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Autor: Borroka garaia da!

Existe un refrán popular que dice así: “Quien hizo la ley hizo la trampa”. Un refrán que no podría estar más cerca de la realidad pues el conjunto de leyes que rigen cualquier régimen siempre están diseñados para que ese régimen se reproduzca una y otra vez.

La legalidad surge del monopolio de la violencia en un territorio determinado. Ese monopolio de la violencia responde siempre a la hegemonía de una clase determinada. Debido a ello, nunca existe una legalidad neutral sino una legalidad hegemónica de la clase preponderante.

El objetivo de la legalidad tiene dos vertientes: por una parte coaccionar y chantajear a una sociedad para que se atenga a unos baremos concretos y mantener por tanto los privilegios de la clase hegemónica o de estados sobre pueblos oprimidos y por otra parte castigar al que supuestamente se los salte, o lo que también es conocido como represión. La cruda realidad de la legalidad hegemónica burguesa es que reprime siempre de forma prioritaria a las clases sociales más bajas y a la disidencia política.

El objetivo de la represión más allá de terminar con los supuestos “hechos delictivos” tiene como objetivo fundamental integrar a la disidencia en el marco del régimen y evitar que crezca la desafección y contestación social en las clases usurpadas. Por lo que el objetivo de la represión y aunque parezca paradójico es rebajar la represión mientras se aseguran los verdaderos objetivos. Rebajar la represión cobra importancia ya que el mero hecho represivo va en contra de filosofías de integración y asimilación en el sistema ya que puede aumentar la contestación social. Por ello, la represión nunca es una decisión que parta simplemente de una maldad intrínseca sino una estrategia que se necesita emplear para quebrar procesos que vayan contra el régimen dependiendo de su fuerza pero al mismo tiempo una estrategia que debe ser modulada para alcanzar éxitos políticos. Por todo ello, el mayor éxito de la represión se consigue cuando el régimen no está en entredicho, no se cuestiona la legalidad y los privilegios del poder están a salvo. Una estrategia represiva por si sola nunca puede tener éxito ya que solo es un instrumento.

Una de las características más importantes de la socialdemocracia como ya nos advertía Victor Serge es su fetichismo por la legalidad que tiene su base ideológica en la colaboración entre clases como supuesto instrumento de avance social. Lo cual conlleva la creencia en la posibilidad de transformar el orden impuesto sin entrar en conflicto con sus privilegiados y el propio sistema.

Sin embargo, la clase trabajadora, que no es solo la que está asalariada como nos cuenta infelizmente el posmodernismo sino que clase trabajadora es también a la que se le niega el trabajo como a los parados y paradas , a la que lo realiza pero no se le remunera como las “trabajadoras del hogar”, o también las personas que producen valor diferido al ser paradas encubiertas, almacenadas y preparadas, como los y las estudiantes e incluso aquellas que están totalmente excluidas de todo el circuito socioeconómico. Pues bien, esta clase desposeída no puede respetar la legalidad opresora pues sería lo mismo que respetar las cadenas que la mantienen en su situación. Sería al fin y al cabo respetar el orden impuesto y el ejercicio sistemático de la violencia contra ellas mismas. Es decir, sería ser no inteligente.

Ahora bien, desdeñarla por completo tampoco es inteligente. Ya que hacer uso de ella y ganar espacios puede ser en ocasiones beneficiosa e incluso puede hacer crear un punto de partida para que la lucha principal, que lo es contra la legalidad tenga mejores condiciones. El problema de la socialdemocracia y su fetichismo por la legalidad es que prescinde del objetivo principal, el cual supone derrumbar la legalidad burguesa o abrir otros marcos políticos  y por tanto siempre se queda enmarañada en esa legalidad incapaz de sobreponerse, quedándose al final integrado y asimilado a ella. Es decir cumple finalmente lo que la represión tenía como objetivo.

La clase trabajadora y los pueblos en lucha no pueden ceñirse a la obediencia a la legalidad ni centrar en ella todos sus esfuerzos porque simplemente sería condenarse a la más pura y lastimosa derrota. Es el conflicto con los privilegiados y la legalidad lo único que crea contradicciones al sistema que puedan ser resueltas en beneficio popular mientras que las contradicciones en el oprimido y oprimida afloran cuando se produce justo el camino inverso.

Existe aquella máxima de la lucha de clases y de los pueblos donde la reforma viene propiciada, históricamente, por la amenaza de revolución, y en ausencia de ésta, el reformismo se desfonda y no tiene recorrido. Traducido al aspecto legal significa que solo ante el conflicto y su amenaza se pueden producir reformas legales parciales para que las clases populares sean contenidas y no alcancen objetivos superiores. En cualquiera de los casos, no existe ninguna indicación de que abstrayéndose de una lucha frontal contra la legalidad, ésta pueda ser algo modificada en beneficio popular si no es para asentar la derrota estratégica de las clases desposeídas. Por lo que cuando las vías legales dejan de ser un aspecto táctico dependiente de una estrategia global de confrontación contra la legalidad, el sistema suele matar dos pájaros de un tiro: la derrota estratégica y ningún cambio legal ni interpretación beneficiosa.

Si durante el pasado siglo los estados y las burguesías se avinieron a realizar cesiones en ciertos aspectos en su régimen de dominación, lo hicieron evidentemente no por querer aumentar el bienestar de los explotados y explotadas, sino por temor a verse sobrepasados por los acontecimientos.

El futuro de la Izquierda Abertzale y de cualquier fuerza de cambio en el mundo, radica hoy más que nunca debido a pasos irreversibles del capital a escala global, en comprender esta posición.

3 thoughts on “El fetichismo malo, el de la legalidad

  1. Comparto algunos párrafos seleccionados de un articulo de Negri -jurista por cierto-, que me parecen interesantes al hilo de este buen articulo de BGD:

    Dominio y sabotaje:
    http://pendientedemigracion.ucm.es/info/eurotheo/negri-dominio.htm

    “Para el capital, la solución de la crisis consiste en una reestructuración del sistema que diluya y reintegre a los componentes antagonistas del proletariado en el proyecto de estabilización política.”

    “La crisis capitalista debe tener un sentido impuesto y dominado por el poder proletario. Desestabilizar el régimen no puede ser una cosa distinta del proyecto de desestructurar el sistema. La insurrección no puede separarse del proyecto de extinción del Estado.”

    “El concepto “autovalorización proletaria” es lo contrario del concepto “forma-Estado’ ; es la forma que asume el poder desde el punto de vista obrero desarrollado. La autovalorización proletaria es, inmediatamente, desestructuración del poder enemigo, es el proceso a través del cual la lucha de la clase obrera ataca hoy directamente al sistema de la explotación y a su régimen político. La socialización del desarrollo capitalista ha permitido a la clase obrera transformar en un proceso y unificar en un proyecto los diferentes momentos de la estrategia comunista, la insurrección y la extinción del Estado. La autovalorización proletaria es la figura total, de masas, productora de este proyecto. Su dialéctica es poderosa en cuanto total, total en cuanto poderosa.”

    • Iepas Lluis .Que diluya y reintegre a los componentes antagonistas del proletariado en el proyecto de estabilización política … y además ese proyecto de estabilización política se basa en dar por hecho los retrocesos que se están prodiciendo como base de entrada. Lo que ocurre es que el intento de recuperarse de esos retrocesos (algo materialmente imposible en europa sur) está impidiendo bastante el cambio estructural que es lo único que ya puede hacerlo y en eso andamos. como decía Rosa, las reformas y las rupturas, no son distintos métodos de progreso histórico que puedan elegirse libremente en el mostrador de la historia como cuando se eligen salchichas calientes o frías.

  2. Pues yo tengo cierto optimismo. Articular y orientar el conflicto estructural hacia posicionamientos y respuestas colectivistas, es lo que permite para mi ese avance hacia las posiciones retrocedidas, lo que implica una especie de síntesis entre revolución y reforma. La clase trabajadora puede orientar su accionar en crear condiciones de colectivismo-comunismo en los puestos de trabajo para ir prefigurando una sociedad diferente, forzando en la lucha de clases las condiciones hacia el comunismo de manera que sirvan de guía para las propuestas de acción (por ej. la pelea en la negociación colectiva por la igualdad salarial -mayores incrementos anuales en los bajos salarios- y la paulatina reducción de las categorias/grupos profesionales, en paralelo a la pugna distributiva trabajo/capital o al incremento del poder y control sindical económico). El discurso de Negri, aterrizado a hechos actuales, lo veo tal cómo ante las políticas de reestructuración económica y las políticas de estabilización de la -empresa- capitalista, hay que oponer una desestabilización y desestructuración controlada desde el poder obrero. A ese nivel micro hay más, pero al menos tres ejemplos que me parecen relevantes, puesto que frente a políticas de reestructuración capitalista y estabilización con impacto en despidos, se oponen acciones y políticas de desestabilización empresarial (huelga, boicot, acción colectiva y judicial, etc) y de propuestas para la desestructuración que afectan a la rentabilidad y viabilidad empresarial, pero que es un primer paso para construir condiciones colectivistas, pese a que en ello haya retrocesos, que también los hay:

    El triunfo de Coca Cola en lucha acaba con el discurso de que la lucha de clases no existe
    http://www.mundoobrero.es/aut/index.php?aut=85

    Acaban las represalias sindicales en Laminaciones Arregui
    http://www.ela.eus/es/actualidad/noticias/acaban-las-represalias-sindicales-en-laminaciones-arregui

    Zardoya Otis (Mungia): David contra Goliath

    Zardoya Otis (Mungia): David contra Goliath

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