos y la ciudad de Brujas, en Flandes; con Inglaterra, y también con los ducados de Bretaña y Aquitania. En este periodo tuvo lugar una “acumulación primitiva de capital”, que luego se invirtió en otros sectores económicos y posibilitó un fuerte impulso de los mismos. Durante los siglos XV y XVI se había desarrollado una industria metalúrgica (ferrerías) en base a la abundancia de mineral de hierro y el carbón de leña obtenido en nuestros bosques. En ese periodo, en Gipuzkoa y Bizkaia había más de 300 ferrerías que producían aperos de labranza, rejas de arado, anclas para buques, armas, etc., productos manufacturados que gozaban de gran aceptación tanto en Europa como en América y en Asia.

Fueron muchas las protestas y resistencias sociales habidas desde el siglo XIV, por no retroceder más, como la lucha de clases en la mitad de ese siglo XIV sostenida en Nafarroa que culminó en la sangrienta represión ejercida por Carlos el Malo; o las duras «guerras banderizas» que fue una auténtica lucha de clases en esa misma época. En el siglo XV vemos la sublevación de valle de Léniz de 1423, la herejía de Durango de 1425, la revuelta del valle de Aramaiona de 1488…

En del siglo XVI no desaparece la lucha de clases sino que se presenta de forma más compleja porque la invasión española de Nafarroa en 1512, que cuenta con el apoyo decidido de la cada vez más poderosa burguesía vascongada, como la Guerra de las Comunidades de 1521 y el intento de intento de recuperar la independencia de Nafarroa en ese mismo año, esta aceleración de las contradicciones aumenta la complejidad de la lucha de clases, como se demostrará desde entonces en la larga resistencia navarra a la ocupación española.

Pero la complejidad de la lucha de clases en el interior de Euskal Herria pega un salto fundamental desde el siglo XVII fundamentalmente cuando se acelera e intensifica el proceso de escrituración de comunales (XVII-XX), que sirve –además de la base de una parte de la acumulación capitalista- para descapitalizar y despropiar a las y los baserritarras, hundir es sistema autosuficiente del caserío, generando un nuevo modelo de relaciones de producción. Provoca, asimismo, la proletarización de mujeres y hombres, jóvenes sobre todo, a quienes se obliga a emigrar a las ciudades y a las zonas en proceso de industrialización. Este proceso implica, asimismo, la auto-negación identitaria colectiva, la pérdida de la lengua y la asunción de la identidad (lengua-cultura) dominante extranjera, que se ha ido imponiendo hasta el día de hoy.

En efecto, yendo a lo fundamental, en 1609 estalla en Bilbo la revuelta de los agavillados, que será una de las impulsoras de la matxinada de 1631-1634 para evitar que el gobierno español subiera el precio de la sal, producto básico para la conservación de alimentos. Poco después, en 1655-1659 se libra en Ipar Euskal Herria la guerra de resistencia nacional pre-burguesa contra el intento de París y de la burguesía de Baiona de recortar los Derechos Forales. Esta matxinada venía azuzada desde 1640 en Zuberoa por el creciente malestar popular ante el incremento de la explotación social lo que culminará en la rebelión de 1661 dirigida por el cura Matalas que sintetiza las reivindicaciones populares con la defensa de los Fueros Vascos.

Pero en el siglo XVIII se inició el declive de las ferrerías, debido a que se había empezado a exportar mineral de hierro sin elaborar y a que comenzaban a agotarse los bosques. También contribuyó en buena medida a la “acumulación primitiva de capital” la fabricación de armas que tuvo especial relevancia en Gipuzkoa, en el Valle de Deba, desde la baja Edad Media, y que alcanzó su apogeo durante los siglos XVI y XVII.

El siglo XVIII se inicia con la matxinada de 1718 que va adquiriendo unos perfiles y contenidos que denotan un avance con respecto a las luchas anteriores, y que adelanta algo de lo que se produciría en la matxinada de 1766. Sin embargo existe una diferencia cualitativa entre la lucha de clases, y por tanto la composición de clases, entre 1718 y 1766, y es la toma de conciencia-para-sí de la fracción más desarrollada de la burguesía del momento que es organiza y se dota de estrategia mediante la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, que al poco tiempo tendrá su extensión a Nafarroa. Este movimiento no se extiende a Iparralde por razones de diferencia de desarrollo económico y político, pero para entonces la burguesía de Baiona disponía de una clara conciencia-para-sí que le enfrentaba a Euskal Herri Langilea. Semejante choque responde a la lucha de clases interna pero azuzada por las crecientes presiones externas del centralismo borbónico parisino que buscaba absorber a Euskal Herria.

La revolución burguesa de 1798 en el Estado francés intensificó al máximo tales presiones y puso una enorme cantidad de medios político-militares e ideológicos, así como económicos, a disposición de la burguesía de Iparralde. La revolución burguesa de 1798, que supuso la destrucción de las instituciones propias y la implantación de la homogeneización (égalité) institucional, lingüística y cultural, impuesta mediante una brutalidad que raya con el genocidio y que afectará a todos los pueblos de ambos lados de Pirineos y a los de la costa. La respuesta popular entraría en todo el proceso de resistencia a la implantación de los estados centralistas español y francés, y a la imposición de la propiedad privada de la casa y de los comunales.

Ante el hecho de la lucha de clases en Ipar EH, las matxinadas mencionadas hasta finales del siglo XVIII, cuando la revolución burguesa francesa asesta un golpe definitivo al Derecho Foral. La burguesía vasca apoyó, salvo excepciones (Garat…) la revolución de 1789, y contó con el apoyo de franjas trabajadoras urbanas y campesinas, pero fue muy fuerte el deseo de preservar partes fundamentales del Derecho Foral en el nuevo régimen que se estaba creando. Ello fue imposible por el expansionismo nacionalista francés de la revolución y su hipercentralismo jacobino, que no dudó en aplastar cualquier resistencia, desoyendo las propuestas de solución negociada.

En épocas siguientes, las provocaciones del reino español y de la Iglesia, que movilizaron como carne de cañón a los sectores más reaccionarios del pueblo trabajador entonces existente en defensa de sus propiedades y privilegios, y de los intereses del reino español, sirvieron de excusa perfecta para las salvajes medidas represivas del centralismo francés, deportando a varios miles de personas (poblaciones enteras) muchas de las cuales muriendo de hambre y enfermedad en las marchas. La burguesía francesa recurrió desde entonces a todos los medios para anular la identidad vasca en Ipar EH: desertización económica, marginación política, represión cultural, militarización de su juventud, etc. Miles de vascas y vascos emigraron a otros continentes.

Estas razones explican la debilidad de la lucha de clases en Ipar EH, comparada con la de Hego EH, en este período y durante mucho. En el último tercio del siglo XIX, la economía de Ipar EH se basó, fundamentalmente, en la agricultura, la ganadería, la explotación forestal y la pesca. En definitiva, se trataba de una economía pobre, aislada y de subsistencia, con un predominio del policultivo, con abundancia de pastos y tan sólo un 10% de la tierra labrada. Abundaban los pequeños agricultores y el 80% de los cuales, cultivaba sus propias tierras. Entre 1832 y 1891, se calcula que emigraron a América unos 79.000 vascos, y la pérdida de población sólo pudo ser compensada con una elevada tasa de natalidad.

En el siglo XIX, la industria tenía un carácter artesanal, destacando únicamente las fábricas de calzado de Hasparren y de Maule. Esta última ciudad experimentó una fuerte inmigración de mano de obra, pasando su población de 2.100 habitantes, en 1880 a los 3.300 en el año 1901. La única industria pesada de Ipar Euskal Herria fue la siderúrgica de las Forges de l´Adour, situada cerca de Baiona, en la desembocadura del Adour. En 1883 se instaló en esta empresa el primer horno alto y en el primer tercio del siglo XX llegó a contar con 1800 trabajadores, aunque su producción fue 2,5 veces menor que la de AHV en 1925.

No sería hasta el final del siglo XIX cuando empieza a tomar cuerpo el actual pueblo trabajador pero esto no quiere decir que en el siglo XIX no existiera la lucha de clases sino que esta se expresó en un contexto hipermilitarizado por las sucesivas guerras y crisis bélica que se vieron: revolución burguesa francesa, guerra de la convención, guerras napoleónicas, revolución de 1830, primera guerra llamada carlista de 1833-39 después de un clima de guerra civil latente desde 1813.

En Hego Euskal Herria la derrota militar de 1839 facilitó la realización del sueño de la burguesía vasca de subir las aduanas del Ebro a los Pirineos, crearon las condiciones jurídico-políticas (derogación de los fueros, que afectan a la propiedad de la tierra, comunales sobre todo, y ponía límites a la extracción de mineral) para la llamada “revolución industrial vasca”. Por otra parte, los avances tecnológicos producidos en el siglo XIX, entre los que hay que destacar el descubrimiento y la aplicación del sistema Bessemer en la siderurgia, unidos a la existencia de importantes yacimientos de hierro, de gran calidad, en el subsuelo vizcaíno, y a la proximidad del puerto de Bilbao, favorecieron el desarrollo de un rápido proceso de industrialización. Así, en 1841 se funda la empresa Santa Ana de Bolueta y en 1855 la fábrica de Nuestra Sra. del Carmen.

El procedimiento Bessemer permitía la obtención de acero a partir de mineral de hierro con bajo contenido en fósforo, como era el que se extraía en Bizkaia. Lo cual hizo aumentar considerablemente la demanda internacional de mineral vasco. Por otra parte, la modificación del arancel (1868) en un sentido librecambista y del descenso del precio de los fletes, posibilitó el aprovechamiento del viaje de retorno de los barcos que transportaban mineral de hierro a Inglaterra para importar carbón británico, lo cual redujo la dependencia de la reciente siderurgia vasca del mineral de carbón astur-leonés 7

Estos cambios no detuvieron los conflictos sociales ni las guerras: revolución de 1848, segunda guerra llamada carlista en 1872-76, guerra de 1870, guerra de 1898, por citar las más conocidas. Es en este violento siglo en el que se va transitando del pueblo trabajador preindustrial hasta iniciar las primeras luchas obreras y populares de manera irreversible en la década de 1890, cuando se empieza a formar el «nuevo» pueblo trabajador.

La población trabajadora inglesa sufrió este mismo avance, pero un siglo antes, como explica Ph. Mortimer en su estudio sobre la sublevación popular en el Londres de 1780 aplastada en sangre: «el pequeño pueblo trabajador de las tiendas ambulantes y de los talleres de Londres»8 se sublevó durante tres días feroces contra su burguesía. Pero conforme avanzaba la industrialización del vapor este «viejo» pueblo trabajador desaparecería bajo el empuje del nuevo, del que recurrió al ludismo, a las asociaciones obreras antesala del sindicalismo, etc., en su sistemática resistencia al capitalismo industrial.

Un siglo más tarde el pueblo trabajador preindustrial vasco vivió esta misma transformación idéntica en el fondo y hasta con bastantes similitudes en la forma, que no podemos exponer ahora. La larga lucha de clases preindustrial se caracterizó por dos bloques de lecciones que reaparecerían con formas y ritmos diferentes desde finales del siglo XIX en adelante.

Una lección era positiva y ha ido fortaleciéndose con el tiempo a pesar de los cambios de sus expresiones externas: la importancia del euskara y de la cultura popular en las matxinadas; la defensa de los derechos forales sobre todo en sus contenidos sociales; y el papel de las mujeres trabajadoras, campesinas y urbanas en el estallido de las matxinadas y en otras muchas resistencias, por ejemplo la de las labortanas entre 1773 y 1784 cultivadoras de de tabaco que se negaron a ceder ante las exigencias parisinas de subir los impuestos al declarar al tabaco monopolio estatal: no las intimidó ni la llegada del ejército francés que tuvo que negociar un acuerdo con ellas.

Otra lección era negativa y reaparece con fuerza cuando se dan ciertas condiciones sociopolíticas y económicas que refuerzan la confianza en las instituciones representativas existentes en ese momento. Aunque estas han cambiando en el capitalismo industrial, sectores amplios de las clases trabajadoras siguen creyendo contra toda evidencia en la bondad intrínseca de la democracia burguesa, de la ley capitalista y de su Estado; la inexperiencia organizativa en lo político de amplias franjas trabajadoras es tan actual ahora como en los siglos XV-XVIII; y la capacidad de la burguesía para recuperar el poder debilitado por las luchas obreras y populares nos recuerda a la del pasado.

Ambas lecciones adquieren formas específicas en Hego Euskal Herria por una serie de factores que entorpecían y dificultaban el desarrollo del proceso. Entre ellos, cabe citar: la ausencia de una mentalidad capitalista industrial; la inexistencia de un mercado estato-nacional burgués; el que no se hubiese producido una “revolución agrícola” en beneficio de la burguesía; la falta de estímulos a la inversión; el escaso desarrollo legislativo, en materia mercantil, industrial y bancaria; etc. Esto se debía a que en el Estado español no llegó a haber una revolución burguesa como la que tuvo lugar en los Países Bajos, en Inglaterra, en Francia y en EEUU y que, en caso de que hubiese llegado a producirse, podría haber dado lugar a la creación de una nación capitalista moderna y al establecimiento de un único mercado nacional.

Las Ferrerías del Aturri (Forges de l’Adour). En 1833 se enciende el primer alto horno de la nueva planta siderúrgica. En 1884, se inaugura oficialmente la fábrica, cuya plantilla alcanzará los 2.155 asalariados en 1920, y que modifica notablemente el paisaje urbano, económico y social de Bokale.

La actividad del puerto creció considerablemente y se produjeron numerosos conflictos laborales. Notable el de 1897, con la presencia del socialista J. Guesdes. Ese año se crea el sindicato de los trabajadores de las Herrerías del Aturri. En 1911 tiene lugar una de las grandes huelgas de los estibadores del puerto de Baiona (aumento de sueldo y mejoras de las condiciones de trabajo). Paró la actividad portuaria y fue reducida por los húsares de Tarbes.

De 1914 a 1918 las Herrerías trabajaron para la I guerra mundial. La plantilla (2000 personas) se cubrió con mujeres y personas inmigrantes. En 1917 la fábrica fue bombardeada.

El impacto de los centenares de jóvenes muertos en las guerras que organizaba el imperialismo francés supuso una losa de plomo para la identidad vasca, siendo a la vez un poderoso medio de manipulación afectiva y sentimental para expandir el nacionalismo francés. Aún así, la identidad vasca no se extinguió de todo, y hasta se recuperó gracias a la conciencia de sectores populares.

Una ayuda para esta resistencia fueron las relaciones que Ipar EH estableció con Hego EH en las guerras llamadas carlistas de 1833-39 y 1872-76. Luego, con el surgimiento del nacionalismo burgués sabiniano, con los lazos con los refugiados a raíz de 1936-44.

Conflictos, protestas, huelgas… entre 1918-1920. De octubre a diciembre de 1920 huelga general, duramente reprimida. Solidaridad del sindicato y campesinos aparceros del Bajo Aturri. 1930 huelga general y ocupación de la fábrica. La primera ocupación de una fábrica en Francia. Oleada de despidos, sobre todo a militantes sindicalistas de la CGTU. Drante la represión de 1933-34, las primeras víctimas del paro son los unitarios. Movimientos de desempleados y apoyo a las listas comunistas en las municipales del 35 en Tarnos y Bokale.

En 1937 se instaló en Anglet la empresa aeronáutica Latécoère, procedente de Toulouse, que entró en crisis al finalizarla Segunda Guerra Mundial. También fracasó el intento de crear una banca local, como sucedió con el Crédit Basque (1919) que fue cerrado en 1940.

En 1950 se crea la Comunidad Europea del carbón y el acero, y se cierra la fábrica. Manifestaciones en la calle de todas las capas de la población, organizaciones políticas, sindicales, económicas, religiosas. Posterior “reconversión” que para 1965 recolocó a la mayoría de los obreros.

Las condiciones económicas imperantes en Ipar EH, no permitieron el surgimiento de una burguesía industrial autóctona. Sólo a partir de la década de los 50 del siglo XX, se produjo una leve industrialización aunque, en la década siguiente quebraron algunas de las empresas tradicionales y tuvo lugar un proceso de reconversión similar al que se produjo en Bizkaia en los años 80.

En general, el lento desarrollo económico de Ipar EH, se ha basado en el sector primario, con ritmos y características diferentes en la costa y en el interior.

En Hego EH, entre 1857 y 1901, sobre todo aprovechando la coyuntura expansiva de 1899-1901, se crearon las principales instituciones financieras vascas. Así, en 1857, un grupo de empresarios agrupados en torno a la Junta de Comercio de Bilbao crea el Banco de Bilbao. Este banco financiaría diversos proyectos industriales como la construcción de ferrocarriles y la creación de empresas siderometalúrgicas, así como la explotación de minas de carbón. Poco más tarde, en 1891, se crea el Banco de Comercio, que en 1901 se fusionaría con el anterior. En 1899, se crea el Banco Guipuzcoano. En el año 1900, se crea el Banco de Vitoria; y en 1901, también en Bilbao, se fundarían el Banco de Vizcaya y el Crédito de la Unión Minera.

La naciente siderurgia vasca estuvo ligada, en sus orígenes, a las inversiones financieras procedentes de todos esos bancos recientemente creados, aunque también guardó una estrecha relación con las inversiones de capital extranjero, principalmente inglés, en el sector de la minería. Un ejemplo lo tenemos en la zona del bajo Ibaizabal9 con un desarrollo industrial inserto en las grandes redes del comercio que transitaba de la fase colonial a la fase imperialista. 10

Pero el «boom» provocado por la IGM fue nacionalmente destructor para Euskal Herria en su conjunto, por el simple hecho de no ser una nación independiente con su Estado propio. Fue, además, un golpe al Euskal Herri Langilea tal cual existía en aquél momento. En Hipar EH, la clase trabajadora tuvo que aguantar duras condiciones de explotación socioeconómica y control político. Del mismo modo, la conciencia nacional vasca en Hipar EH fue ahogada por la manipulación propagandística del nacionalismo francés según el cual miles de hombres jóvenes fueron a morir «voluntariamente» por el Estado francés que criminalizó a los varios miles de «desertores» que se escondieron o emigraron y se exiliaron.

Miles de mujeres quedaron viudas, huérfanas y solteras con el consiguiente empobrecimiento social y reforzamiento del sistema patriarco-burgués. La fractura social que no hará sino agudizarse durante el período de post guerra, y posteriores guerras en las que participa el gobierno francés. Las guerras de finales del siglo XIX -1870 contra Alemania- y el siglo XX está n en la base de la pérdida de identidad (lengua-cultura) euskaldun y del proceso de asimilación francés.

En la parte de Euskal Herria bajo dominación española las guerras también afectaron profundamente a la conciencia vasca, aunque con formas diferentes por las fuertes diferencias entre los Estados español y francés. El desarrollo de la industria siderúrgica en Gipuzkoa tuvo un alcance más limitado.11

Durante esta fase inicial de la industrialización, también se desarrollaron los primeros ferrocarriles. Surgieron así las siguientes líneas: Bilbao-Tudela, por Miranda (1863); Bilbao-Muskiz (1865); La Robla-Balmaseda (1884); Bilbao-Portugalete (1888); Bilbao-Plentzia, que se construyó en dos fases, Bilbao-Las Arenas (1887) y Las Arenas-Plentzia (1897); y el Elgoibar San Sebastián (1895).

Esta primera fase de la industrialización es la que se suele considerar como una auténtica revolución industrial vasca y es la que hizo posible un desarrollo económico diferenciado sobre todo en la franja costera (Bizkaia, Gipuzkoa y Lapurdi). Es en este proceso en el que surge el proletariado vasco como la clase explotada y la, potencialmente, más revolucionaria. El surgimiento del proletariado supone a su vez la aguda transformación de Euskal Herri Langilea en el sentido de empezar a relegar a segundo plano a la clase campesina, baserritarras, al trabajador de los pequeños talleres y al artesanado, y luego vendría la industrialización de los arrantzales. La mujer trabajadora sufrirá estos cambios con más dureza que los hombres, con más indefensión.

En cuanto a Nafarroa, las primeras industrias siderúrgicas surgen a finales del siglo XVIII, en la zona de Vera de Bidasoa, a partir de primitivas ferrerías que utilizaban el carbón vegetal obtenido en los bosques cercanos. En 1857, los Ibarra, de Bilbao, compran la fábrica de fundición de hierro de Vera, que funcionaba a partir del mineral que se obtenía en las cinco minas de la zona, “La Ley”, “La Catarata”, “La Rica”, “Santa Ana” y “La Amistad”. Pocos años más tarde surgen las primeras instituciones financieras. En 1863, se crea en Pamplona el Crédito Navarro, y en 1866 La Agrícola. No obstante, esta primera industrialización no llegaría a consolidarse y la economía de Navarra continuaría siendo esencialmente agrícola hasta mediados del siguiente siglo.

El capitalismo vasco dio lugar, entre 1877 y 1930 a un fuerte flujo migratorio, principalmente hacia el territorio de Bizkaia, donde se concentró en la ciudad de Bilbao y en la zona minero-fabril. La magnitud de esa corriente migratoria fue tal que produjo una verdadera “revolución demográfica”.

En estos procesos migratorios, significar dentro del éxodo interno del caserío al pueblo o ciudad (que implicó la alienación identitaria euskaldun y la proletarización), el de trabajadoras euskaldunes a los pueblos y ciudades: criadas, cocineras, añas, doncellas…, como parte de su “formación” para el futuro como “amas de casa”. Ya que tanto la burguesía como la clase trabajadora masculina acordó que el lugar de trabajo de las mujeres se redujese al “hogar” y a “sus tareas”. No obstante, al no ser suficiente el salario del “cabeza de familia” para mantener a la familia, las amas de casa (no consideradas trabajadoras) realizarán en casa una doble jornada: gratuitamente, el trabajo doméstico y de cuidados en la reproducción de la fuerza de trabajo, más el trabajo en economía sumergida (en casa o en el exterior), remunerado, “a destajo” y sin ningún tipo de derechos laborales.

En 1900, casi el 50% de la población masculina de Bilbao había nacido fuera de Euskal Herria. Un pueblo industrial como Barakaldo, pasó de tener 4.700 habitantes en 1877 a los 34.200 en 1930. Según los censos de 1910 y 1920, el 27% del total de la población de Bizkaia era de procedencia inmigrante12. Por el contrario, en Gipuzkoa, el fenómeno migratorio fue menos importante que en Bizkaia y, por otra parte, no se centró en unas comarcas determinadas, sino que se repartió más homogéneamente por el conjunto del territorio13.

El fenómeno migratorio tuvo unas importantes consecuencias en el proceso de formación del proletariado vasco, dando lugar a dos sectores claramente diferenciados entre sí, uno inmigrante y otro autóctono, lo que dificultó enormemente la necesaria unidad de la clase obrera, adherida a dos proyectos nacionales antagónicos. Así, el movimiento obrero vasco en Hego EH quedó pronto dividido en dos centrales sindicales, una la UGT, de orientación socialista y de ámbito estatal, que celebró su primer congreso en Barcelona (1888); y otra la de SOV (posteriormente ELA) fundada en 1911 y promovida por un partido burgués, el PNV.

Esta división del proletariado vasco tenía lugar en unos momentos en que la explotación social era más descarnada y la lucha de clases se hacía más virulenta, sobre todo en la zona minera y en la Ría de Bilbao. Desde 1890, las huelgas mineras fueron cada vez más frecuentes, desembocando muchas veces en huelgas generales en toda la Margen izquierda que llevaron a la intervención del ejército. Es conocido el bando del general Loma, dictado para poner fin a la huelga en 1890. En 1903 también tuvo lugar una huelga que finalizó con la promulgación de otro laudo, el bando del capitán general Zappino, en el que se recogían varias de las reivindicaciones obreras más importantes. Nuevamente se produjeron huelgas minero-fabriles en 1906, en 1917, en 1920 y 1921, por citar sólo algunas de las más importantes.

Es necesario que nos detengamos un instante en detallar siquiera brevemente una realidad estructural del capitalismo vasco que entonces aparece y que se mantendrá hasta hoy mismo: el crucial papel de las fuerzas represivas militares y policiales en la represión de la lucha de clases y en la supervivencia de la clase burguesa, supervivencia siempre unida a los Estados español y francés. En años posteriores, la represión será también la opción estatal en la represión del movimiento de liberación nacional.

La Huelga General de mayo de 1890 desborda todos los controles militares y obliga al general Loma a negociar directamente con los huelguistas, firmándose el “Pacto de Loma” que beneficia algo más a la clase obrera que a la patronal, por lo que tras la vuelta al trabajo la patronal lo incumpliría sistemáticamente. En la Huelga General de 1903 el general Zappino, al mando de un Regimiento de Artillería de Montaña, abre negociaciones por su cuenta con los obreros debido a la ineficacia de la patronal, pero llegando luego a unos acuerdos con ellos que la burguesía bilbaína debe aceptar.

En la Huelga General de 1906 es el propio rey español, que veraneaba en Donostia, quien interviene a petición de la patronal para llegar a un acuerdo con la clase obrera, acuerdo que la burguesía incumplió. La Huelga General de 1910 fue la respuesta popular a este incumplimiento y de nuevo los obreros negocian la solución con el general Aguilar que dirige el Estado de Guerra y con Merino, Ministro de la Gobernación.

El desarrollo desigual del capitalismo en Euskal Herria, es el que ha conferido una especificidad tan acentuada a su estructura socioeconómica, lo que permite hablar de una formación social vasca y de un marco autónomo de la lucha de clases.

Sin embargo, al igual que hay una serie de factores que tienden a reforzar el carácter específico de la formación económica y social vasca, configurándola como conjunto de condiciones nacionales de producción y, por tanto, delimitando un marco (nacional) autónomo de lucha de clases; también hay otros factores que tienden a diluir y a difuminar esos rasgos específicos, reforzando el concepto de marco único (estatal) de lucha de clases.

Ambas tendencias actúan simultáneamente, ya que están dialécticamente unidas, pues forman parte de una misma contradicción, en la que el aspecto principal lo constituye el conjunto de factores que favorece la conformación de Euskal Herria como marco autónomo. Pero, debemos tener en cuenta que, en determinadas condiciones, cada elemento puede transformarse en su contrario.

En cuanto a lo que hemos denominado como revolución industrial vasca, hay que resaltar las dimensiones tan limitadas del ámbito geográfico en que tuvo lugar, ya que sólo se desarrolló en la zona costera de Bizkaia, Gipuzkoa y Lapurdi (entre el último tercio del siglo XIX y las dos primeras décadas del XX) y que el proceso de industrialización no se extendió a ciertas zonas Araba y Nafarroa hasta la segunda mitad del siglo XX, manteniéndose el resto del país centrado en una economía básicamente agrícola y ganadera.

En el caso de estos dos últimos territorios, la industrialización se desarrolló en unas condiciones marcadas por la sangrienta dictadura franquista, la total falta de libertades políticas y sindicales, y la feroz represión contra la sociedad vasca, en general, contra el naciente movimiento de liberación nacional y contra el movimiento obrero que aún no se había repuesto de la desarticulación que sufrió tras la derrota en la guerra antifascista.

Hasta ahora nos hemos limitado únicamente a la industrialización inicial de Euskal Herria. Sin embargo, podríamos referirnos a otros periodos del desarrollo de la economía vasca, aunque no nos detendremos en su estudio por no resultar significativos para el objeto de este trabajo. Por eso, únicamente nos limitaremos a enunciarlos. Así, tendríamos que considerar: el periodo de consolidación económica (1914-1936); el de autarquía de postguerra (1939-1959); el de desarrollo económico (1960-1975); el de crisis (1975-1985); el de la reconversión industrial (1985-1995); uno periodo de crecimiento relativo (1995-2008), con fuerte peso del sector de la construcción; y finalmente el periodo de crisis que atravesamos actualmente (2008- ).

Ipar EH tiene una posición estratégica para el flujo económico entre el norte y el sur de la UE. Al año, pasan por Ipar EH unos 52 millones de toneladas de mercancías (por carretera y ferrocarril). Unas 600.000 toneladas lo hacen empleando un sistema combinado tren/carretera. El puerto de Baiona ocupa el noveno lugar entre los puertos franceses. Tiene una importancia regional, dentro de la región de Aquitania a la que pertenece administrativamente, y por él pasan 4 millones de toneladas al año 14.

Según datos referentes a 2001, en Ipar EHn había 26.643 empresas, de las que el 61% eran unipersonales (trabajadores autónomos) y el 36% contaban con menos de 10 trabajadores. Por otra parte, el 69% de las personas asalariadas estaban empleadas en empresas de menos de 50 trabajadoras-es 15.

La industrialización en la costa de Ipar EH, facilitó el resurgir de la conciencia vasca desde el interior mismo de Ipar EH. De nuevo, la represión franquista exacerbada desde finales de los años 60 en Hego EH ayudó de alguna manera, resultando de todo ello que a partir de los acontecimientos del mayo’68 se genera un clima social propicio para la reivindicación nacional que llega incluso a expresarse parcialmente en el recurso a todas las formas de resistencia.

La política de desindustrialización y periferización impuesta desde París ocultaba una trampa mortal: el turismo como recurso económico fundamental. Pero de nuevo se organizó la resistencia, y esta vez unida a una tendencia al alza de la identidad vasca, como se está demostrando en muchos frentes, desde el de la defensa del euskara hasta el electoral, pasando por el sindical, etc.

En la actualidad: respecto al sector primario, hay que decir que ocupa a una pequeña parte de la población activa, que se extiende fundamentalmente por los cantones rurales del interior (Baja Navarra y Zuberoa), así como por la zona intermedia de Lapurdi, representando un porcentaje muy pequeño (entorno al 2%) en la zona costera). No obstante, está teniendo lugar una progresiva reducción del número de explotaciones agrícolas, que entre 1988 y el 2000, han disminuido en un 16% 16. Actualmente el sector ocupa a 6.500 personas.

En el sector industrial, hay que destacar el subsector de bienes de equipo (aeronáutica, mecánica, material eléctrico, electrónica, informática y material de oficina), el de bienes intermedios (textil, química, papel, caucho, etc.), el de bienes de consumo (cuero y calzado, farmacia, edición, etc.) y el de la alimentación.

Según datos referentes al año 2003, el subsector agroalimentario ocupaba a 2.200 trabajadoras-es, el de bienes de consumo a 2.700, el de bienes de equipo a 3.500 y el de bienes intermedios a 3.60017. Hay que resaltar que la industria es muy dependiente del exterior y que el 32% de las y los trabajadores pertenecen a empresas multinacionales.

Como hemos dicho más arriba, la pequeña empresa domina en el sector productivo de Ipar EH, absorbiendo al 97% del empleo. La mayoría de las microempresas que forman el tejido productivo de Ipar EH, se subdivide entre artesanía y otras actividades (industria, construcción, servicios y comercio).

3. LA ESTRUCTURA DE LA EXPLOTACIÓN DEL TRABAJO.

Las clases sociales en Euskal Herria

Generalmente se emplea el concepto de «estructura clasista» para referirse a la composición de clase, pero preferimos hablar de estructura de la explotación del trabajo por dos motivos: porque esta segunda forma permite tener siempre presente la realidad mayoritaria de la explotación de la mujer como elemento básico en el trabajo humano, y porque permite incluir dentro del concepto de explotación de clase a muchas formas de trabajo explotado aunque no directamente asalariado, sobre todo a aquellas realizadas por mujeres, niñas y niños, etc., en la economía sumergida, ilegal.

La estructura de la explotación del trabajo integra al concepto de clase que tiene el marxismo, pero la definición de clase de la ideología patriarco-burguesa y nacionalista opresora no integra a las crecientes formas de trabajo explotado y explotable, eso que llaman «trabajo flexible» que la burguesía va imponiendo según el modelo de la primera forma de explotación durante el tránsito de la manufactura y del taller pequeño a la mediana y gran fábrica industrial.

En las grandes empresas, bancos y centros de poder, la mujer burguesa apenas está presente, y cuando lo logra es precisamente porque asume, practica e impone los valores patriarco-burgueses. A comienzos de 2016 solamente el 16,6% de los ejecutivos de las altas empresas españolas eran mujeres, y en verano de 2015 las mujeres científicas sólo reciben el 18% de los premios por su trabajo y ocupan el 20% de los cargos de responsabilidad. La presencia de mujeres en el Foro de Davos de 2014 es justo el 16% de las personas asistentes, mientras que en 2013 fue del 17%. Las mujeres que acaban sus estudios universitarios tienen más dificultades que los hombres para encontrar una empresa que las explote tras sus estudios: en 2014 los varones con trabajo eran el 78% y la mujeres el 74,1%.

La estructura de explotación del trabajo (en la economía oficial, reglada) en gran parte de lo que se denomina «sector servicios», o en sectores de asistencia social sea privada, pública o estatal, en sectores de profesiones «liberales», autónomas o de pequeños negocios, etc., como sanidad, arquitectura, abogacía, sociología, restaurantes, farmacias, transporte, alimentación, academias privadas, etc., esta estructura de explotación recae fundamentalmente sobre fuerza de trabajo femenina, secretarias, enfermeras, asistentes, administrativas, etc. Estructura patriaco-burguesa que se adapta a las condiciones concretas de cada rama económica y que obtiene con ello más plusvalía absoluta y relativa. A finales de 2014 el burgués Foro Económico Mundial sostuvo que, de seguir todo como hasta entonces, harían falta 81 años para que le igualasen los salarios masculinos y femeninos.

Otros muchos puestos de trabajo (en la economía no oficial, no reglada) están reservados para mujeres de origen étnico y/o nacional distinto, migrantes empobrecidas que necesitan cualquier sueldito sea legal o ilegal, tales como prostitución, duros y sucios trabajos de limpieza, de cuidados domésticos y/o a personas de tercera edad, de cocina en restaurantes o bares, en pequeños comercios, etc. El racismo y la opresión etno-nacional van unidas al sexismo encubierto y al acoso y agresión sexuales descaradas. Si en la primera forma arriba expuesta la plusvalía obtenida es apreciable, en este nivel segundo, infinitamente más desprotegido e indefenso, la plusvalía no sólo es económica sino también cultural (opresión etno-nacional), y sexual en cualquiera de sus formas.

Tendremos que tener siempre en cuenta esta estructura patriarco-burguesa de explotación del trabajo para entender cómo es la composición de Euskal Herri Langilea. En cuanto a la población activa de los territorios de Hego Euskal Herria, hay que decir que en 2010, en la CAV era de 1.049.400 personas (938.700 ocupadas y 110.700 paradas) y en Nafarroa era de 308.300 personas (271.800 ocupadas y 36.500 paradas), lo que hace un total de población activa para todo Hego Euskal Herria de 1.357.700 personas (1.210.500 ocupadas y 147.200 paradas). Por otra parte, también hay que tener en cuenta la llamada población potencialmente activa, que incluye a todas las personas con edades entre 16 y 65 años, y que en la CAPV era de 1.825.600 personas y en Nafarroa de 511.400 18. No hay datos, sin embargo, sobre la economía sumergida, no reglada.

El conocimiento de la estructura de clases de un país es esencial de cara a determinar, con la mayor objetividad posible, que clases y/o sectores sociales son susceptibles de ser agrupados para impulsar la lucha por la transformación revolucionaria de la sociedad. Cuáles de ellas pueden constituir el “motor” principal del cambio social y cuál puede y debe desempeñar el papel de fuerza social dirigente en el proceso revolucionario.

Debido a limitaciones insalvables, hemos tenido que centrarnos en la estructura social de Hego Euskal Herria, podemos diferenciar en ella las siguientes clases.

3.1. La clase dominante. La gran burguesia

Para entender lo que sigue es fundamental que partamos de lo explicado arriba sobre el fundamental papel jugado por el ejército español en la implantación del capitalismo industrial y de sus estructuras político-administrativas, culturales, represivas, etc., así como la importancia del la I Guerra Mundial para el afrancesamiento de las trabajadoras y trabajadores de Ipar EH, según hemos visto arriba. No se puede separar la formación de la burguesía de la formación del proletariado, y para entender cómo se creó la burguesía vasca hay que entender a la vez cómo los Estados español y francés impusieron las estructuras político-administrativas sin las cuales nunca funcionaría el capitalismo. La opresión nacional y el desarrollo del capitalismo-patriarcal forman una unidad.

La gran burguesía vasca surgió en el último tercio del siglo XIX en el contexto hiper-militarizado arriba expuesto, con el desarrollo de la minería, de la siderurgia, de los ferrocarriles y la construcción naval y ha contribuido a la consolidación del Estado español. Esta clase, apoyó resueltamente el levantamiento fascista del 18 de Julio de 1936, que dio origen a la guerra antifascista (1936-39) y tras el triunfo franquista, también apoyó el establecimiento de la sangrienta dictadura fascista que ha sojuzgado a nuestro pueblo durante casi cuarenta años.

Esta clase está fuertemente integrada en la oligarquía española, que es quien detenta el poder del Estado, y sus intereses económicos y políticos trascienden el ámbito vasco, coincidiendo plenamente con los de aquella. Por eso, aunque su origen se sitúe en Hego Euskal Herria no es euskaldun, considero más apropiado no establecer distinciones entre ambas y, en adelante, me referiré únicamente a la gran burguesía, a la oligarquía española o a la clase dominante, indistintamente.

La gran burguesía (vasco-española y vasco-francesa) es la propietaria de las grandes empresas industriales y energéticas, de las compañías constructoras, de las empresas de telecomunicaciones y de la mayor parte de los grandes centros comerciales, así como de las grandes compañías de seguros y los bancos más importantes. Igualmente posee los principales medios de comunicación desde los que se legitima y reproduce un modelo de sociedad no vasca (francesa o española en sus referencias), capitalista y patriarcal.

La gran burguesía detenta los resortes esenciales del poder del Estado aunque, en determinadas condiciones, comparta con otras clases (burguesía media o determinadas fracciones de la pequeña burguesía) algunos elementos del mismo, configurando lo que se denomina bloque de poder 19. Esta articulación se pone de manifiesto claramente en el caso de los estados español y francés donde su estructura político-administrativa autonómica posibilita la incorporación de las distintas burguesías periféricas a dicho bloque, desde donde se propugnará la integración de la población en las naciones francesa y/o española.

Es sabido que las cuatro grandes burguesías –holandesa, inglesa, norteamericana y francesa- no tuvieron más remedio que, en contra de su voluntad, encabezar revoluciones político-militares para desbancar del poder del Estado a la nobleza, haciendo irreversible el desarrollo capitalista. Ipar Euskal Herria será marcada por esa revolución burguesa como hemos dicho arriba, mientras que la suerte de Hego Euskal Herria estará marcada por los fracasos de los cobardes y débiles intentos de revolución burguesa en el Estado español.

En líneas generales, la gran burguesía «vasca», es decir, con nacimiento en Euskal Herria u origen familiar en ella, mantiene una posición ideológica chovinista (españolista/francesa) de “gran nación”, y lleva a cabo una política de defensa a ultranza de la unidad territorial de ambos Estados porque le son imprescindibles para su supervivencia como clase. Sus representantes más destacados son el PP y el PSOE en España y a otra escala, el de la mediana burguesía como luego veremos, UPN y PNV en los territorios vascos bajo dominación española. En la parte dominada por el Estado francés, son el UPM y PSF, y a otra escala muy reducida el PNV. Cada uno de ellos vinculado a una u otra fracción de la clase dominante, y diferenciados entre sí tan sólo por cuestiones accesorias ya que, en todo lo esencial, comparten y defienden unos mismos intereses de clase.

3.2. La burguesía media

Para definirla, debemos tener en cuenta tanto sus relaciones con la clase dominante, como las que mantiene con el resto de las clases por ella dominadas. Podemos decir que la burguesía media está orgánicamente integrada en el mecanismo global de acumulación y de reproducción de las relaciones de producción capitalistas hegemonizado por la gran burguesía. Lo que significa que funciona, se desarrolla y reproduce como parte orgánica del funcionamiento, desarrollo y reproducción del sistema capitalista.

La gran burguesía «vasca» recurre a los Estados español y francés para descargar parte de la crisis sobre la mediana y pequeña burguesía, sobre todo si reivindica derechos nacionales que minen las arcas francesas y españolas. Sobre todo las y los baserritarras, arrantzales y pequeño burgueses y, en menor medida, la mediana burguesía vasca han sufrido los costos de la «integración» en la Unión Europa y en la UE, aunque no tanto como lo está padeciendo Euskal Herri Langilea.

Al gran capital le interesa mantener subordinada a él a la burguesía media, tanto por razones económicas como políticas. Pero, el desarrollo del capitalismo, sobre todo en los periodos de profunda crisis económica, acentúa las contradicciones entre la burguesía media y la gran burguesía. Al mismo tiempo que el hecho nacional, como ocurre en el caso de Euskal Herria, condiciona y modula la relación dialéctica entre ambos. Por ello, podemos decir que entre la gran burguesía y la burguesía media, hay una relación simultánea de oposición y de complementariedad.

A pesar de estas presiones de la gran burguesía, su hermana mayor, la media burguesía, como específica fracción de clase, jamás de enfrentará a muerte al Estado burgués, aunque individuos aislados sí decidan hacerlo, entrando en ese grupito que se ha definido como «traidores a su clase».

La experiencia vasca es también concluyente: si bien algunas pequeñas escisiones internas al partido que representa fundamentalmente a la media burguesía autonomista, el PNV, planteaban el enfrentamiento con el Estado español en crisis extraordinarias como la sublevación franquista, jamás buscaron la superación del capitalismo. Además, buena parte de sus bases iniciales terminaron volviendo al PNV.

Hasta presente, podemos hablar de tres sucesivas «pruebas del algodón» que certifican que también la mediana burguesía vasca actúa como sus hermanas de clase: durante la guerra de resistencia nacional contra la invasión franquista, que a la vez es lucha de clases en el interior de Euskal Herria, entre 1936 y 1944, cuando el derrotado el nazismo en Iparralde. Durante la llamada «transición» del franquismo a la monarquía entre 1973 y 1982 en Hego Euskal Herria; y desde el estallido de la crisis sistémica que pudre al Estado español desde 2007 hasta ahora, y que está aún sin cerrar. En los tres momentos críticos, que podrían sido pasos irreversibles en el avance democrático-radical, la mediana burguesía ha cumplido fielmente los mandatos de su hermana mayor, la gran burguesía, y del capitalismo franco-español, si bien poco antes de la crisis de 2007 una parte intentó adecuar ligeramente el estrecho marco autonómico de la CAV mediante el fracasado «Plan Ibarretxe» como veremos a continuación.

Respecto a la burguesía media vasca actual, conviene aclarar que esta clase está formada por los propietarios de la gran mayoría de las empresas de tamaño medio, ya sean industriales, comerciales o de servicios, así como de una parte de la banca.

Según los datos de que disponemos, en 2010 se contabilizaban en la CAPV 1688 empresas de tamaño medio, de entre 50 y 250 trabajadores (el 0,98% del total). Igualmente se pueden incluir en esta clase a los agricultores acomodados. Sin duda alguna, se trata de una clase explotadora.

La burguesía media vasca es una clase contradictoria. Por una parte, está sometida al expolio de la gran burguesía monopolista y de las multinacionales, pero por otra, necesita de los mercados español y francés para sobrevivir. Está económicamente subordinada a la alta burguesía y a su Estado (a través del crédito, de las políticas de precios y salarios, de la política fiscal, de las subvenciones, de los planes de estabilización y/o de reconversión, y a menudo también, a través de su participación accionarial en las empresas propiedad de la gran burguesía, etc.).

Actualmente, entre los 500 principales grupos empresariales del Estado español, se encuentran cerca de un centenar de grupos vascos (por ejemplo, Iberdrola, Gamesa Corporación Tecnológica, Cie Automotive, CAF, Eulen, Natur Gas Energía, etc.) y entre las 5000 empresas más importantes del Estado español, de los distintos sectores, hay 547 vascas (426 en la CAPV y 121 en Nafarroa)20.

Pero, además de la oligarquía española y francesa, también debemos hablar de la importante penetración del capital extranjero y de las empresas multinacionales (europeas, norteamericanas, japonesas, coreanas, etc.) en Euskal Herria. Con lo cual, a los intereses de la oligarquía en mantener su dominación económica, política y social, vienen a añadirse los propios del capital transnacional.

Por ejemplo, la penetración del capital transnacional en Hego Euskal Herria tiene un especial relieve en el caso de Nafarroa, donde la inversión en el sector industrial alcanzó en 2010 la cuantía de 41,7 millones de euros, frente a los 12,7 en 2009, procediendo principalmente de Países Bajos, Luxemburgo, Japón, Francia y EEUU. Entre los sectores de la industria que han recibido esas inversiones, hay que destacar el de automoción (Volkswagen, TRW, KYB, SKF, etc.), el agroalimentario (Florette-Vega Mayor, Ardovries, Berlys Alimentación, etc.) y el metalúrgico (Zalain Transformados, Manufacturas de Aluminio Pamplona, etc.)21.

En Hego EH, un sector de la burguesía media vasca, el más fuerte y dinámico, ha tratado de superar los estrechos márgenes que le ofrece el mercado español, y ha procurado asociarse con otras empresas extranjeras e innovar su tecnología. Al mismo tiempo, en los años de prosperidad, al calor de la expansión económica, también ha aprovechado los distintos mecanismos que le ofrecía el estado español para reforzar su presencia en el exterior (principalmente en los mercados europeo, sudamericano y asiático) y ha utilizado los recursos financieros autóctonos (especialmente los de las cajas de ahorro) para estar en mejores condiciones de competir con otras empresas. Un ejemplo de esta actitud es el del sector de máquina herramienta, radicado principalmente en Gipuzkoa.

Con el objeto de situarse en una posición más ventajosa para defender sus intereses económicos y acceder en mejores condiciones al mercado internacional, una fracción de la burguesía media, representada por el PNV, ha venido defendiendo la ampliación del actual marco autonómico e incluso la creación de uno nuevo, donde pueda contar con mayores competencias. Esta fue la razón de que el Gobierno autónomo vasco presentase el llamado Plan Ibarretxe (aprobado por el Parlamento Vasco el 30 de diciembre de 2004 y rechazado por el Parlamento español el 1 de febrero de 2005), lo que en aquel momento provocó a una fuerte división en el seno de la patronal vasca, entre un sector autonomista y otro centralísta.

La mediana burguesía y en especial la pequeña, pueden defender posturas euskaldunes, tanto a nivel de lengua como de cultura, y de hecho lo hacen, Pero es una cultura euskaldun además de patriarcal, también burguesa, es decir, una mercancía con un valor de cambio que debe ser vendida en el mercado cultural mundial. A la vez, esas clases no dejarán de defender el sistema patriarcal a ultranza, ni de recluir a las mujeres (incluso a las de su clase “señora de…”) a “sus labores”, a ser esposa y madre (con estudios y dinero, para que otras mujeres realicen los trabajos a ellas adjudicados).

En épocas más actuales, apostarán por “compatibilizar” (compatibilización femenina, ya que a los trabajadores no se les plantea ese problema) el trabajo profesional remunerado con el trabajo de casa, lo que implica trabajos a tiempo parcial y delegación del trabajo (no de la responsabilidad) doméstico y cuidados en mujeres trabajadoras (inmigrantes en su gran mayoría).

Sin embargo, como venimos diciendo, la crisis iniciada en 2007, que multiplica exponencialmente su gravedad al estar unida esencialmente a la podredumbre del Estado español, ha hecho cerrar filas a esta clase y al PNV alrededor de la defensa de sus intereses sociales por encima y en contra de los de la nación trabajadora vasca. Por su carácter fuertemente contradictorio, la burguesía media es una clase vacilante y muy inclinada a la conciliación y al pacto con los distintos gobiernos del Estado español y francés, ya sean estos del PSOE, del PP o del PSF. Defensora de la co-oficialidad, del bilingüismo formal, no real, basado en derechos individuales y no colectivos… de la asimilación cultural, al son del txistu y tamboril.

La capa superior de burguesía media vasca, forma parte del bloque de poder. El resto de esta clase, las capas media e inferior, no forman parte de él, aunque se pueden considerar como una “clase de apoyo”. En cuanto a la fracción de la burguesía media, representada por el PNV y UPN en Hego EH y por el UMP o UDI partidos franceses en Ipar EH, podemos decir que es lo que se denomina una “clase reinante” (clase gobernante o gestora de los intereses de la gran burguesía, en el marco de la CAV). Algunos de sus miembros, llegan a desempeñar funciones tecno-burocráticas, como representantes de los intereses de los grupos financieros internacionales y empresas transnacionales en Euskal Herria.

La «clase reinante» en Ipar Euskal Herria presta menos atención y apoyo a la identidad vasca que su «hermana» de la otra parte de los Pirineos. De nuevo tenemos que mirar a la diferente evolución del capitalismo en ambas zonas para comprender las diferencias. Aunque la pequeña banca Intxauspe, esencialmente reaccionaria, apoye en algo a las y los baserritarras, tenderas-os, pequeños industriales, etc., no supone ningún peligro para la dominación francesa sino al contrario, cumple un papel parecido aunque menor que Laboral-Kutxa en Hegoalde. La poderosa industria francesa del turismo es una de las fuerzas socioeconómicas más desnacionalizadoras, y si bien algunos sectores socialistas y ecologistas de Iparralde están abriéndose lentamente a una identidad vasca abstracta, lo hacen dentro de la centralidad estatal francesa. Aun así, el sentimiento abertzale progresista y socialista va en aumento.

Volviendo a la composición interna de la mediana burguesía, también se pueden incluir en ella a cuadros directivos y superiores de las medianas empresas y cuyo número estimamos en unas 10.000 personas.

Aunque estos sectores no formen parte estrictamente de dicha clase, por no ser propietarios de los medios de producción, por la posición que ocupan en la división del trabajo (cumplen una función de planificación, organización y control), resultan imprescindibles para mantener el funcionamiento del proceso de producción, la acumulación de capital y la reproducción de las relaciones de producción capitalistas y patriarcales, españolas/francesas,, basadas en la explotación del trabajo asalariado, dividido en función del sexo y dentro del marco nacional vasco no reconocido.

Como síntesis de lo visto sobre la media burguesía, y como adelanto de lo que se dirá sobre la pequeña burguesía, recomendamos la lectura de la cita que sigue, extraída de un «viejo» documento de la izquierda abertzale:

«3) Burguesía media: Talleres tipo Guipúzcoa (entre dos y doscientos obreros). De tendencia conservadora, reformistas, liberales, demo-cristianos, anti-comunistas. Por la debilidad de su fuerza económica, están ligados a la gran burguesía, siendo de hecho sus criados más fieles, tanto en el aspecto social como en el nacional.

4) Pequeña burguesía: pequeños comerciantes y tenderos, intermediarios. Trabajan por sus propios medios y apenas si tienen empleados (de 12 a ninguno). Aunque son propietarios de sus modos de producción, se advierte en ciertos una tendencia a la proletarización de sus condiciones de trabajo (inseguridad del porvenir, pagan el pato de cualquier crisis económica, no viven demasiado holgadamente, larga jornada de trabajo…). Por su situación general vacilan entre el proletariado y la burguesía propiamente dicha: vacilante, falta de coraje político, sin embargo, siempre han sido susceptibles de adoptar posiciones extremas, pudiendo salir de su seno tanto revolucionarios como fascistas».

Ambos grupos presentan una explotación de tipo “paternalista”, a partir de una relación “cercana”, que se define “interclasista” y que dificulta la sindicalización y organización de las y los trabajadores, y que tienden más a la sumisión que a la confrontación. Tenemos que recordar aquí lo arriba expuesto sobre la especial explotación y marginación de las mujeres en estas clases cuyos intereses sociales, económicos, políticos, culturales y patriarcales les llevan a no enfrentarse a muerte a los Estados español y francés, y a su hermana mayor, la gran burguesía.

3.3. La pequeña burguesía

Pese a los cambios formales habidos en estos años, la pequeña burguesía actual está constituida por las y los pequeños empresarios (industriales, comerciantes, etc., que constituyen la que es conocida como “pequeña burguesía “tradicional”); las trabajadoras (fuerte implantación en esta subclase) y los trabajadores autónomos; personas artesanas y trabajadoras de cooperativas; todas ellas propietarias (individual o colectivamente) de los medios de producción, independientemente de que tengan contratados o no, a su servicio, otras personas asalariadas. También pertenecen a ella baserritarras (propietarios -propiedad masculina generalizada- del caserío, de tierras y ganado) y los propietarios-armadores de los barcos pesqueros, así como los patrones de los barcos de la flota de bajura (que generalmente forman parte de sus tripulaciones). La pequeña burguesía también es una clase explotadora, aunque no lo es en la misma medida que la gran burguesía o la burguesía media.

La pequeña burguesía es una clase de transición, intermedia entre la burguesía y la clase trabajadora Al estar algunos o muchos sectores de la pequeña burguesía tan cerca de la clase trabajadora, se ha sugerido que ciertas capas de trabajadores con altos salarios, los técnicos, especialistas, etc., forman la «nueva pequeña burguesía», cosa imposible porque estos sectores siguen siendo asalariados y no viven de la explotación de fuerza de trabajo. La pequeña burguesía tiene un origen y una composición contradictoria, pues es producto tanto de la pervivencia de la economía mercantil simple en la formación económica y social capitalista, como de la creciente incorporación de los avances científico-técnicos al proceso de producción y distribución, así como de la hipertrofia de los Estados, como consecuencia del número cada día mayor de funciones que debe asumir bajo el capitalismo.

La pequeña burguesía está formada por las propietarias y propietarios de las pequeñas empresas, de tipo familiar o sociedades limitadas, de entre 0 y 50 trabajadores, que en la CAV son unas 169.381 (el 98,85% del total). También forman parte de la pequeña burguesía unas 109.300 trabajadoras y trabajadores autónomos y 23.000 personas trabajando en cooperativas, así como unos 46.700 trabajadores autónomos en Nafarroa. 22

En Ipar EH se contabilizan 29.759 empresas, el 90,2% de las cuales emplea a menos de 10 personas. 23

La pequeña burguesía se encuentra asfixiada por las grandes empresas y su estrato medio e inferior se está empobreciendo rápidamente, como consecuencia de la crisis económica, y, en conjunto, está siendo abocada a la proletarización.

En la pequeña burguesía, debemos distinguir una capa media, formada por las y los propietarios de las empresas de menor tamaño, de entre 0 y 2 trabajadores, que en la CAPV son unas 129.179 (el 75,39% del total); y una capa inferior, formada por trabajadoras-es autónomos sin personal asalariado, aproximadamente el 80% de las personas autónomas (taxistas, peluqueras, fontaneros, costureras, etc.); así como por las socias-os de las cooperativas. 24

Como clase de transición que es, entre la burguesía y la clase obrera, la posición política adoptada por la pequeña burguesía es tímida, vacilante e inconsecuente, especialmente en situaciones de profunda crisis económica, social y política como la que estamos atravesando. Las contradicciones internas, entre sus distintas capas y fracciones, la pueden llevar y, de hecho, la han llevado históricamente, bien a adoptar posiciones contrarrevolucionarias y fascistas o a sumarse a la causa de la revolución proletaria. Euskal Herria no es ajena a esta experiencia histórica.

El que la pequeña burguesía llegue a inclinarse mayoritariamente del lado de la reacción o del de la revolución, dependerá de una serie de factores entre los que cabe destacar como elemento esencial el trabajo ideológico y político que sea capaz de desarrollar el sector más consciente de la clase obrera (aprovechando la creciente agudización de las contradicciones creadas en el seno de dicha clase por el desarrollo del proceso de concentración y centralización del capital) para atraérsela a las filas del pueblo trabajador.

En el contexto de opresión nacional, se agudizan las contradicciones de la pequeña burguesía porque, de un lado, necesita de un Estado propio o extranjero que le garantice orden y seguridad; de otro lado, choca con los Estados extranjeros porque niegan sus derechos nacionales; además, su modelo de poder social es mayoritariamente conservador, por lo que mira con recelo y hasta rechazo al movimiento obrero y popular que quiere un Estado independiente socialista; y, por último, para salir de estas contradicciones busca más una especie de «soberanismo» abstracto e indefinible, basado en ese abstracto e indefinible «derecho a decidir», que un independentismo consecuente.

Como resumen de lo aquí expuesto, releamos primero lo escrito por la izquierda abertzale en la mitad de la década de 1960: «Existe el peligro, no obstante, la burguesía nacional o elementos reformistas tomen demasiada fuerza, castrando la revolución. Para evitar ese peligro real, no tenemos otra salida sino la de dar una fuerte conciencia al Pueblo Trabajador Vasco, mostrándole claramente los fines y el sentido de la lucha». Y releamos ahora lo escrito una década después: «como un posible –aunque siempre vacilante- aliado estratégico del sector patriótico de la clase obrera, en orden a la consecución de una Democracia Popular Vasca. Que esta posibilidad se convierta en una realidad irreversible, depende en buena medida, de la capacidad que demuestre la vanguardia política de dicho sector obrero para atraerla a su camino».

3.4. Las franjas intermedias

La estructura clasista vasca, como las de cualquier país de capitalismo desarrollado, es una estructura compleja. En ella, no “todo es blanco o es negro”. No se puede establecer una diferenciación nítida entre todos sus miembros.

Hay que tener en cuenta que existen grupos que no se pueden definir estrictamente como clases sociales porque, en el proceso de producción, ocupan una posición intermedia entre las dos clases antagónicas, la burguesía y el proletariado. Ese es el caso de las personas en cargos directivos, técnicos y cuadros; o por no estar ligadas directamente a la producción, al prestar servicio en las instituciones u organismos pertenecientes a la superestructura. Este es el caso de sectores del profesorado o la abogacía, funcionarios del aparato del Estado, etc. Tendrán mayor o menor conciencia de clase, pero son clase trabajadora.

Por otra parte, en estas franjas intermedias, a su vez, existen diversas fracciones y capas. Para tratar de diferenciarlos, lo más objetivamente posible, es preciso recurrir a los conceptos de “determinación (adscripción o situación) de clase” y de “posición de clase”. El primero, tiene un carácter estructural y con él se designa el lugar objetivo ocupado por cada persona en la división social del trabajo, es decir, independientemente de su voluntad. El segundo, tiene un carácter coyuntural y con él se designa el lugar ocupado por una persona en un momento dado, es decir, en una situación concreta de la lucha de clases.

El hecho de mantener una determinada posición de clase, no elimina la adscripción, la pertenencia, de una persona o un grupo, a una determinada clase, o a una fracción de clase. Por ejemplo, el hecho de que la aristocracia obrera mantenga una “posición de clase” burguesa, nos permite asimilarla a la burguesía; pero no por ello debemos dejar de considerarla como una parte (una capa o un estrato) de la clase obrera.

Es importante precisar la naturaleza de las franjas intermedias porque todavía, y a pesar del empobrecimiento generalizado que avanza, demostrando la esencia asalariada estos sectores, la ideología capitalista recurre a expresiones confusas para generalizar la creencia de la supuesta «desaparición de las clases» y por tanto de la lucha de clases. También es importante esta cuestión porque explica las relaciones entre la subjetividad, la ideología, y la creencia, con la objetividad de pertenencia a una clase aunque se crea lo contrario.

3.4.1. Categorías sociales

En las franjas intermedias, también debemos distinguir a determinados grupos, cuyo papel principal está relacionado con el funcionamiento del aparato del Estado, como es el caso de la burocracia administrativa, y con el desarrollo y la difusión de la ideología, como es el caso de las y los intelectuales. Estos grupos, constituyen lo que la teoría marxista denomina “categorías sociales”, y sus funciones son, esencialmente, políticas e ideológicas.

Las categorías sociales no son grupos externos, situados “al margen” de las clases, ni en sí mismas constituyen clases sociales. Pero, sus miembros pertenecen a una u otra clase. Por ejemplo, en el caso de la burocracia administrativa, los altos funcionarios, por su adscripción de clase y/o el papel que juegan en el funcionamiento del aparato del Estado pertenecen, en general, a la alta o media burguesía; su nivel intermedio, a la burguesía media o a la pequeña; y su nivel inferior, a la pequeña burguesía o incluso a la clase trabajadora25.

No obstante, aunque las categorías sociales no sean clases y sus miembros pertenezcan a una u otra clase, su importancia práctica estriba en que, en determinadas condiciones, pueden presentar una unidad propia y tener un funcionamiento político relativamente autónomo, respeto a las clases a las que pertenecen sus miembros.

3.4.2 Fuerzas intermedias de mando.- Directivos y cuadros

Generalmente, bajo la denominación de “empresarios” se suele incluir tanto a los dueños (propietarios legales) de las empresas como a los directivos y altos cuadros de las mismas, aunque estos últimos no posean la titularidad jurídica de las mismas. Para definir la determinación de clase de estas categorías, hay que tener en cuenta que en el capitalismo desarrollado se produce una diferenciación entre la propiedad jurídica y la posesión (control) de los medios de producción. Por otra parte, lo que caracteriza a la clase dominante en una formación social no sólo es la propiedad jurídica legal de los medios de producción, sino la posesión real, el control efectivo de los mismos.

En este sentido, generalmente, la dirección de una empresa mediana o grande, posee un grado de poder y control económico mayor que la dueña o el dueño de una pequeña empresa, aunque legalmente no sea la o el propietario de la empresa en la que trabaja, sino que tenga la consideración de persona asalariada. Poder y control que no son otra cosa que fuerzas intermedias de mando, disciplina, coerción y amenaza. Dado que estos instrumentos de fuerza son patriarco-burgueses y ejercidos por hombres, suelen agravar consciente o inconscientemente su autoridad endureciéndola contra las trabajadoras, o mostrándose «caballerosos» y paternalistas. La presión sexual del jefe sobre las trabajadoras tiene un punto de base en estas fuerzas intermedias de mando.

En el caso de las pocas mujeres directivas existentes, por un lado, han de demostrar doblemente su valía profesional (su capacidad “a pesar de ser mujeres”) y, por otro, se ven obligadas a aceptar patrones de conducta masculinos, aunque manteniendo y/o resaltando su “feminidad”. Las redes de poder masculino-patriarcales son un hándicap añadido a los obstáculos objetivos que deben superar las mujeres para acceder a cargos directivos: expectativas y formación desiguales ante el mundo laboral, prejuicios de contratación, compatibilidad de la responsabilidad de cuidar de la familia y el hogar con la vida profesional… Y una vez superados todos esos obstáculos, tendrán que hacer frente al llamado “techo de cristal”.

Por el lugar que ocupa en la división social del trabajo, una persona directiva o alto cuadro de una gran empresa, tiene capacidad para tomar decisiones en materia de inversiones (para adquisición de maquinaria, materias primas y fuerza de trabajo), de organización de la producción, de contratación, etc. Funciones que son derivadas de la necesidad de llevar a cabo la reproducción ampliada del capital.

Por tanto, su capacidad de control se deriva de la necesidad de acumulación capitalista misma. Es por ello que, en general, la “posición de clase” de cuadros directivos y superiores de las grandes empresas es burguesa. Además, muchas veces, estas personas directivas y altos cuadros, también son propietarias de paquetes de acciones de las empresas en las que trabajan, aunque no sean accionistas mayoritarias de las mismas.

En la CAV, el sector de “directores y cuadros superiores” que trabajan en las empresas, se cuantifica en unas 46.500 personas 26 (aproximadamente el 5,9% del total de personas asalariadas).

En Nafarroa, el número de las y los directivos de empresas es de 12.600 27 Pero, entre ellos, debemos establecer diferencias, dependiendo del tipo o tamaño de empresas en que trabajen.

Hemos estimado que en la CAV unas 30.000 de estas personas calificadas como “directores y cuadros superiores” forman parte de las pequeñas empresas (10.000 de ellos en las de entre 3 y 10 trabajadoras/es y las otras 20.000 en las de entre 10 y 50) por lo que, como ya hemos dicho, serían asimilables a la pequeña burguesía. Otras 10.000 personas directivas y cuadros formarían parte de las medianas empresas, de entre 50 y 250 trabajadoras/es), por lo que serían asimilables a la burguesía media. El resto, unas 6.500 personas, trabajarían en las grandes empresas, las mayores de 250 trabajadoras/es.

En el caso de estas últimas, hay que decir que una parte importante de ellas tiene una procedencia (origen, por su trayectoria familiar inmediata) de clase burguesa, es decir que procede de la propia gran burguesía o de la capa superior de la burguesía media. Por tanto, esta franja de personas directivas y altos cuadros sería asimilable a la capa superior de la burguesía media o a la gran burguesía. Son hombres en su mayoría, que conforman relaciones de poder exclusivamente masculinas y cerradas a las mujeres. Así, solo una pequeña minoría tiene acceso a ese coto de poder masculino, en función de sus vínculos y relaciones familiares.

Según los mismos criterios empleado en el caso de la CAV, estimamos que en Nafarroa el número de personas en cargos directivos y cuadros superiores que trabajan en la pequeña empresa es de unas 8.100, en la mediana empresa unas 2.700 y otras 1.800 aproximadamente lo harían en las grandes empresas 28.

Pero, las y los directivos y cuadros superiores de las grandes empresas, también sufren las consecuencias del actual modelo de acumulación capitalista, aunque en menor medida que las y los directivos y cuadros de las medianas y pequeñas empresas. La agudización de la crisis económica, que se viene a sumar a los efectos de la incorporación de las TIC´s al proceso de producción y de distribución, y a la fusión de empresas, con la consiguiente centralización de funciones y/o externalización de servicios que venían desarrollando las mismas, pone en peligro su estabilidad en el empleo y, en general (salvo excepciones), empeora sus condiciones de vida y de trabajo. Todo lo cual viene a agudizar la contradicción permanente en que se encuentran, debido a su condición de personas asalariadas, por una parte, y a la posición que ocupan en la división del trabajo, por otra.

3.4.3. Profesionales, intelectuales y científicas-os

En este sector, se incluyen las denominadas profesionales liberales (médicas-os, farmacéuticas-os, dentistas, abogadas-os, asesores financieras-os, etc.), científicas-os e investigadoras-es de alto nivel y cualificación, que trabajan en laboratorios y centros de investigación pertenecientes a fundaciones privadas, e intelectuales (profesoras-es, escritoras-es, periodistas, cineastas, etc.) 29. Como hemos visto arriba, aquí la opresión patriarcal también está activa sobre las trabajadoras científicas, profesionales e intelectuales. Peor aún, muy frecuentemente la creatividad de las trabajadoras científicas e intelectuales les sea expropiada por las empresas que ocultan su origen femenino, fortaleciendo la mentira patriarcal de que las mujeres no son aptas para la ciencia, mentira aceptada como «verdad» nada menos que por el 63% de los españoles, en verano de 2015.

Tampoco las mujeres que trabajan en estos sectores se libran de “compatibilizar” el trabajo de responsabilidad familiar y doméstica, lo que es un obstáculo objetivo a la hora de optar a una mayor especialización y/o dedicación profesional, y limita sus opciones de “hacer carrera” en un mundo de por sí altamente competitivo, en el que tanto el punto de partida como los obstáculos a superar y las metas a alcanzar tienen un sesgo sexista demasiado marcado.

Los datos y la realidad constatan que las mujeres han de “hacer carrera” en otros frentes, la maternidad, por ejemplo; mientras “tener una familia” juega a favor de los hombres, ya que se considera un factor de estabilidad y responsabilidad.

En este contexto hemos de analizar también el hecho de que la mayoría de estas profesiones se han devaluado económica y socialmente al ser “feminizadas”: abogacía, medicina, docencia, investigación…

En la CAPV, las personas profesionales, intelectuales y científicas alcanzan la cifra de 179.700 30. En Nafarroa son unas 43.200 31. En Hego Euskal Herria, este colectivo asciende a 222.900 personas (aproximadamente al 18,5% de la población ocupada).

Gran parte de ellas se incluye en el grupo de “trabajadores autónomos” y otra parte, cuya cuantía aún no podemos determinar, tiene la condición de trabajadoras asalariadas (administración o empresa privada). Sin embargo, en general, muchas de estas personas no tienen conciencia de clase trabajadora y se considera como un sector de la pequeña o mediana burguesía.

3.4.4. Técnicas y técnicos

En su conjunto, forman parte de la fuerza de trabajo asalariada. La llamada ley de las grandes cifras vale también para esta franja trabajadora: las técnicas cobran menos que los técnicos por el mismo trabajo. Dado que viven gracias a venderse al capital, no se les ha incluido dentro de la pequeña burguesía. Sin embargo, aquellas personas que, en la división del trabajo que tiene lugar en el seno de las empresas, desempeñan tareas de mando, de organización, de supervisión y control, sí pueden incluirse en esa clase, pues su posición de clase viene determinada por su papel en el proceso de producción.

Entre las técnicas y técnicos existen diversos niveles, en lo que respecta a sus conocimientos y nivel de cualificación (que van desde la formación profesional básica, en el caso de las y los ayudantes técnicos, a la universitaria, media o superior).

En la CAPV, el número de técnicas-os es de unas 182.500 32 personas y en Nafarroa de 27.500 33, lo que para el conjunto de Hego Euskal Herria hace un total de 210.000 personas (el 17,34% del total de la población ocupada).

3.4.5. Fuerza de trabajo en la Administración

Hay que tener en cuenta que una parte importante de este sector está constituida por la “burocracia” 34. Por ello, antes de cualquier otra consideración, vamos a efectuar un análisis de esta categoría social. Considerada en sentido amplio, la burocracia desempeña un papel propio que se desarrolla, precisamente, dentro de los límites de la autonomía relativa que tiene el Estado capitalista como parte de la superestructura de la sociedad. De ahí que no podamos abordar esta cuestión sólo desde el punto de vista del origen de clase de sus miembros. Pero, por otra parte, tampoco podemos ignorar que la adscripción de clase de estos influye, de un modo u otro, en el funcionamiento político de la burocracia.

El hecho de que esta categoría social pueda funcionar, en determinadas coyunturas, de manera “unitaria” y que, por ello, actúe de forma contradictoria con respecto a las clases de las que son originarios sus miembros, pero a las que siguen perteneciendo, no significa que su adscripción de clase deje de tener efecto. Esto, se pone de manifiesto en determinadas situaciones por el surgimiento o la agudización de contradicciones en el seno de la propia burocracia, entre su cúpula (capa superior) formada, generalmente, por miembros de adscripción de clase burguesa, y los grados subalternos e inferiores, generalmente, pequeño burgueses. Contradicciones que, en determinadas situaciones de crisis política, pueden llegar a revestir una especial agudeza. Hoy en día, cobra especial importancia por su número y funciones, la figura de las y los “consejeros”, adscritos a cargos políticos, que son quienes realmente deciden las políticas específicas en los diferentes ámbitos.

La identidad de pertenencia nacional de los grados subalternos tiene especial importancia durante las crisis en una nación oprimida, porque en esos períodos el Estado ocupante y la burguesía colaboracionista pueden intentar sobornarlos manteniendo sus salarios para enfrentarlos al pueblo. Tenemos el ejemplo de las huelgas generales convocadas por la izquierda independentista: muchos de estos sectores subalternos ponen excusas para no participar o se oponen a ellas abiertamente. Más grave es el caso de su afiliación al sindicalismo sociopolítico independentista. Atraer y conquistarlos es muy importante, no tanto por su peso cuantitativo, ya que la ofimática y la crisis no permiten su crecimiento más allá de lo previsible, sino por su valor propagandístico e ideológico.

Aclarado esto, hay que decir que el sector incluido en este epígrafe, aunque desde un punto de vista cuantitativo no sea tan relevante como el anterior, tiene una gran importancia desde un punto de vista sociológico. Se puede incluir dentro de la categoría de “trabajadores asalariados” y se subdivide en funcionarias-os y laborales. En la CAV concurren cuatro administraciones públicas distintas: la central, la autonómica, la foral y la local.

En la CAV, el número total de trabajadoras-es dependiente de las distintas administraciones públicas se eleva a la cifra de 152.600 35. De estos, el número de trabajadoras-es dependientes del Gobierno Vasco es de 37.364, entre quienes se incluyen 2.790 con contratos laborales indefinidos y 95 eventuales. El número de altos cargos es de 191 36.

La Administración ha sido durante la segunda mitad del siglo XX, una importante posibilidad de integración de las mujeres en el mundo laboral, ya que el acceso era mediante oposición pública y eso eliminaba uno de los obstáculos objetivos de acceso al mundo laboral: la selección sexista. Los horarios eran también un elemento favorable.

No obstante, aquí encontramos de nuevo la obligatoriedad de “compatibilizar” el trabajo asalariado con el “propio de su sexo” no asalariado. Esa obligatoriedad mantiene a la mayoría de las mujeres en las franjas “bajas” del funcionariado, aunque sus méritos y titulación académica les permitan promocionar y acceder a niveles superiores. También aquí es necesario tener en cuenta el “techo de cristal” generado por la ideología patriarcal, las relaciones altamente jerarquizadas de sus “compañeros” varones y las redes sexistas de poder, tejidas al amparo de curriculum ocultos.

Desde otro punto de vista, las administraciones dependientes de los dos gobiernos están jugando un papel esencial tanto contra la creación de una administración pública vasca como contra la euskaldunización, limitando la utilización del euskara a un derecho individual (conculcado en la mayoría de los casos), pero sin reconocer el derecho colectivo como pueblo a la supervivencia de nuestra propia lengua y cultura.

En lo que respecta a este sector, también habría que establecer una diferenciación entre, por ejemplo: un funcionario administrativo o un peón (municipal o foral) que repara las carreteras, que no participan directamente en el proceso de producción y por tanto no crean plusvalía, pero cuyo trabajo es imprescindible para que se mantenga el propio proceso de producción; y un juez o un policía, que forman parte del aparato coercitivo del Estado. En cuanto al número de miembros de los distintos cuerpos policiales (autonómicos y estatales) que se incluyen en esta cifra, se estima que es, aproximadamente, de 20.00037.

3.5. Trabajadoras y trabajadores asalariados

Aquí es necesario efectuar previamente algunas aclaraciones conceptuales. En primer lugar, nos vamos a referir al término de “trabajadoras asalariadas” (trabajadoras-es por cuenta ajena, no propietarias-os de medios de producción) que engloba tanto a los y las que trabajan en el sector productivo, es decir en aquel en el que se genera el valor (de cuyo excedente se apropian los propietarios de los medios de producción, en forma de plusvalía), como quienes trabajan en el sector no productivo del valor, que es el de la circulación y/o de la distribución.

En 2010, el número de trabajadoras y trabajadores asalariados (por cuenta ajena) en la CAV era de 784.000, 38 lo que representaba (el 82,6% de la población activa ocupada). De ellos, 152.600 pertenecían al sector público y 631.400 al sector privado. En Nafarroa, la cifra era de 206.988 39 (el 76,10 de la población activa ocupada), de los cuales, aproximadamente 34.000 pertenecían al sector público 40.

El mercado laboral fue cambiando lentamente en Hego EH desde que a mediados de la década de los ochenta del siglo pasado, como consecuencia de las necesidades del propio modelo de acumulación capitalista (que necesitaba la incorporación masiva de mano de obra barata al mercado de trabajo regulado, se inició lo que se ha conocido como la “revolución silenciosa” de las mujeres, que tuvo como consecuencia su progresiva incorporación al mundo laboral oficial o regulado; ya que en el mercado no oficial (economía sumergida) llevaban mucho tiempo incorporadas. Así tenemos que la tasa de actividad laboral femenina, según las estadísticas oficiales,41 ha pasado de ser un 32% en 1985 a un 44% en 2005 y a un 50,6% en 2010. Pero esto no quiere decir que haya desaparecido la explotación en el mercado de trabajo no regulado, no oficial, de libre explotación o como queramos denominarlo.

Al contrario, el trabajo sumergido y no regulado, que en el Estado español ronda entre el 24 y el 30% según las estaciones y en Hego EH alrededor del 20%, es uno de los mayores campos de explotación de las mujeres en todos los sentidos. En el Estado francés está algo por debajo del 10% lo que indica la diferencia no sólo de efectividad administrativa sino también de la presión democrática, popular y obrera para reducir las condiciones salvajes de explotación que se dan en esta área.

Si ahora nos atenemos a la tasa de ocupación femenina 42, según las estadísticas oficiales que tienden a desconocer la economía sumergida, vemos que en la última década ésta ha ido variando en la siguiente medida:

TASA DE OCUPACIÓN FEMENINA

2000 2005 2010

UE – 27

Edad (16 – 64 años) 53,7% 56,3% 58,2%

Edad (55 – 64 años) 27,4% 33,6% 38,6%

CAV

Edad (16 – 64 años) 43,0% 54,8% 58,7%

Edad (55 – 64 años) 17,8% 25,7% 33,0%

Fuente: PRA. EUSTAT.

Sin embargo, en 2005 aún había en la CAV 242.800 mujeres que declaraban dedicarse exclusivamente a las tareas domésticas, aunque sólo un 27% de las mismas eran mujeres menores de 45 años, lo que indica que la mayoría de las “amas de casa” eran mujeres mayores de esa edad 43 y estimamos que en esas fechas, en Navarra eran 57.040 mujeres las que se dedicaban exclusivamente a las labores del hogar, lo que para 2005 hace una cifra de unas 300.000 “amas de casa” en Hego Euskal Herria 44.

La falta de series estadísticas sobre este particular nos impide conocer con precisión la evolución del reparto por sexos del trabajo doméstico, pero todos los indicios apuntan a que la incorporación de las mujeres en el mercado laboral no está siendo acompañada de una entrada equivalente de los hombres en las actividades del hogar, dando paso a nuevas formas en los procesos dominación y explotación. En especial, la “doble jornada” de muchas mujeres (en casa y fuera de casa) les expone a una situación de sobrecarga de trabajo y estrés, que perjudica su salud, física y psíquica y da lugar a una mayor prevalencia femenina de enfermedades discapacitantes.

En cuanto a las mujeres explotadas fuera de casa en un puesto de trabajo remunerado, la mayoría lo hacen en los puestos sesgados o sectores feminizados, por lo tanto, de inferior categoría, en gran medida eventuales (la mayoría de las mujeres optarían, sin embargo, por un puesto de trabajo fijo y en jornada completa).

Citaremos algunos ejemplos,

Entre los hombres, 3 de cada 10 tienen contratos temporales, mientras que entre las mujeres es el doble.

El 4,6% de los trabajadores y trabajadoras, no tienen contrato de trabajo, de los que el 87% son mujeres 45.

En la actualidad, más de los 2/3 de contratos, son de una duración inferior a dos meses (la mayoría de los realizados a tiempo parcial).

Los empleos de las mujeres son los peor retribuidos, ya que perciben unos salarios inferiores en un 25% a los de los varones, por un mismo trabajo 46.

En muchas ocasiones, estos trabajos reproducen las tareas domésticas (corte y confección, peluquería, limpieza, etc.) o trabajan como “empleadas de hogar” sin horarios fijos, ni alta en la seguridad social, sin contrato laboral y con salarios bajísimos (inferiores a los de los-las mileuristas), sin posibilidades de sindicación, etc. Y que plantean la doble jornada de trabajo doméstico: en casa propia y en ajenas.

A largo plazo, las malas condiciones de trabajo remunerado, suponen peores condiciones de vida en el presente y en la vejez (no derecho a pensión retributiva, pensiones no contributivas de miseria, dependencia económica y pobreza generalizada)

3.5.1. La clase trabajadora

Podemos definirla, de forma amplia, como el conjunto de trabajadoras asalariadas. En él incluimos a la capa inferior del funcionariado, algunos sectores de su capa media [difíciles de cuantificar] y a las técnicas y los técnicos. Sin embargo, habría que excluir de este conjunto al alto funcionariado, a algunos sectores de su capa media [también difíciles de cuantificar] y a quienes forman parte de los aparatos coercitivos del Estado capitalista, así como a las y los directivos y cuadros superiores de las medianas y grandes empresas.

Hay que excluirles porque en la definición marxista de clase social, la conciencia-para-sí, es decir, el saberse parte activa políticamente de una clase social, es el criterio decisivo para definir a la clase como un proceso de praxis que supera la mera conciencia-en-sí ascendiendo a la de para-sí. La conciencia-en-sí es sobre todo pasiva en lo decisivo, en lo político, actuando sólo y no siempre en las reivindicaciones estrictamente salariales y de condiciones laborales, cuando se trata de la clase trabajadora. No hace falta decir que la burguesía tiene mucha más facilidad que la clase trabajadora para desarrollar su conciencia-en-sí.

En los pueblos oprimidos nacionalmente, el avance de la conciencia-para-sí de la clase trabajadora a su conciencia-en-sí, se plasma en la conciencia nacional de clase, como luego veremos. Ahora nos limitamos a exponer el proceso que va de la mera conciencia, a la conciencia de clase, a la conciencia política de clase, y por fin a la conciencia política nacional de clase, la independentista y socialista. La burguesía y su Estado hacen esfuerzos titánicos por romper esta dialéctica ascendente, y por hacerla retroceder.

La clase trabajadora vasca, tanto los varones como las mujeres, está sometida a una doble opresión, social (de clase) y nacional; y las trabajadoras vascas, por el hecho de ser mujeres, también están sometidas a la opresión patriarcal, de sexo-género.

Estimamos que la clase trabajadora, en la CAV, está formada por unas 747.500 personas y en Nafarroa por 206.988, lo que para el conjunto de Hego Euskal Herria hace un total de unas 954.488 personas 47.

La población activa de Ipar EH se cifra en 121.036 personas, de las que 10.046 (el 8,3%) se encuentra en paro, como consecuencia de la actual crisis económica.

No obstante, el criterio seguido hasta aquí es un tanto estrecho y rígido ya que, con él, únicamente se tiene en cuenta, como miembros de la clase trabajadora a las personas que están ocupadas y no a las paradas y parados que, según Marx, constituyen el “ejército de reserva” de fuerza de trabajo; al mismo tiempo que sólo se refiere a quienes ocupan (directamente) un puesto de trabajo y no a quienes por su “trayectoria familiar inmediata (los llamados «vínculos familiares», cadenas de explotación patriarcal necesarias para la reproducción ampliada del capital) o por su trayectoria de clase” 48 también se les puede considerar ligadas a la clase trabajadora.

Por lo tanto, a la hora de definir la situación de las mujeres y hombres (en sus distintas edades) en la estructura social, habría que tener en cuenta otro tipo de consideraciones. Así, las mujeres y los hombres que pertenecen a la población potencialmente activa (entre 16 y 65 años) y no realizan un trabajo remunerado ni estudian, pertenecen a la clase trabajadora no por el hecho de ser mujeres y hombres, sino por formar parte de un grupo familiar cuya subsistencia depende del salario obtenido por algunas o algunos de sus componentes. Esto, según un concepto ampliado de las clases sociales.

De igual modo, pertenecerían a la clase burguesa si formasen parte de un grupo familiar que se beneficiase de la explotación de las trabajadores y/o trabajadores. Y pertenecen a la nación o etnia dominante, opresora, si, además de serlo por origen de nacimiento, participan activamente en la explotación, opresión y dominación étnica o nacional de otras mujeres y hombres.

Utilizando este último criterio, más amplio y flexible que el anterior, habría que aumentar dichas cifras en 115.600 personas (desempleadas en la CAV), y otras 33.700 en Nafarroa 49, con lo que la clase trabajadora en Hego Euskal Herria alcanzaría la cifra de 1.103.788 personas 50.

El desarrollo de la crisis y las políticas adoptadas han generado graves problemas para un amplio sector de la clase trabajadora, muy especialmente para quienes se encuentran en paro, sobre todo, si no reciben ninguna prestación de desempleo (2,8 millones de personas) y/o todos los miembros de su grupo de convivencia se encuentran sin trabajo (uno de cada diez hogares).

En estas situaciones es preciso, asimismo, cuantificar las cifras del paro real, es decir, el número de personas que sí accederían a un puesto de trabajo, aunque no estén apuntadas en las listas del paro, por lo que no aparecen en las estadísticas.

A partir de 2010 los salarios y la renta disponible de los hogares caen a ritmo creciente y la población en riesgo de pobreza (ingresos del hogar por debajo del 60% de la mediana, según la definición de Eurostat) ha aumentado en más de un millón de personas (del 19,6% en 2007 al 21,1% en 2011). Las subidas del IVA, de la luz, el gas o del transporte, junto al congelamiento de las pensiones y prestaciones sociales, contribuyen a reducir el poder adquisitivo de la mayoría de la población.

Más allá del ámbito monetario es preciso contemplar los cambios del trabajo doméstico y de cuidados a personas enfermas o dependientes en el ámbito familiar, que constituye un componente esencial del bienestar de las personas, aunque es invisibilizado por el discurso social y económico dominante.

Según la Encuesta de Empleo del Tiempo de 2010 dichas tareas insumen un 23% más que el tiempo total dedicado al trabajo remunerado, y recae mayoritariamente sobre las mujeres trabajadoras.

3.5.2. El proletariado o clase obrera

Utilizamos estos términos indistintamente, como sinónimos. Con ambos nos referimos a las trabajadoras y trabajadores de los sectores productivos (minería, industria y construcción). Estimamos que en la CAV, la clase obrera asciende a la cantidad de 279.800 personas y en Nafarroa 91.000, lo que para todo Hego Euskal Herria hace un total de 370.800 personas.

En 2010, los trabajadores y trabajadoras empleadas en la industria y la construcción representaban el 30,7% del total de la población ocupada, mientras que las personas empleadas en el sector servicios, ascendían al 67,5% y las del sector primario representaban tan sólo el 1,9%.

Si a los y las trabajadoras de los sectores productivo les sumamos el número de paradas-os que, en esa fecha pertenecían a dichos sectores, estimamos que la clase obrera vasca asciende a unas 410.000 personas.

El proletariado, constituye la base, el estrato inferior, de la estructura social vasca. Está sometido a la explotación de la burguesía. Sin embargo, esta clase ha experimentado un profundo proceso de cambio, como consecuencia de la crisis económica de 1975-1985, cuando se desmantelaron muchas de las grandes empresas, donde históricamente había habido importantes concentraciones obreras, especialmente en Ezkerraldea 51.

La crisis industrial supuso la pérdida de alrededor de 100.000 puestos de trabajo y afectó principalmente a Bizkaia y Gipuzkoa, mientras que Araba no lo fue tanto y, en cierta medida, mantuvo el empleo, como consecuencia del establecimiento de la capitalidad autonómica en Gasteiz y la consiguiente centralización del aparato administrativo en dicha ciudad.

Desde la década de los años 20 hasta la de los 70, el llamado sector secundario (industria y construcción) concentró a la mayor parte de la clase trabajadora vasca. Sin embargo, desde mediados de la década de los 70, debido a la crisis y al proceso de “reconversión” industrial a que esta dio lugar, el proletariado fue perdiendo peso cuantitativo y, con ello, la clase obrera experimentó una relativa pérdida de centralidad.

El cambio que ya se estaba empezando a producir en el modelo de acumulación capitalista, con el peso cada vez mayor de la fracción del capital financiero en el seno de la gran burguesía y con ello de sus sectores más parasitarios y especulativos, al mismo tiempo que se desarrollaba un proceso acelerado de introducción de las innovaciones técnicas (electrónica, microinformática, etc.) en el proceso productivo, dio lugar a un desarrollo cada vez más rápido del sector servicios, que desde entonces pasó a ser el que ocupó a la mayor parte de los trabajadores y trabajadoras.

Para hacernos una idea de la importancia de estos cambios, veamos unos datos referentes a la población ocupada en cada uno de los sectores económicos antes de iniciarse el proceso de “reconversión industrial”, y después de que esta se hubiese llevado a cabo.

POBLACIÓN OCUPADA POR SECTORES ECONÓMICOS EN

HEGO EUSKAL HERRIA (1969)

(En porcentajes)

Araba Bizkaia Gipuzkoa Nafarroa

Agricultura y Pesca 18,8 10,7 10,8 31,7

Industria y constr. 55,4 54,9 57,4 39,3

Servicios 25,8 35,4 32,8 30,0 52

Como podemos ver, si comparamos los dos cuadros, el peso de la clase obrera de los sectores productivos ha pasado de ser aproximadamente un 55% de la población ocupada, en cada uno de los territorios de la CAV, y un 39,3% en Nafarroa (1969) a representar un 29,8% en la CAV, y un 30,7% en Nafarroa (2010).

La clase obrera en Ipar EH está formada por 108.921 trabajadores y trabajadoras asalariadas 53. De ellas, 14.725 (el 13%) están empleadas en la industria, que está formada por unas 1.845 empresas, de las cuales sólo 37 emplean a más de 50 trabajadoras-es 54.

POBLACIÓN OCUPADA POR SECTORES ECONÓMICOS

EN HEGO EUSKAL HERRIA (2010)

(En porcentajes)

CAV Nafarroa Hego Euskal Herria

Agricultura y Pesca 1,3 4,1 1,9

Industria y constr. 29,8 33,5 30,7

Servicios 68,9 62,4 67,4 55

En Ipar EH, la distribución de la población activa (empleada) por sectores económicos, es la siguiente 56:

Sector

%

Sector primario (agricultura y pesca)

5,7%

Industria

13,5%

Construcción

8,3%

Sector servicios

72,5%

educación, sanidad, servicios sociales

comercio

hostelería, restauración y servicios a los particulares

administración

servicios a empresas

transportes, banca, inmobiliarias,

22,0%

17,9%

11,0%

8,0%

7,6%

6,0%

En cuanto a la distribución geográfica de la población y, por tanto, del empleo, debemos resaltar que en la zona litoral se concentran, aproximadamente, los 2/3 de la población y los 3/4 del total de los puestos de trabajo. Esta concentración es aún mayor en el caso del sector terciario (servicios) que concentra en ese mismo ámbito el 80% del empleo.

Sin embargo, también debemos tener en cuenta que algunas actividades económicas tienen cierta importancia en las zonas intermedia e interior. Tal es el caso de las industrias agroalimentarias, de las que el 50% de los puestos de trabajo se encuentran fuera de la zona litoral, y la construcción que cuenta con un 40% de los empleos en las zonas intermedia e interior.

Como consecuencia del desarrollo capitalista, de la globalización económica, de la incorporación de los avances científico-técnicos al proceso de producción y distribución, así como de los efectos producido por la progresiva desregulación laboral que ha tenido lugar en las últimas décadas, del fenómeno migratorio57, etc. ha tenido lugar un proceso, cada vez más acentuado, de precarización de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera.

Al mismo tiempo, esta nueva situación ha ido produciendo en su seno una serie de cambios estructurales que han dado lugar a la aparición de contradicciones (no antagónicas) entre diferentes sectores de la clase obrera, que dificultan la necesaria unidad estratégica del proletariado, y que es necesario superar.

Nos referimos a las contradicciones entre personas empleadas y desempleadas, entre trabajadoras y trabajadores fijos y eventuales, entre trabajadores y trabajadoras autóctonas e inmigrantes, que se han venido a sumar a aquellas ya existentes, como consecuencia de la división del trabajo en las propias empresas entre trabajo de dirección y de ejecución, entre trabajo cualificado y no cualificado, entre trabajo manual e intelectual.

Por supuesto que todos estos cambios, también han tenido unos considerables efectos ideológicos y han dado lugar a la desaparición de algunas de las formas en que se manifestaba la conciencia de clase.

El tipo de conciencia de clase predominante antes de la “reconversión” industrial, guardaba una estrecha relación con el sindicalismo, era primaria y básica. Se forjó en unas condiciones muy duras de lucha, contra la dictadura fascista y por la mejora de las condiciones de vida y de trabajo de la clase obrera y se fundamentaba en unos lazos elementales de solidaridad (entre los trabajadores básicamente). Estaba muy vinculada a los grandes centros de producción, con gran cantidad de trabajadores y trabajadoras.

En muchas ocasiones, también estaba asociada a la vida en barrios obreros y en grupos de viviendas propiedad de las propias empresas. Muchos recordamos las viviendas de AHV, de GEE, de Babcock Wilcox, etc., en Ezkerraldea y, mirando más hacia atrás, los barracones de las empresas mineras en Gallarta, Ortuella y La Arboleda; lo que contribuyó a crear formas de conciencia comunitarista entre los trabajadores. Pero, en general, salvo en el caso de una minoría, no se trataba de una conciencia de clase verdaderamente consciente de los intereses objetivos finales (estratégicos) del proletariado, es decir, una conciencia de clase revolucionaria. Era una forma primitiva de conciencia de clase, que algunos han calificado de “obrerismo” y que tenía un fuerte componente economicista.

Pero, hoy día, además de la reducción cuantitativa del proletariado, han sido cerrados los grandes centros de trabajo, o han sido fragmentados siguiendo una estrategia única con dos caras: aplastar las luchas y aumentar los beneficios. Los trabajadores y trabajadoras viven en barrios no vinculados a las empresas., etc., lo que ha redundado en la progresiva desaparición de las formas de conciencia social (de clase) desarrolladas en ese contexto. Aquí es conveniente recordar el decisivo papel del Estado capitalista en la aplicación de estas y otras medidas antipopulares.

Sin embargo, a pesar de la pérdida de peso (cuantitativa) de la clase obrera en la estructura social vasca, el proletariado continúa siendo la clase objetivamente (potencialmente) más revolucionaria, lo cual le confiere una importancia cualitativa. Por otra parte hay que tener en cuenta que, a pesar de haber disminuido su importancia cuantitativa, la clase obrera vasca tiene, hoy día, un peso social considerablemente mayor del que tuvo el proletariado en aquellos países en los que históricamente se produjeron las revoluciones más paradigmáticas, como Rusia y China.

Si por clase obrera entendemos la parte de la clase trabajadora que directamente crea valor, ya que es la única explotada en el Sector I, productor de bienes de producción según la teoría marxista, 58 entonces sí es el centro, corazón y cerebro de la clase trabajadora y de Euskal Herri Langilea, porque sólo ella tiene el poder real de paralizar con sus luchas, huelgas, motines, rebeliones y revoluciones el proceso entero de valoración del capital. Ninguna otra fracción del Euskal Herri Langilea tiene ese poder, aunque también sean necesarias para la independencia socialista.

La importancia cualitativa de la clase obrera no proviene tanto de su cantidad sino del hecho decisivo de que es ella la única que crea valor con su trabajo asalariado. La civilización del capital gira sobre el valor, sobre el valor de cambio, sobre la mercancía. Aunque tienda a disminuir la parte de la clase obrera que genera valor, la otra parte, la que interviene en la circulación y realización del proceso productivo, también es decisiva porque sin ella se esfumaría la esencia de la civilización burguesa: el máximo beneficio en el menor tiempo posible sin reparar en las consecuencias desastrosas a medio y largo plazo. Además, y es obvio decirlo, sin clase trabajadora no existiría clase burguesa… ¿y entonces?

No vamos a criticar aquí las modas ideológicas reformistas o reaccionarias que sostienen creencia de que la clase trabajadora en su sentido amplio y dialéctico, marxista, ha dejado de ser el sujeto revolucionario (a pesar de la experiencia acumulada), ni a las múltiples combinaciones posibles que se pueden hacer mezclando varias de esas modas, o creando otras, para sostener, por ejemplo, que ahora sólo existe la multitud, la gente, la ciudadanía, que las clases sociales han desaparecido o han pasado a un último lugar, que ahora existen tanto «sujetos de cambio» como «realidades diferentes» existen. Son viejas modas actualizadas con ropajes nuevos.

Por otra parte, la exacerbación de las contradicciones del capitalismo en su fase actual, la eliminación sistemática de las conquistas obreras de las últimas décadas, la acentuación de las tendencias autoritarias y fascistizantes de los Estados capitalistas “democráticos”, la sistemática destrucción de la naturaleza, la opresión de pueblos y naciones, la opresión patriarcal-capitalista a que se ven sometidas las mujeres y los hombres, la creciente precarización laboral de las mujeres trabajadoras y la juventud (chicas y chicos), la infravaloración de las personas mayores, de las personas “dependientes”, etc., crean las condiciones objetivas para el surgimiento de una nueva forma, más elevada y compleja de conciencia de clase, como hemos expuesto brevemente arriba al hablar de la conciencia-en-si y conciencia-para-si, y del avance de la conciencia, a la conciencia de clase, de aquí a la conciencia política de clase para concluir en la conciencia política nacional de clase.

3.6. Los grupos sociales. Género y edad ejes vertebradores del Euskal Herri Langilea

En la sociedad en la que vivimos, existen conjuntos o grupos de personas que no se caracterizan por pertenecer a una clase social concreta, sino que sus miembros pueden formar parte de una u otra de las distintas clases. Sin embargo, lo que define a todo el conjunto es una posición social, una problemática específica que, aunque no tenga una relación directa e inmediata con el proceso de producción, viene determinada (en última instancia) por la existencia de unas relaciones de producción capitalistas. Estos conjuntos de personas son los grupos sociales.

A lo largo de estos apuntes se ha tenido en cuenta el sistema sexo-género como un vertebrador fundamental del análisis de las clases sociales, también la pertenencia étnica-nacional o la edad para lo que habrá oportunidad de profundizar más. Aquí insistir sólo en cómo las mujeres trabajadoras y la juventud interesan al capital.

3.6.1. Edad

Las y los jóvenes

La juventud es una etapa de maduración del ser humano a partir de la adolescencia. Las y los jóvenes, constituyen un conjunto con unas características especialmente complejas. Aspectos biológicos, educativos, psicológicos, afectivos, sexuales, socio-culturales, laborales, etc., influyen y condicionan el desarrollo de su autoafirmación (de su especificidad como personas) y de su autoestima.

Pero, todo este complejo proceso tiene lugar en el marco de una situación histórico-concreta; en el que se dan unas determinadas condiciones sociales, económicas, políticas, ideológicas y culturales. En una sociedad en la que, simultáneamente, y de forma interdependiente, se desarrollan la explotación social (de clase), la dominación nacional e identitaria euskaldun y la opresión patriarcal (de sexo-género), también y específicamente dentro de las y los jóvenes, individual y colectivamente.

Además de esto, la juventud sufre la dominación del poder adulto, que interviene sobre ella incluso antes de haber nacido para hacer de ella, mediante lo que se llama «educación», una masa potencialmente trabajadora, amorfa e informe, pero felizmente sumisa en lo elemental: la aceptación pasiva de la explotación económica, la dominación nacional y la opresión patriarcal.

En esta situación, las y los jóvenes de Euskal Herria, son uno de los sectores más castigados por la crisis. En el primer trimestre de 2011, la tasa de paro juvenil era de un 21,7% 59. También hay que tener en cuenta que gran parte de las y los jóvenes que trabajan, lo hacen en precario (contratos basura, temporales, discontinuos, con plena disponibilidad y movilidad geográfica y/o funcional, etc.) y con unos salarios de miseria (en la actualidad el “privilegio” es ser “mileurista”, ya que la mayoría no llega a ese nivel), que reproducen la división del mundo laboral en función del sexo, feminizando sectores, puestos y categorías de trabajo, que implican una doble explotación para el colectivo de las chicas; lo que unido a los elevados precios de la vivienda (ya sea en compra o en alquiler), los altos intereses de las hipotecas, etc., imposibilita su emancipación y les obliga a permanecer largos años en casa de sus padres (las madres, en general, no tienen casa).

Por ejemplo, en la CAV, las y los jóvenes, entre 14 y 29 años representaban, en 2010, el 15,1% de la población 60, lo que supone aproximadamente la cifra de 328.000 jóvenes, de los cuales unos 120.800 eran estudiantes de Enseñanzas Medias (bachillerato y formación profesional, en “opciones” totalmente sesgadas en función del sexo) o Superior (sesgada en función del sexo) 61. Lo que nos indica que 207.200 jóvenes de ambos sexos estaban ya en el mercado laboral.

En Navarra, las y los jóvenes entre 14 y 29 años representaban el 16,78%, lo que da una cifra de 107.600 jóvenes, siendo unos 37.000 estudiantes 62. Lo que nos indica que 70.600 jóvenes de ambos sexos estaban ya en el mercado laboral.

En total, en los cuatro territorios de Hego Euskal Herria, el número de jóvenes alcanzaba la cifra de 435.600, de los que 157.800 eran estudiantes (un 36,22% del total). 63 Por lo tanto, un 63,78% de la juventud vasca está mayoritariamente incorporada al mercado laboral, en economía sumergida sesgada.

Por otro lado, hay que tener en cuenta que las y los estudiantes se encuentran en un periodo de formación cuyo objeto es su futura incorporación al llamado “mercado laboral”, es decir que se preparan para vender su fuerza de trabajo en mejores condiciones a los propietarios de los medios de producción, para convertirla en mercancía. Según que cualificación obtengan por medio de sus estudios, llegarán a alcanzar un valor de cambio determinado. Por ello, salvo una minoría de estudiantes que proceden de las familias burguesas, la inmensa mayoría pasará a ser explotada, de una u otra forma, por la burguesía. De ahí que, mientras están estudiando, constituyan, de hecho, una parte (encubierta) del ejército de paradas-os y que, por lo tanto, también se les deba considerar como parte de la clase trabajadora.

Arriba hemos ofrecido algunas estadísticas sobre la marginación y explotación de las mujeres una vez que ha acabado sus estudios y tienen que aceptar ser explotadas, en comparación con los hombres. Todo el sistema educativo, desde la infancia misma, está ideado para reforzar la división de la sociedad en función del sexo-género de las personas y la explotación de la mujer en todos los sentidos. No hace falta decir en que las mujeres migrantes y las de las naciones oprimidas son las que más padecen esas y otras opresiones.

Los sistemas educativos español y francés cumplen, además, la función de imponer a las y los estudiantes, a lo largo de todo el proceso educativo, la internalización de su futuro lugar social en función de la clase a la que pertenecen y la sustitución de su lengua, cultura e identidad propia por la española o francesa.

Las personas mayores

Aunque sólo hayamos referido a la juventud como grupo de edad a explotar, las y los explotados a lo largo de la vida no recibirán reconocimiento alguno por los servicios y trabajo prestados, por lo que en los grupos de edad habrá que tener en cuenta la situación de pensionistas, oportunidades de jubilación, calidad de vida, etc. Además, también en el sector de las personas mayores encontramos un sesgo económico importante en función del sexo-género. Por ejemplo, en Hego EH,

– La tasa diferencial de pensiones en 2011 era de -17,5 para las mujeres, respecto de la tasa de ambos sexos.

– El importe de la pensión media de viudedad, respecto de la pensión de jubilación -35,9

La principal razón de que las mujeres tengan una pensión media inferior a la de los hombres es que éstos se han hecho acreedores con más frecuencia a pensiones contributivas de jubilación asociadas a un empleo remunerado, mientras en el colectivo femenino prevalecen las pensiones de viudedad y las asistenciales, que están menos dotadas económicamente.

En 2011 había 2,6 millones de personas que cobraban por debajo de la pensión mínima de jubilación. Según la estadística de pensiones de la Agencia Tributaria la pensión media percibida por ese segmento de personas mayores fue de 323 euros/mes.

De nuevo en este caso existe una discriminación del trabajo doméstico –dominante en el colectivo femenino- en relación al empleo remunerado, que tiene como efecto un trato desigual de las pensiones al llegar la jubilación.

Quizás el factor que mejor explica la posición subordinada de las mujeres en el mercado laboral es que todavía actualmente sean ellas quienes se ocupen del 75% de la carga de trabajo doméstico no remunerado.

Respecto a la tasa de pobreza se recoge la proporción de mujeres cuyos ingresos familiares medios por persona son inferiores al 60% de la media. Dado que personas de ambos sexos conviven en la mayoría de los hogares, las diferencias de sexo-género de este indicador reflejan la mayor prevalencia de pobreza en los hogares donde hay sólo mujeres o donde las mujeres son más numerosas.

3.6.2. Las mujeres trabajadoras como eje vertebrador de Euskal Herri Langilea

Constituyen un eje decisivo no sólo porque, aproximadamente, representa la mitad de la población en el sentido cuantitativo, sino porque en el cualitativo representan mucho más por las repercusiones sociales que tienen los trabajos que les impone el patriarcado desde la más remota antigüedad.

Las mujeres están sometidas a unas condiciones de explotación, opresión y de dominación, que remontan en su origen a la división sexual del trabajo que tuvo lugar en la comunidad primitiva. Sobre esta inicial división del trabajo fue tomando cuerpo la explotación y la opresión de las mujeres por los hombres, la apropiación por parte de éstos tanto de las propias mujeres como de sus hijas-os, así como de su producción (material, social…) como bienes propios; en una palabra, la explotación/opresión de un sexo por otro. Con el desarrollo de la propiedad privada y de la división de la sociedad en clases, este sistema de la explotación/opresión de las mujeres, que conocemos como patriarcado, se consolidó y ha llegado, con distintas formas, hasta nuestros días.

La división del trabajo en función del sexo-género lleva aparejada una organización económica, social y familiar basada en el dominio de los hombres y en la explotación, dominación y opresión de las mujeres, las cuales se han mantenido a lo largo de los distintos modos de producción, aunque con algunas modificaciones y adaptaciones hasta la sociedad capitalista actual.

La situación de las mujeres en Euskal Herria, no es muy diferente a la que viven las mujeres de otros países capitalistas oprimidos y negados como tales en Europa occidental. Aparentemente, las legislaciones de estos Estados recogen una serie de aspectos que se nos presentan como un gran avance hacia la equiparación o, incluso, la igualdad de derechos entre las mujeres y los hombres. Pero, en realidad, sólo se trata de una mera igualdad jurídica-formal que, aunque ciertamente suponga un avance con respecto a la situación de las mujeres hace unas décadas, sólo sirve para legitimar la desigualdad real que existe en la sociedad vasca actual y para ocultar la opresión a que todavía siguen estando sometidas.

Por ejemplo, el llamado “trabajo doméstico” está naturalizado como gratuito (salvo que lo realice otra mujer de forma remunerada) y se sigue considerando todavía, por parte de una amplísima mayoría (masculina, sobre todo) de nuestra sociedad, como un trabajo propio y exclusivo de mujeres. Un trabajo que, hasta hace pocas décadas, ha venido suponiendo para la mayoría de las mujeres su reclusión entre las cuatro paredes del hogar, el aislamiento de la vida social y el estrechamiento de sus horizontes y de sus expectativas. Situación aceptada y aprovechada por la mayoría de los hombres, receptores de los beneficios de su doble explotación, y que en su mayoría no acepta sin más la cesión “voluntaria” de estos privilegios.

No obstante, el trabajo doméstico no lo realizan únicamente las denominadas “amas de casa”, sino que la mayoría de las mujeres que tienen un empleo remunerado fuera del hogar, cuando regresan a este, después de su jornada laboral, se ven obligadas a desempeñar las tareas domésticas, llevando así una doble jornada de trabajo, como consecuencia de la división del trabajo en función del sexo y, sobre todo, de la explotación de las mujeres por los hombre en el marco de la familia patriarcal-burguesa (en las empresas hay un tipo de “contrato voluntario” y en el matrimonio otro).

Esta doble jornada laboral tiene otra vertiente para las “amas de casa” que realizan un trabajo asalariado en economía sumergida el domicilio familiar (confección, hostelería, bobinajes… o como traductoras, periodistas, programadoras… freelance); trabajos de producción de bienes o servicios realizados en economía no regulada, a destajo, pagados por producto terminado o servicio realizado… Trabajos que están obligadas a realizar, ya que el salario recibido en la unidad familiar no resulta suficiente, a veces ni para malvivir.

Debido al desmantelamiento y privatización de los servicios públicos, debido al empobrecimiento de las clases trabajadoras, etc., ha surgido una triple jornada de trabajo para las mujeres al margen de su edad: atender a los familiares enfermos y dependientes, a las y los nietos en ikastolas y vacaciones… Lo que hoy se denomina «economía del cuidado».

Por lo tanto, más allá del ámbito monetario, dentro del proceso de cambios en el modelo de familia (desde la familia amplia, nuclear… hasta la monomarental), es preciso contemplar los cambios del trabajo doméstico y de cuidados que constituyen un componente esencial del bienestar de las personas, aunque sea invisibilizado por el discurso social y económico dominante.

La triple jornada de trabajo impuesta a las mujeres trabajadoras permite al capital ahorrar enormes masas de dinero (plusvalía), que antes eran improductivas en el sentido burgués, porque estaban inmovilizados en los servicios públicos, en guarderías, hospitales, centros para personas de tercera edad, etc. Se incrementa así la sobreexplotación de las mujeres trabajadoras, porque las burguesas tienen recursos económicos suficientes para contratar a cuidadoras y asistentas, generalmente migrantes que deben aguantar duras condiciones de explotación. Por ejemplo, el trabajo de cuidado sanitario-afectivo a la tercera edad y a personas enfermas agota mucho psicológicamente. Uno de los peores efectos de la crisis es que está obligando a buscar trabajo asalariado en las peores condiciones a mujeres de más de 50 años de edad, por pura necesidad de llevar dinero a casa.

El trabajo doméstico global realizado por las mujeres trabajadoras cumple una importantísima función social que es la de reproducir y mantener (reconstruir) diariamente la fuerza de trabajo, produciendo los bienes necesarios para el autoconsumo de la familia, sin recibir nada a cambio de este trabajo, al no estar valorado económicamente. Dicho más profundamente, el trabajo doméstico no es solo la reproducción de la fuerza de trabajo sino (re)producción de la vida de todas las personas, sobre todo, de las que son dependientes, de una u otra forma, Además, es preciso contabilizar social y económicamente todo el trabajo de voluntariado en el proceso de socialización de la niñez y juventud. Y todo el trabajo de cohesión social, también realizada de forma voluntaria. Y el de militancia…

El trabajo realizado por las mujeres en la “esfera doméstica”, cumple una función básica, ya que de no estar organizado así (se realiza “por amor”) tendría que ser asumido por la propia sociedad capitalista, con el consiguiente coste económico que esto supondría. Pero esto siempre que siguiera siendo capitalista. Una sociedad socialista deberá elaborar alternativas diferentes a la «esfera doméstica» en todos los sentidos, desde los sentimientos y afectividades, hasta la arquitectura y el diseño de las viviendas, pasando por los horarios de trabajo, y fundamentalmente acelerando el extinción del sistema patriarcal en sí mismo, logro emancipador sin el cual no podrá advenir el comunismo. Y en el camino al socialismo, esas alternativas, empezando por las relaciones no jerarquizadas entre sexo-géneros, tienen que empezar a concretarse desde hoy.

No es nuestro objetivo ahora hacer una crítica de las corrientes que sostienen la tesis de que el trabajo doméstico es un modo de producción diferente al capitalista, sí debemos hacer referencia a las feministas marxistas que han profundizado en la crucial dialéctica de producción/reproducción; trabajo/plusvalía (capital), trabajo socialmente necesario/mercado, consumo, doméstico/privado… Los trabajos socialmente necesarios para producir lo necesario para reproducirse (biológica y socialmente) en una formación social, se distribuyen en el capitalismo por la extracción de plusvalía. De manera que algunas de esas tareas socialmente necesarias son ahorradas en la inversión del capital al no considerarlas productoras de beneficio, y ser atribuidas a las mujeres “por naturaleza”. La propuesta teórica de la triple opresión (sexo/clase/nación) sólo indica respecto a las clases sociales que el sexo sigue siendo marca ineludible para el capitalismo.

Otra cuestión a tener en cuenta, en lo que respecta al trabajo doméstico es que, en términos marxistas, con él no se crea un valor de cambio sino un valor de uso 64. La producción-reproducción de la fuerza de trabajo, contiene en sí dos aspectos: uno, biológico, la perpetuación de la especie, y otro económico, la reproducción de la fuerza de trabajo mediante las tareas que (general y gratuitamente) desarrollan las mujeres en el seno del grupo familiar (trabajo doméstico). Un análisis dialéctico de los procesos de producción-reproducción de la fuerza de trabajo y del propio sistema capitalista, que se vaya gestando y desarrollando en/desde la práctica, nos ayudará en la adecuada interpretación de la realidad y la necesidad de cambiarla.

3.6.3 Los hombres trabajadores como un eje vertebrador de Euskal Herri Langilea

Contextualizado en el análisis realizado en los puntos anteriores, también es preciso reflexionar sobre las relaciones entre los sexos dentro de la clase trabajadora: la dialéctica opresor/oprimido puede darnos algunas pistas; más en un momento en que la violencia machista e interclasista (expresión clara de que otros modos de dominación no funcionan según los intereses de la clase dominante) está siendo visualizada de forma cada vez más generalizada.

Violencia que solo se tiene en cuenta en sus acepciones más brutales, físicas o sexuales, pero que pasa desapercibida cuando se trata de “derechos y privilegios adquiridos” tanto a nivel económico, como político y social; tanto a nivel público como privado. Violencia sistémica que marca una sola y única referencia válida, legitimada y consensuada: el hombre (blanco, occidental, de clase media y heterosexual).

Violencia implícita e inherente al sistema capitalista-patriarcal, que se concreta en un modelo de relaciones de poder en función del sexo, basado en la propiedad de los medios de producción “privados” y públicos; que genera, consecuentemente, el control, la obtención y la utilización privada del “valor” de cambio y de uso. Con la gravedad de que en la propiedad de los medios de producción se encuentra la fuerza de trabajo (las mujeres). Modelo de propiedad patriarco-burguesa que jurídicamente parece avanzar hacia una regulación más equitativa, pero que la dura realidad y las prácticas “socialmente aceptadas y políticamente correctas” se niegan a reconocer.

Violencia, más eficaz cuanto más oculta e inconscientemente es ejercida, que aparta sutilmente o por la fuerza (denigración personal y/o sustitución) a las mujeres trabajadoras de los centros de decisión, de los cargos directivos económicos, sociales y políticos, en una progresión ascendente/descendente hasta los espacios más privados. En la práctica, hasta conseguir que el concepto “poder de decisión” no entre en los diccionarios de las mujeres trabajadoras.

Violencia psicológica, normativa e impositora desde del primer día de vida de roles patriarco-burgueses de género a las niñas y niños por el poder adulto en su conjunto y en especial por el familiar y educativo. Los hombres trabajadores alienados que asumen su personalidad patriarcal, y las mujeres trabajadoras alienadas, ejercen como parte del poder adulto general múltiples violencias para la construcción social de géneros según las necesidades del capital. El poder adulto en su vertiente de clase trabajadora ayuda a construir un “género femenino” funcional a la opresión, explotación y dominación patriarco-burguesa: mujer pasiva, emocional, dependiente e indefensa. También ayuda a construir un “género masculino” igualmente funcional pero con características diferentes: hombre activo, racional e independiente. Pero ambos géneros están siempre dentro de la estructura psíquica de masas capitalista. La lucha sindical, las relaciones laborales, la misma conciencia de clases…, tanto el “mundo subjetivo” como la praxis colectiva son muy influenciadas por estos géneros funcionales a la opresión nacional capitalista.

Violencia que muchas y muchos trabajadores vascos luchan por extirpar de las relaciones laborales, de la participación política y de la vida cotidiana/personal (actitudes, comportamientos, valores, sentimientos…), y que está siendo sustituida por una toma de conciencia personal y colectiva que deberá desembocar en una lucha constante y multidimensional, para conseguir unas relaciones sociales y de producción, basadas en la colaboración, en la igualdad de derechos y oportunidades, en el respeto, en la solidaridad…

Una lucha que lleve a la superación de las desigualdades económicas y de los desequilibrios de poder, partiendo de cambios profundos estructurales y personales, en actitudes y comportamientos; creando nuevos modelos y referencias de personas, nuevas formas de vida y de relaciones dentro de un proceso revolucionario liberador a nivel colectivo y personal.

4. EUSKAL HERRI LANGILEA

La historia de la lucha de clases en un contexto objetivo de opresión nacional determina las transformaciones de los bloques clasistas en el interior del pueblo nacionalmente oprimido. No podemos hacer ahora la historia del pueblo trabajador en sus tres grandes fases –hasta la industrialización capitalista, desde aquí hasta el final de la llamada «cultura obrera del hierro» que sufre un ataque devastador desde la mitad de la década de 1980, y desde aquí y sobre todo desde la irrupción de la crisis de 2007 fase que sigue abierta–, pero sí debemos recordar que durante estos cambios profundos también se adaptan mal que bien, pero incluso se recuperan, formas sociales anteriormente vistas en las matxinadas preindustriales: defensa de la identidad vasca y euskaldun tal cual se plasma en cada período; defensa de los contenidos comunales de la cultura popular y trabajadora, y participación activa de las mujeres trabajadoras.

También debemos acordarnos de las lecciones que iba aprendiendo el bloque de clases dominantes en la Euskal Herria preindustrial para aplastar las matxinadas y otras resistencias populares que no hemos podido detallar. Recordemos cómo el pueblo explotado tendía a creerse las promesas de sus explotadores con una credulidad suicida, desgracia que aún se mantiene; recordemos cómo la burguesía era capaz de recuperar su poder tras las oleadas de luchas, capacidad que desgraciadamente aún pervive. Volveremos en la medida del espacio disponible a estas cruciales lecciones cuando profundicemos en los objetivos socialistas.

En la sociedad vasca, además de la clase obrera, hay una serie de clases, franjas y sectores sociales que son susceptibles de ser ganadas para la causa del socialismo. Todas ellas, en mayor o menor medida, tienen entre sí unos intereses comunes y también unas contradicciones (aunque no antagónicas). El conjunto de estas clases, capas y sectores sociales constituye el Pueblo Trabajador Vasco.

En ese conjunto, el proletariado, la clase obrera de los sectores productivos (minería, industria y construcción), constituye el núcleo de Euskal Herri Langilea Ello es así, porque debido al lugar que ocupa en el proceso de producción es la clase objetivamente (potencialmente) más revolucionaria (ello a pesar de que, en estos momentos, no haya llegado todavía a tomar conciencia del papel histórico que puede y debe desempeñar, como fuerza social dirigente, en el proceso revolucionario, es decir, aunque todavía no haya dejado de ser una clase-en-sí, para convertirse en una clase-para-sí).

Por tanto, podemos considerar en una primera y superficial aproximación que Euskal Herri Langilea está formado por la totalidad de la clase trabajadora y (potencialmente) por las capas baja y media de la pequeña burguesía 65, así como por aquellas fracciones intermedias que, por su posición social, se encuentran más próximas a la clase obrera. Tanto esos sectores pequeño burgueses como las fracciones intermedias, son las partes más externas del pueblos trabajador, las más inseguras en su conciencia nacional de clase, son como las capas externas de la cebolla, las primeras que se pudren.

Profundizando más al interior, podemos considerar como parte integrante de Euskal Herri Langilea a los y las baserritarras; a los artesanos y artesanas; a los trabajadores y trabajadoras autónomas y las-los profesionales (sin asalariar); intelectuales progresistas, y las-los científicos, etc. También forman parte de Euskal Herri Langilea, algunos sectores de la capa media del funcionariado, así como la mayoría de las-los jóvenes (vinculados a la clase trabajadora por vínculos familiares) y de las “amas de casa” de clase trabajadora.

Hay que tener en cuenta que la pertenencia de una clase, de una fracción de clase o de determinadas franjas sociales, al Euskal Herri Langilea, no es definitiva (estática y permanente) sino que será consecuencia del desarrollo de la lucha de clases en cada coyuntura histórica concreta y dependerá de la posición que adopte cada una de esas clases, fracciones de clase o franjas sociales, en el transcurso de esa lucha, en cada coyuntura concreta.

Es esta dinámica cambiante, en movimiento, el punto de anclaje político y teórico que sirve para definir en cada coyuntura y contexto las formas y contenidos del Pueblo Trabajador Vasco existente realmente en ese período, no es otro que la existencia práctica, activa en la lucha de masas, de la conciencia nacional de clase. De modo que lo que mantiene la unidad del pueblo militante, o de la nación trabajadora, para utilizar otros sinónimos, es la conciencia nacional de clase. Solo ella sirve como elemento de fusión entre la parte del pueblo explotado que lucha por la independencia con la parte de la clase obrera que lucha por el socialismo. Ambos por separados no conducen a nada: su unión mediante la conciencia nacional de clase da esencia y forma al pueblo trabajador.

Es precisamente este contenido dialéctico del concepto de pueblo trabajador el que permite que, según las necesidades de pedagogía social y propaganda política, se pueda recurrir al empleo de conceptos como «pueblo pobre», «pueblo explotado», etc., para comunicar lo mismo a los sectores sociales arriba vistos que no conocen en propia experiencia la realidad cotidiana de la explotación asalariada, que desconocen qué es el proceso de trabajo capitalista, o que su alienación es tal que no se sienten parte de la clase trabajadora, aunque lo sean.

5. ALGUNAS CONSIDERACIONES

En Euskal Herria, interactúa una serie de factores (económicos, sociales, históricos, culturales, psicológicos, políticos, simbólicos, etc.) que hacen que, de hecho, constituya una realidad marcadamente diferenciada. Hemos de tener en cuenta que Marx ya planteó que, en determinadas condiciones, una misma base económica:

“pueda mostrar en su modo de manifestarse infinitas variaciones y gradaciones debidas a distintas e innumerables circunstancias empíricas, condiciones naturales, factores étnicos, influencias históricas que actúan desde el exterior, etc., variaciones y gradaciones que sólo pueden comprenderse mediante el análisis de estas circunstancias empíricas dadas” 66.

En consecuencia, podemos considerar que en Euskal Herria existe una formación económico-social diferenciada, que posee unos rasgos específicos, que posee una autonomía relativa. Sin embargo, como consecuencia del desarrollo desigual del capitalismo, la formación económico-social vasca se encuentra aún insuficientemente vertebrada.

En la formación económico-social vasca, al mismo tiempo que se desarrollan todas las contradicciones propias de cualquier formación capitalista, surgen otras nuevas y específicas que se entrelazan con aquellas, contribuyen a agudizarlas y les confieren una especial crudeza. Por todo ello, la realidad vasca se configura como un marco autónomo de la lucha de clases.

Actualmente hay, al menos, cinco países europeos (tres de ellos miembros de la UE) con una superficie y una población menor que la de Euskal Herria; y ocho países (seis de ellos pertenecientes a la UE) con una población menor. A ello debemos añadir que en Euskal Herria existe una economía relativamente desarrollada (por su grado de industrialización, su nivel tecnológico y su apertura al exterior) y que cuenta con una buena posición geoestratégica, tanto en relación con Europa como con el continente americano.

Por todo ello, podemos decir que desde un punto de vista económico, demográfico y territorial, un Estado vasco resultaría perfectamente viable. Incluso aunque por razones varias y en contra de nuestra voluntad, tuviéramos que argumentar contra el nacionalismo español que sostiene la inviabilidad e imposibilidad de un Estado vasco la parte de Euskal Herria sometida a la ocupación española, incluso así sabemos que ese semi-Estado –le faltaría la zona bajo dominación francesa-, es perfectamente viable. En ese sentido, resulta significativo un artículo del economista José Manuel Farto, en el que reconoce que:

“…la mayor modernidad y eficacia relativa del Estado vasco emergente, frente al Estado español, le puede dar la ventana de oportunidad histórica que posibilite una secesión política”67.

Hay otros estudios e informes que confirman esa viabilidad. Bajo las presiones de los nacionalismos español y francés es muy importante demostrar la factibilidad de un Estado vasco, porque refuerza la conciencia nacional del conjunto de Euskal Herria, refuerza la argumentación de Euskal Herri Langilea en post de ese objetivo histórico, facilita el convencimiento de los sectores sociales que dudan, meramente autonomistas y regionalistas, etc. Pero, a la vez, demostrar esa capacidad real plantea reflexiones socioeconómicas, políticas, culturales, etc., sobre la forma y el contenido del Estado vasco y su ubicación internacional.

En base a lo expuesto hasta ahora y de cara al desarrollo de un proceso revolucionario anticapitalista, antipatriarcal y de liberación nacional, se pueden definir las líneas maestras de una estrategia de acumulación de fuerzas, cuyo objetivo fundamental sería la toma del poder político por parte de Euskal Herri Langilea y la creación de un Estado Socialista Vasco.

Agrupar al conjunto de Euskal Herri Langilea, como un bloque revolucionario, en torno a la clase obrera. Euskal Herri Langilea constituye la fuerza motriz principal, y la clase obrera la fuerza social dirigente.

Atraer a las capas inferior e intermedia de la pequeña burguesía, para construir el bloque de apoyo al Pueblo Trabajador Vasco.

Con objeto de debilitar a las clases de apoyo de la clase dominante (que detenta el poder político y económico), tratar de neutralizar, en la medida de lo posible, a la capa superior de la pequeña burguesía y a la fracción nacionalista de la burguesía media.

6. ¿QUÉ SOCIALISMO EN EUSKAL HERRIA?

Llegados a este punto, debemos retomar lo básico de la experiencia histórica de la evolución del pueblo trabajador en su fase preindustrial anterior a finales del siglo XIX, en su fase industrial durante el siglo XX, y en la fase industrial presente, la iniciada con el ataque a la estructura interna del pueblo trabajador que en Hego Euskal Herria llevó a cabo la alianza PNV-PSOE y UPN-PSOE desde la mitad de la década de 1980. Y sobre todo en la aceleración de la ofensiva mundial del capital contra el trabajo desde comienzos del siglo XXI bajo el imperialismo financiarizado, y muy en especial desde su crisis estallada oficialmente en 2007.

La historia del pueblo trabajador vasco también es inseparable de la historia de la lucha de los pueblos por el socialismo, de sus derrotas y de las lecciones que extraemos de tantos sacrificios heroicos, y de sus victorias. En contra de lo que sostiene falsariamente la propaganda burguesa en sus versiones reaccionaria, centrista y reformista, el movimiento socialista mundial sí ha obtenidos grandes victorias, logros decisivos sin los cuales no estaríamos aquí. Tampoco podemos entrar ahora a esta imprescindible cuestión, aunque llegará el momento en que lo hagamos para acabar con tanta falsedad y pesimismo.

Ahora nos limitamos a enunciar algunos puntos que facilitan el necesario debate que debemos emprender entre todas y todos:

6.1. El socialismo del S. XXI no puede dar lugar a una sociedad estatista. Requiere una sociedad democrática, participativa y protagónica. En grandes sectores de la izquierda la confusión entre socialismo y estatismo ha sido una constante. Pero el estado, en el socialismo, lejos de diluirse, acentuó su presencia hasta adquirir proporciones extraordinarias, produciendo algunos efectos colaterales incompatibles con el progreso del socialismo. Uno de ellos es la creciente alienación de la ciudadanía que frente al patrimonio público, adoptan actitudes que reflejan un profundo desinterés y un larvado individualismo. Y generando una creciente burocratización de las estructuras estatales.

6.2. El socialismo no es populismo. Un estado que provee los recursos y las soluciones a todos los problemas de la gente no fomenta el desarrollo de las capacidades humanas. Debe estimular y favorecer la organización autónoma de las clases y capas populares y el desarrollo de su conciencia revolucionaria. Y esto no se puede hace de la noche a la mañana. Que la población no espere que todos sus problemas vayan a ser resueltos por el estado.

6.3. Una sociedad socialista no puede ser totalitaria. Los seres humanos, los hombres y las mujeres, tienen diferentes necesidades y habilidades y su desarrollo requiere el reconocimiento y respeto de las diferencias, el desarrollo de sus derechos colectivos y sus peculiaridades (lengua, cultura)…. Además, hay que respetar las iniciativas particulares.

6.4. El productivismo terminó socavando las posibilidades de construir una sociedad socialista. El socialismo no puede ser el culto a la tecnología… al precio de burocratizar el proceso de toma de decisiones, desincentivar el protagonismo popular y destruir el medio ambiente.

6.5. Y una fuerte disposición a luchar contra la lógica del capital. Lograr la primacía del valor de uso sobre el valor de cambio. Impedir que la lógica del capital se apodere de nuestras vidas y de la naturaleza. No debemos seguir supeditando las políticas económicas a las leyes del mercado sino a cubrir las necesidades básicas de todas y cada una de las personas, aspirando a mejorar continuamente la calidad de vida, material, afectiva… Posible programa de ese proyecto: el tránsito hacia la construcción del socialismo

En este tránsito, la renovación del proyecto socialista es urgente… Por ejemplo, en el caso de la Revolución rusa, el tema de la sustentabilidad ecológica se encontraba por completo ausente, y en gran medida también, la cuestión de la emancipación de las mujeres y de las naciones. Nuevas demandas, urgencias y necesidades, deben de ser adecuadamente encaradas con políticas concretas.

6.6. El tema de la economía centralmente planificada

La planificación central de la economía en el pasado fue interpretada como consustancial con el socialismo. Sus logros en una fase de industrialización extensiva, en la cual el énfasis estaba puesto en la producción de bienes del capital, no fueron suficientes para responder eficazmente a los nuevos desafíos planteados por la tercera revolución industrial, con el desarrollo de la informática, microelectrónica etc., y todas las aplicaciones industriales derivadas de estos adelantos científicos, causa en parte del desplome de la primera revolución proletaria de la historia, sin un solo disparo y ante la increíble indiferencia de la población.

“Somos idiotas si creemos… que esa misma economía de hoy es igual que la de hace 50 o cien años o 150 años…” (Fidel Castro, 2005)

La revolución socialista será creación histórica, o no será. Y la estatalización total de la economía es, en las condiciones actuales, inadecuadas y contraproducentes. Una de las limitaciones del centralismo planificador, es la tendencia a aplicar la misma receta en todas partes. Ello genera la tendencia a instaurar el predominio de la burocracia, que se convierte en celosa custodia de sus privilegios. El derrumbe de la Unión soviética, aporta elementos irrebatibles sobre ese tema.

6.7. Romper las cadenas del “otro pensamiento único”

El significado de una política de reformas dentro del socialismo, no es para volver al capitalismo, sino para perfeccionar el socialismo y dar un paso más en dirección a la sociedad comunista.

La complejidad de articular diferentes formas de propiedad social o pública -entre las cuales la estatal seguiría siendo la más importante pero de ninguna manera la única-. El esquema de dirección y control centralizados ha sido irrefutablemente invalidada por los avatares de la experiencia y por el desarrollo de las fuerzas productivas y más específicamente por la informática.

Será necesario elaborar, en función de las condiciones históricas concretas de cada país, lo que sería un proyecto socialista aquí y ahora. No hay un proyecto único ni un modelo ideal a imitar.

6.8. Sujetos de ese proyecto

No existe un único sujeto (y mucho menos un único sujeto pre-constituido) de la trasformación socialista.

Si en el capitalismo del siglo XIX y comienzos del XX podía postularse la centralidad excluyente del proletariado industrial, los datos del capitalismo contemporáneo y la historia de las luchas de clases en la periferia del sistema demuestra el creciente protagonismo adquirido por las masas populares (campesinado, indígenas, sectores marginales urbanos…) que en el pasado eran tenidas como incapaces de colaborar en la instauración de un proyecto socialista.

El exclusivismo protagónico del proletariado industrial, no fue confirmado por los hechos.

6.9. Pueblo trabajador

En la actualidad el capitalismo no sólo somete a su yugo al proletariado industrial sino que ha expandido extraordinariamente el número y la diversidad de agentes sociales que hoy se encuentran en contradicción con la burguesía.

Si el viejo proletariado industrial se redujo en número y se fragmentó en múltiples fracciones, nunca hubo tantas clases y grupos sociales subordinados al despotismo del capital y movilizables para combatirlo como en la actualidad.

“Si hoy tenemos en algunas partes capitalismos democráticos, welfare state… Sociedades más abiertas…. es porque la clase obrera de Occidente impugnó al capitalismo y trató por lo menos de reformarlo. (Ralf Miliband. 1985)

¿Queda algún papel para la clase obrera? La proliferación de actores sociales no decreta la abolición de las leyes del movimiento de la sociedad de clases: sólo significa que la escena social y política se ha complejizado.

Por una parte hay un encogimiento de las filas del proletariado industrial clásico. Pero las reivindicaciones de las vecinas y vecinos de la barriadas populares, de las mujeres, de la juventud, de ecologistas, de la defensa de los derechos nacionales, populares, humanos, a favor de la lengua, la educación, la cultura euskaldun… no pueden ser comprendidas si no se las integra en el marco más comprensivo del conflicto de clases y de la dominación burguesa. Expresan nuevos tipos de contradicciones y reivindicaciones, generadas por la renovada complejidad y conflictividad de la sociedad capitalista.

Pero estos nuevos sujetos políticos, no pueden prescindir de plantearse una estrategia para la toma del poder, que es el tema central de cualquier revolución.

6.10. Partidos y movimientos sociales

Partidos y movimientos sociales representan dos modos de articular el interés del campo popular, modos que no son contradictorios sino complementarios.

El partido debe de ejercer la función aglutinadora que unifique la enorme fragmentación del campo popular.

6.11. Conciencia revolucionaria

El sentido de la batalla de las ideas es demostrar que hay vida después del neoliberalismo, que otro mundo es posible.

Pero para esto es preciso que las fuerzas políticas y sociales de izquierda tengan claridad teórica para leer correctamente la coyuntura nacional e internacional y determinar con precisión la correlación de fuerzas en pugna; eficacia organizativa para atraer, encuadrar y organizar la resistencia y las luchas del campo popular.

Para concluir: sería imperdonable pensar que el socialismo del siglo XXI podría ver la luz en un capitalismo cada vez más salvaje y agresivo, al margen de un proceso revolucionario liberador a nivel colectivo y personal. Proceso que podrá tener características muy diferentes según los países y los tiempos históricos, y que muy probablemente tendrá en sus comienzos un rostro apenas reformista; pero que más allá de ello, tendrá que materializar una “ruptura violenta con el pasado”.

1 Sin entrar en más profundidad señalar que los términos utilizados refieren al análisis de los procesos de cambio social estructural resultante de la lucha de clases. Lo estructural tal y como se utiliza en la literatura marxista quizá no corresponda del todo con lo que entendemos como tal al referirnos a cambios estructurales en Euskal Herria, que se asemeja más a la idea no de la continuidad (nueva estructura sobre la base anterior), sino de la discontinuidad (nuevos elementos y relaciones estructurales). Sin embargo, tenemos que tener en cuenta que esta distinción sirve para incidir en que un cambio de estructura no se produce sin que surjan condiciones para que se operen cambios que planteen la necesidad del paso a una nueva estructura.

Existe una racionalidad, lógica, ley, histórica, en toda estructura social que está presente en el proceso histórico por el que se opera el cambio, el paso de un modelo, estructura, a otro (de una formación social a otra: Euskal Herria estado socialista independiente).

No se puede analizar una estructura social ignorando los elementos de la estructura anterior que ha superado (liberado); ni podemos estudiar la génesis y evolución de esa estructura si no conocemos la naturaleza de lo que es engendrado. El análisis histórico reclama el análisis estructural y éste no puede prescindir del histórico.

No cabe el historicismo absoluto ni un teoricismo ahistórico (primacía del análisis teórico estructural).

De ahí que lo estructural sólo sea transformable en el proceso histórico que marca la lucha de clases.

2 Ver: “Notas de prensa del Instituto Nacional de Estadística. 3er Trimestre de 2009. Nota Metodológica. Definiciones principales”. 23-10-2009.

3 El término “hombre” responde a la ideología patriarcal y capitalista en su pura esencia: el hombre es la referencia.

4 La determinación histórica implica que el análisis abstracto se concreta en una formación social dada, en la que

– ser hombre trabajador o ser mujer trabajadora no supone la misma explotación, ni tampoco

– ser euskaldun o erdaldun (español o francés), ni tampoco

– ser euskaldun y mujer frente ser hombre y erdaldun… y todas las variaciones posibles.

5 V. I. Lenin. “Una gran iniciativa”. O.E. (3 Tomos). Tomo III, pág. 228. Editorial Progreso. Moscú, 1970.

6 C. Marx. “Crítica del Programa de Gotha”. O. E. de Marx y Engels Tomo II. Edit. Fundamentos. Madrid, 1975. Págs. 17-18.

7 Ver el artículo de Pedro M. Pérez Castroviejo y José E. Villar Ibañez “Industria y patrimonio en la Ría de Bilbao”, publicado en el libro “Il patrimonio industriale e marittimo in Italia e Spagna. Strutture e territorio”. Editoriale De Ferrari. Genova, 2009.

8 Ph. Mortimer, “1780, 2 de junio. Londres. Los Gordon Riots”, Días Rebeldes. Octaedro, Barcelona 2009, p. 88.

9 Con frecuencia se suelen confundir el Ibaizabal y el Nervión. El río Ibaizabal nace en la fronteras de Bizkaia con Araba y Gipuzkoa, cerca de Elorrio, de la confluencia de varios arroyos procedentes de los montes Amboto y Udalaitz. Se le suele denominar Ibaizabal, a partir de la unión del Zumelegi y el Arrazola, que se unen en el valle de Axpe Atxondo. Fluye en dirección noroeste por el Valle del Ibaizabal y atraviesa el Duranguesado. Confluye en Basauri con el Nervión, y juntos corren en dirección noroeste. A la altura de Bilbao forman la Ría de Bilbao, que desemboca en el Mar Cantábrico.

10 En 1871, la compañía inglesa The Cantabrian Iron Cia, creó en Sestao el primer alto horno (San Francisco), lo que impulsó a otros capitalistas a crear otras empresas como la Vizcaya, la Iberia y los Altos Hornos, que acabarían fusionándose en 1902 con el nombre de Altos Hornos de Vizcaya. También surgen otras industrias siderúrgicas en el interior, como Echevarría (Castrejana) y Sta. Ana de Bolueta (Bolueta).

En relación con la siderurgia se desarrolló tempranamente la construcción naval, surgiendo diversos astilleros. En 1888, se fundan los Astilleros del Nervión (Sestao) y en 1900, Euskalduna (Bilbao). Alrededor de la construcción naval se va desarrollando toda una industria auxiliar, dedicada a fabricar piezas y componentes para los barcos. Surgen así: Aurrera, Talleres de Deusto, Talleres de Zorroza, Forjas y Alambres del Cadagua, etc.

Estas empresas y talleres de construcciones metálicas, se instalaron en ambos márgenes de la ría y se convirtieron en proveedoras de las empresas navieras vascas (Aznar, Bilbaína, Vascongada, Ibarra, etc.) que fueron las precursoras del “boom” que se desarrolló como consecuencia del estallido de la Primera Guerra Mundial, al amparo de la posición neutral mantenida por el Estado español. Una muestra de esa expansión de la industria naval, la tenemos en la creación en Sestao de la Sociedad Española de Construcción Naval, más conocida como “la Naval”, en 1916.

11 Es importante

– citar las instalaciones de San Pedro (Elgoibar) y la de la fandería de Iraeta. de Iraeta. Este tipo de factorías fueron utilizadas hasta el siglo XVIII y se dedicaban a la transformación del tocho de forja en chapa, utilizando medios mecánicos, en sustitución del antiguo “martinete” (mazo de gran peso que se empleaba para golpear metales y transformarlos en láminas)

– citar la Unión Cerrajera de Bergara, creada en 1906 y la construcción de las líneas férreas de Malzaga-Vitoria-Estella y Mekolalde-Zumarraga.

– hablar del desarrollo de la industria de transformados metálicos, entre la que habría que citar la industria armera, en Gipuzkoa y Bizkaia, donde destacaron Eibar y Ermua (Orbea y Garate), Gernika (Astra, Unzeta y Cía, en 1913) y Markina (Esperanza y Cía, en 1931).

– la industria de cerrajería integral de la Unión Cerrajera de Mondragón, Bergara y Aretxabaleta.

En Gipuzkoa surgió también la industria papelera y textil, que alcanzaron su máximo desarrollo en aquel territorio. La primera se inició en Tolosa con la empresa La Esperanza (1841), a la que siguieron una serie de empresas papeleras situadas a lo largo del río Oria. Esta industria se propagó más tarde a Bizkaia, donde se crearon la Papelera Española, con instalaciones en Arrigorriaga, y Aranguren-Zalla.

Por su parte, la industria química se desarrolló débilmente en Gipuzkoa, creándose una empresa de colorantes y otra de abonos en Renteria, pero cobraría más auge en Bizkaia, donde se instalaron la Vasco-Asturiana (Arrigorriaga) y la Dinamita, S.A. (Galdakao). Al fusionarse ambas con la asturiana Santa Bárbara, darían origen a la Unión Española de Explosivos (1896).

12 Ver: VV. AA. “De Túbal a Aitor. Historia de Vasconia”. La Esfera de los libros, S. L.,Madrid, 2002. Pág. 543.

13 Idem. Pág. 556.

14 Idem.

15 Antón Borja, Mikel Gómez Uranga. “¿Qué futuro para la economía de Iparralde?”. Dpto. de Economía Aplicada 1. UPV-EHU. 2004.

16 Idem.

17 Idem.

18 Caja Laboral. “Economía Vasca”. Informe 2010. Pág. 42.

19 Este concepto hace referencia a dos aspectos interrelacionados: la unidad política que mantienen entre sí las distintas clases y/o fracciones de clase que detentan el poder del Estado capitalista-patriarcal, y las relaciones sociales propiamente dichas que existen entre dichas clases, en el marco de esa unidad política de poder. Para entender más en concreto esta tesis general, debemos recordar la determinante influencia de las cuatro clásicas revoluciones burguesas en la composición del poder; en donde no las hubo la burguesía pacto con la nobleza la derrota del pueblo trabajador mediante las llamadas «revoluciones desde arriba».

20

Actualidad Económica. Dossier (Diciembre 2011)

21 Caja Laboral. “Economía Navarra”. Informe 2010. Págs. 99 a 102.

22Necesidad de conseguir datos que incluyan la variable sexo de todas las provincias, ya que en todas tiene una amplia representación.

23 Chambre de Comerce et d´Industrie. Bayonne. “Le Pays Basque en Chiffres”. Edition 2009.

24 Necesidad de conseguir datos (incluyendo variable sexo) de todas las provincias, ya que en todas tiene una amplia representación.

25 Ver apartado. 2.2.5.- Trabajadoras-es asalariados y clase obrera.

26 LANBIDE-Servicio Vasco de Empleo. Gobierno Vasco: “Población de la CAPV en relación con la actividad por ocupación. 1er. Trimestre de 2011”.

27 Fuente IEN. Encuesta de Población Activa de Navarra. Población ocupada por categoría profesional (3er. Trimestre 2011).

28 Se han estimado unos porcentajes similares a los de la CAV.

29 Las y los intelectuales tienen como función social producir ideología. Constituyen una categoría social.

30 Fuente: LANBIDE. Población de la CAV en relación con la actividad por ocupación. 1er. Trimestre de 2011.

31 Fuente: IEN Encuesta de Población Activa de Navarra (3er. Trimestre 2011).

32 Fuente: LANBIDE. Población de la CAV en relación con la actividad por ocupación. 1er. Trimestre de 2011.

33 Fuente: IEN Encuesta de Población Activa de Navarra (3er. Trimestre 2011).

34 Conjunto de funcionarios públicos o empleados del Estado que, por su posición en las estructuras administrativas, tienen acceso a los centros de decisión.

35 Fuente: EUSTAT. Encuesta de Población en Relación con la Actividad (PRA).

36 Fuente: EUSTAT. Plantilla presupuestada del Gobierno Vasco.

37 Estimación realizada en base al estudio realizado por STEE-EILAS y el colectivo Gazteizkoak, titulado: ”Principales datos de la militarización vasca” (2002)

38 Fuente: EUSTAT. Encuesta de Población en Relación con la Actividad (PRA).

39 Fuente: Afiliación a la Seguridad Social según CNAE-09.

40 Diario de Navarra (05-05-2010).

41 Porcentaje de mujeres incluidas en la Población Activa (ocupada +desempleada) con respecto a las mujeres incluidas en la Población Potencialmente Activa (total de mujeres en edades comprendidas entre 16 y 65 años).

42 Porcentaje de mujeres con empleo, del total de mujeres incluidas en la Población Activa. Datos que deberán completarse con los correspondientes a Hego e Ipar EH.

43 Mertxe Larrañaga. LAN HARREMANAK / 13 (2005-II).

44 No disponemos de datos actualizados del número de “amas de casa”, para 2010.

45 VV. AA. “La Euskal Herria ¿de quien?”. GITE-IPES y Elkartzen. Bilbao, 2008. Pág. 57.

46 Idem.

47 Estos datos son aproximados, ya que no se ha excluido a los miembros de los aparatos coercitivos en Nafarroa, ni a directivos y cuadros superiores de las empresas medianas y grandes, por no disponer aún de esos datos.

48 Ver Erik Olin Wright: “Clase, crisis y Estado”. Las definiciones ampliadas de las clases. Edit. Siglo XXI. Madrid, 1978. Pág 91.

49 Según datos de paro correspondientes a 2010. Ver: Caja Laboral. “Economía Vasca”. Informe 2010. Pág. 42.

50 No disponemos de datos relativos al número de personas que, por vínculos familiares, podrían incluirse en el concepto de “clase trabajadora”, según una definición ampliada de la misma.

51 Ver: Paco Vega. “La crisis de 1975-1985 en la Margen Izquierda. El caso AURRERA”. Febrero, 2010. http://sugarra.blogspot.com/

52 Fuente: Banco de Bilbao. “Renta Nacional de España y su distribución provincial”. Elexpuru Hermanos, S. A., Zamudio (Bilbao), 1969. Citada por Jokin Apalategi. “Los vascos, de la nación al Estado”. Pág. 37. Edit. Astero. Iruñea, 2006.

53 J. Ostolaza. “Iparralde resiste la crisis”. DEIA (07-02-2010).

54 Chambre de Comerce et d´Industrie. Bayonne. “Le Pays Basque en Chiffres”. Edition 2009

55 Ver: Caja Laboral. “Economía Vasca”. Informe 2010. Pág. 44.

56 Pais Vasco norte: indicadores. EKE.org http://www.eke.org/es/euskal_herria/iparraldea/kartak

57 El número de personas extranjeras empadronadas en la CAV, el 1 de enero de 2011, asciende a 144.551 (el 51,4% hombres y el 48,6% mujeres), de las que el 24,8% procede de países miembros de la UE. Ver Ikuspegi@k. Población extranjera en la CAPV 2011.

58 Este planteamiento no recoge el valor directamente producido tanto en el trabajo no remunerado socialmente necesario como en la economía sumergida; valores tampoco recogidos por los análisis económicos oficiales y negados en base a que no generan valor de cambio, al generarse fuera (¿?) del mercado oficial.

Es necesario actualizar un análisis dialéctico sobre mercado/no mercado (el no mercado también es mercado, y dobla el valor de cambio producido en él, al realizarse obligatoria y gratuitamente o a mitad de precio). Análisis que ha de ser complementado con el de lo público/privado (lo privado es público).

Insistir en que en estos sectores se encuentran la mayoría de las mujeres trabajadoras vascas.

59 Observatorio Vasco de la Juventud (junio 2011)

60 Idem. Hay que destacar que en 1991, el índice de juventud era de un 25,4% de la población

61 EUSTAT y Departamento de Educación del Gobierno Vasco (21 marzo 2011)

62 Gobierno de Navarra. Departamento de Educación.

63 Falta concretar los datos en Ipar EH

64 VV. AA. “Marxismo y liberación de la mujer”. Ediciones DÉDALO. Madrid, 1977.

65 Ver: aptdo. 2.2.3.- La Pequeña burguesía (pág. 16).

66 C. Marx. “El Capital”. (Libro III. Sección Sexta. Capítulo XLVII.) Pág. 733. Edit. Fondo de Cultura Económica. México, 1973.

67 José Manuel Farto. “El Estado vasco emergente”. El País (13-11-2007).

2 thoughts on “Apuntes sobre la estructura clasista de Euskal Herria

  1. Ez banaiz konfunditzen hauxe da GITE-IPES eragileak lantalde batean egin duen azterketa (tarean iñaki o’shea, iñaki gil de san vicente eta jende hehiagok parte hartu du). Konfunditzen ez banaiz….

  2. Me parece interesante el desglose de cifras pero hay elementos del análisis con los que no estoy nada de acuerdo.

    No me gusta nada muy en particular como se aborda la “pequeña burguesía”.

    La condición de burguesía no deviene únicamente de la propiedad de los medios de producción, sino primariamente de la extracción de plusvalía de los trabajadores. Luego si no tienes trabajadores asalariados no puedes ser burgués, de hecho eres un trabajador auto-explotado o, generalmente, explotado por quienes alquilan tus servicios o compran tus bienes a precios extremadamente bajos.

    De hecho podemos decir que existe extracción de plusvalor entre empresas, secundaria si la empresa explotada tiene asalariados pero primaria si la empresa explotada es un autónomo, empresa familiar sin asalariados o cooperativa. Es decir: la relación de un autónomo “genuino” con la empresa o empresas que alquilan sus servicios o a las que vende su producción es directamente explotación capitalista pura y dura apenas maquillada formalmente. Decir otra cosa sería como decir que el jardinero que tiene unas herramientas y una furgoneta, necesarias para hacer su trabajo de chalet en chalet, es un “burgués”, o que el repartidor que tiene que adquirir una moto o furgoneta para hacer su trabajo es un “burgués”, o que los panaderos de abajo que se autoesclavizan en larguísimas jornadas son “burgueses”, o que los baserritarras que se pasan el año deslomándose para vender su leche y demás producción a precios escandalosamente tirados son “burgueses”. Para entrar en la categoría de burgués tienes que tener asalariados y casi con certeza más que un mero ayudante, incluso diría que tienes que sacar beneficios al menos de forma ocasional (aunque estos pueden estar camuflados en forma de gruesos salarios).

    Es cierto que entre el proletario y el burgués hay una zona gris pero esta no se fundamenta en la propiedad técnica de los medios sino en la escala real de privilegio en la que se logra estar, o lo que es casi lo mismo: los ingresos reales, la capacidad de consumo obtenida. O ahora un director de banco asalariado va a ser más “proletario” que un jardinero pringado que apenas cubre costes, o que éste va a ser más burgués que aquél. No, en absoluto, y pensar eso es autoengañarse.

    La pequeña burguesía es la que tiene trabajadores a los que explota (extracción de plusvalía), sea de forma directa (asalariados) o indirecta (“subcontratación”).

    Tampoco estoy nada de acuerdo con que la distribución no gener valor: recoger peras es simplemente trasladarlas de un sitio a otro: del árbol al camión. El incremento de valor de cambio en esta fase de la producción es mínimo, puesto que casi ningún cliente va a ir a la huerta a comprarlas. Para realizar ese valor “potencial” las peras tienen que llegar al consumidor, es decir a la frutería, luego el trabajo de distribución sí que genera valor. Si lo vemos desde el punto de vista del valor-trabajo es posible que se pueda considerar que la recolección de la pera es más “productiva”, puesto que implica mayor número de trabajadores pero el principio de realización sigue siendo el mismo y sigue habiendo trabajadores en la cadena de distribución que son estrictamente necesarios para que ese valor se realice (se realice incluso como valor de uso, es decir: con un cliente satisfecho que se come una pera).

    Según estos criterios estrechísimos: “la clase trabajadora en Hego Euskal Herria alcanzaría la cifra de 1.103.788 personas”.

    Esto implicaría que el resto son burguesía, es decir: que la mayoría de la población vasca son burgueses. Si fuera así, la conclusión lógica es abandonar toda esperanza e incluso deseo de revolución, puesto que la clase explotadora, la burguesía, es muy claramente dominante y, gracias a las nuevas técnicas de ultraliberalización, pronto será el 100%, ya que la misma categoría de asalariado será eliminada y reemplazada por la de “autónomo”, muchísimo más fácil de contratar y despedir a voluntad del empresario, que es más improbable que coja bajas y que se paga la seguridad social totalmente de su bolsillo.

    En realidad esto no es así ni de lejos. No podemos confundir precariado u otras geometrías variables de la clase trabajadora (que no “clase asalariada”, ojito!) con burguesía. Se es burguesía si se tiene trabajadores a los que se explota. Tengo que revisar tus datos pero en general la impresión es que viene a ser un 10% o menos de la población, una minoría pequeña, que sí que se apoya en las “clases medias” (aristocracia obrera, etc.) y en general los y las trabajadoras sin consciencia de clase, o incluso con consciencia de clase débil y orientada al rerfomismo, pero que en sí no es más que una pequeña minoría parásita.

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